¿Por qué a los que padecemos obesidad se nos llama por el nombre de la enfermedad?

Quienes padecemos la enfermedad sabemos lo difícil que resulta convivir en una sociedad que tiene estándares de perfección tan exigentes. El modelo de belleza hegemónica o dominante ha sido impuesto por la cultura y alude en la actualidad al cuerpo estilizado, delgado, entre otros parámetros que resultan inalcanzables para la mayoría de los seres humanos.

La obesidad es una enfermedad crónica, incurable y mortal. Es el quinto factor principal de riesgo de muerte de humanos en el mundo. Cada año fallecen 2,8 millones de personas adultas como consecuencia de esta enfermedad. Por lo que resulta tan complejo comprender la discriminación que se sufre en todos los ámbitos de la vida, probablemente por desconocimiento, la gente llame a quien está excedido de peso, o sufre de una obesidad mórbida, Gordo-Gorda. A ningún otro enfermo se lo llama por el nombre de la enfermedad que padece. No decimos: “hola Cirrosis”, “¿cómo andas Cáncer de hígado?”, “éxitos Hipotiroideo”, “dale vení a la fiesta Cáncer de mamas!”.

Así de horroroso nos suena y nos recorre, cada vez que alguien cariñosamente nos dice “Gorda/Gordo. Porque venimos de un derrotero importante, en muchos casos, de toda la vida. Y fundamentalmente porque no elegimos ser gordos/as. Tenemos una enfermedad.

Comprarnos ropa de moda significa un desafío casi inalcanzable, porque no hay ropa canchera y moderna con talle real de L o XL; viajar y poder caber en el asiento de un avión o sino, estar obligados a comprar dos pasajes; ir al cine y rezar para que la butaca no sea de las pequeñas, de lo contrario hay que buscar alguna excusa para cambiar de plan o fingir algún malestar y faltar a la cita, tener mucha vergüenza al pedir algún menú en una casa de comidas, porque al estar estigmatizada/o “el gordo/a” ,lo que se elija, genera una sonrisa inquisidora, del mesero/a o de los otros comensales. Pretender ser mirados, amados y aceptados sin ese esfuerzo enorme por gustar, por ser o parecer los más  simpáticos/as para que puedan vernos detrás de la grasa corporal. No menos complejo resulta el hecho de conseguir trabajo en lugares jerárquicos porque aquí no cuenta lo inteligente que una persona puede ser sino su aspecto y el obeso por lo general no tiene la chance de validar su capacidad y su potencial, mucho menos si es una mujer obesa.

Mi problema con la obesidad comenzó a los 11 años, subir de la nada 10 kilos, no comer para no engordar, tener anemia, adelgazar de la nada 10 kilos, mirarme al espejo y ver a quien no quería ser, no me gustaba lo que veía, sentir que esa imagen no era la que quería encontrar cuando me miraba y pensaba que si yo sentía eso al mirarme que podían pensar y sentir los demás. Como siempre, la vida me puso a prueba y tuve que elegir, si me convertía en esa gordita hazme reír de todo el grado o ser alguien a quien pudieran ver más allá de la gordura.

En ese momento tomé la decisión que iban a verme más allá de mi gordura. Fue un enorme esfuerzo, diría un sobre esfuerzo lograr que me vean como realmente soy. Y lo logré, pudieron verme de la manera en que yo quería que me vean, de eso se trata ser quien se es en esencia, los demás nos verán y nos tratarán de la manera en que nosotros nos paremos ante la vida. Una anécdota muy interesante es que tanto mis hijos, mi pareja, mi Nutricionista una vez que adelgacé los 43 kilos y medio me decían nunca te vi así y todos ellos me habían visto exactamente con todos esos kilos de más encima. La conclusión a la que llego, es que lo que nos define es nuestra manera de pararnos en la vida, es la decisión que tomamos un día cuando entendemos que la validación más importante es la personal. La idea que tengo de mí.

Un día por recomendación médica tomé la decisión de hacerme un bypass gástrico. Esta cirugía me permitía, al tener reducido el tamaño del estómago, hacer una ingesta menor de comidas, sanar de hipertensión, evitar la diabetes inminente porque ya era pre diabética, la apnea de sueño, lograr tener calidad de vida. Cabe aclarar que en mi caso particular yo no era una persona que comía mucho ni nunca fue una obsesión para mí la comida. Menciono esto para dejar en claro que no depende exclusivamente de la ingesta que tengamos los que padecemos obesidad y hablo en presente, porque soy una obesa en tratamiento. Es muy duro el proceso, no es el camino más fácil, quizá sea el último recurso para quienes lo hemos intentado todo. Vale la vida, pero entiendo que nada de lo que mencioné hubiera ocurrido o no tendría que haber recurrido a esta alternativa tan compleja de la cirugía de estómago, si hubiera tenido una buena educación nutricional, no sólo en mi casa sino en las instituciones educativas. 

Entiendo que es una responsabilidad del Estado hacerse cargo de esta patología no sólo para asistir en todas las instancias y necesidades de los que padecen esta enfermedad sino también en la prevención. Tengo la esperanza que una nueva sociedad más empática, amigable, pueda comprender que él: “deja de comer gordo” será una triste frase anecdótica que contaremos a nuestros nietos, como algo que nunca más debe repetirse.

 

Cristina de Amoriza.
Coach Ontológico Profesional.
Coach Ejecutivo para Empresas.
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Tel: 11-5348-2705

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