Reflexión del Pastor David Decena: “Manifestar su gloria”

El Pastor David Decena explicó que la iglesia de Cristo Jesús, que se levantó sobre el sacrificio de nuestro Señor y Salvador, está llamada a ser una buscadora ferviente de que la gloria de Dios se manifieste. Veamos qué dice la Palabra de Dios.

Levítico 8, 9 y 10 tienen una historia muy reveladora acerca de cómo opera la relación entre la manifestación de Dios y la consagración a Él. Estos capítulos cuentan el inicio del ministerio de Aarón y sus hijos, en el Tabernáculo que el Señor mandó a Moisés a construir. Este inicio consistió en una serie de holocaustos y el sacrificio expiatorio para propiciar por los pecados de Israel. Dios le había comunicado a Moisés su intención de manifestarse a todo el pueblo, por lo que debían hacer estas ofrendas como una condición previa a su manifestación (Lv. 9:6).
Desde Levítico 9:22 al 24 vemos cómo Dios se manifestó delante de todos, con fuego, consumiendo Él mismo, a través de su presencia, los sacrificios presentados. La reacción de todo el pueblo fue de alegría y rendición, al ver a Dios hacerse presente con tanta claridad. Pero, entonces, llegó el desastre.
Levítico 10 cuenta como dos de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, no se sujetaron a la voluntad de Dios, y “tomaron fuego e incienso”, ofreciendo “ante el Señor un fuego que no tenían por qué ofrecer” (Lv. 10:1). Esta actitud hizo que el mismo fuego de la gloria de Dios que se había manifestado, provocando algarabía, consumiera a los hijos de Aarón. Esta historia trágica nos deja varias lecciones sobre la santidad de Dios y la manifestación de su presencia. La iglesia de Cristo Jesús, que se levantó sobre el sacrificio de nuestro Señor y Salvador, está llamada a ser una buscadora ferviente de que la gloria de Dios se manifieste.
En este marco el Pastor David Decena dijo “veamos qué aprendemos de esta escena de la historia de Israel”.

– La obediencia a la voluntad de Dios, desata su manifestación.
Levíticos 9:6 es uno de los pasajes claves para comprender por qué Dios pudo manifestarse: básicamente les dio instrucciones, y encontró gente con voluntad de obedecerlas. Esta revelación es crucial para ver a Dios hacerse presente en nuestra vida. Si queremos ver su manifestación, debemos caminar en obediencia a su voluntad. Al ver la Palabra de principio a fin, comprendemos que siempre que Dios encontró una persona obediente, se pudo manifestar con total libertad. Y no es malo recordar, que la obediencia es la base de la santidad.

– El sacrificio atrae su presencia.
Hoy no sacrificaremos animales, porque bastó el sacrificio de Jesucristo “para hacernos perfectos para siempre” (Hebreos 10:14). Pero, aún así, la Palabra nos invita a ser a nosotros mismos “sacrificios vivos” (Romanos 12:1). Así como ellos presentaron animales en sacrificio (Lv. 9:7), y eso estuvo directamente relacionado a la manifestación posterior de Dios, una vida de entrega sacrificial es lo que el Señor está esperando de nosotros para mostrarnos su gloria en una medida que aún no hemos experimentado. ¿Estaremos dispuestos a eso?

– En la bendición hay una llave maestra para su manifestación.
Levíticos 9:23 muestra que previa a la manifestación de la gloria de Dios, Moisés y Aarón bendijeron al pueblo. En aquello que sale de nuestra boca hay poder para provocar que Dios se manifieste. Al fin y al cabo, bendecir es hablar bien de algo o alguien. Cuando los hijos de Dios bendecimos, estamos deseando que la manifestación de Dios se desate en un lugar o en una persona. Por eso, aprendamos a hablar bien de todos. Cuando Moisés y Aarón bendijeron al pueblo, desataron la mayor bendición que cualquier persona puede experimentar en el universo: la presencia santa de Dios. Porque si tenemos su presencia, tenemos todo lo que necesitamos para avanzar en la vida.

– Estar en un mover de Dios, sin tener temor de Dios, nos puede salir más caro de lo que calculamos.
La santidad es un requisito para ver a Dios, y cuando la manifestación de la presencia de Dios es aún más evidente, así como pueden suceder milagros, pueden suceder catástrofes. Esto pasó con Nadab y Abiú, hijos de Aarón. Levítico 10:2 cuenta cómo murieron consumidos por el fuego porque hicieron algo que no estaba en los planes de Dios. Debemos entender que ver a Dios obrar, y ser instrumentos en sus manos, nos va a obligar a ya no vivir para nosotros, sino, como Jesús, vivir para hacer la voluntad de Dios. Cuando veo a muchos que ya no están entre nosotros, y los veo aún peor de lo que estaban antes de conocer a Cristo, me recuerdo a mi mismo la necesidad que tengo de construir mi vida basada en temer a Dios. No nos estamos acercando a un invento humano, sino al Creador del cielo y de la tierra, que tiene la gracia de revelarnos su presencia.

– Todos quieren su manifestación, pero no todos entienden la responsabilidad que conlleva.
Levítico 10:3 tiene la clave de porque pasó lo que pasó: “Entre los que se acercan a mí manifestaré mi santidad, y ante todo el pueblo manifestaré mi gloria”. Cuando Moisés repitió estas palabras a Aarón como la explicación de porqué sus hijos cayeron fulminados ante el poder de Dios. A ellos, que eran sacerdotes, se les había confiado la santidad misma de Dios, por lo que debían vivir en santidad. Y hay un principio espiritual que siempre se cumple: Mientras más se nos confíe más se nos demandará. Yo sé que en Cristo todos somos reyes y sacerdotes, pero no todos los que están en Cristo asumen la responsabilidad de que Dios se manifieste en medio nuestro para beneficio de muchos. Aun así, esto es algo que todos deberíamos buscar, porque es el deseo de Dios hacernos instrumentos en sus manos. Las multitudes pueden ver la gloria, pero detrás hay alguien que está viendo la manifestación de la santidad de Dios para que la gloria sea vista. Debemos desear eso más que nada, porque la presencia de Dios es el regalo más hermoso que podemos pretender y recibir.
Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

Pastor David Decena
Victory Church

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