Reflexión del Pastor David Decena: «Peligros de la tierra prometida»

El Pastor David Decena expresó que "las personas agradecidas son las que más lejos llegan siempre. No permitamos que la queja y el desagradecimiento se apoderen de nosotros, como le pasó al pueblo de Israel en el desierto. El desierto tiene principio y final, así que fortalécete en las fuerzas del cielo porque la tierra prometida nos está esperando".

«Cuando hayas comido y estés satisfecho, alabarás al Señor tu Dios por la tierra buena que te habrá dado. Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios. No dejes de cumplir sus mandamientos, leyes y estatutos que yo te encargo hoy. (…) no te vuelvas orgulloso ni olvides al Señor tu Dios, quien te sacó de Egipto, el país donde eras esclavo. Él te guió a través del vasto y horrible desierto, esa tierra reseca y sedienta, llena de serpientes venenosas y escorpiones; te dio el agua que hizo brotar de la más dura roca. En el desierto te alimentó con maná, comida que jamás conocieron tus antepasados. Así te humilló y te puso a prueba, para que a fin de cuentas te fuera bien. No se te ocurra pensar: «Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos». Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza (…) Si llegas a olvidar al Señor tu Dios y sigues a otros dioses para adorarlos y postrarse ante ellos, testifico hoy en contra tuya que ciertamente serás destruido. Si no obedeces al Señor tu Dios, te sucederá lo mismo que a las naciones que el Señor irá destruyendo a tu paso» (Deuteronomio 8:10-20).

El Pastor David Decena explicó que antes de entrar a la tierra prometida, Moisés habla esto, dejando advertencias al pueblo de Israel. De esta forma, el profeta Moisés nos hace un recuento de tres estadios por los que el pueblo estaba atravesando, los cuales podemos comparar con nuestra propia vida espiritual, veamos cuáles son:

1. Egipto: tierra de esclavitud. Que el pueblo no se olvide que estuvo en esclavitud antes de que Dios los librara. Antes de conocer a Cristo, éramos esclavos del mundo, hasta que Él nos trajo Su libertad. Pero, así como el pueblo que, aunque estuvo libre, su mentalidad se mantenía en esclavitud, pasa con los cristianos que no rinden todas las áreas de su vida al señorío de Cristo, dejando que haya cadenas de prisión en esos lugares, perpetuando su condición de esclavos.

2. Desierto: tierra de proceso y formación. Es un proceso de transición de un lugar de esclavitud a una nueva realidad en la que Cristo es formado en nosotros. Si bien es doloroso, muchas veces indeseable, el desierto termina, y finaliza con la llegada de la tierra prometida. Así como el ejemplo de Moisés, de tu respuesta al desierto depende si ingresas a la tierra prometida. Para avanzar en nuestra vida espiritual, los procesos y las pruebas son inevitables, porque es en medio de ellos donde vamos a ver la gloria de Dios. Necesitamos proceso para aprender dependencia. La buena noticia es que siempre que estemos dispuestos a atravesar el proceso dependiendo de Dios lo que te espera al final es la Tierra Prometida.

3. Tierra prometida: lugar de descanso y plenitud. Ese lugar deseable, pero al que debemos ingresar conscientemente. Moisés sabía que, al ingresar a la tierra prometida, había peligros en los que posiblemente podía caer el pueblo, y así fue. Es por esto, que veamos 3 de los peligros de los que nos advirtió este profeta.

 

Tres peligros en la tierra prometida.

1. Relajarnos después de vencer. (versículo 10)

Antes bien, necesitamos entender que, si Dios nos permitió vencer desafíos y alcanzar promesas, victorias mayores nos esperan por delante. No podemos relajarnos después de obtener una victoria, pues todavía queda camino por recorrer.

El Señor siempre nos empujará a más, y no podemos bajar la guardia, porque el enemigo estará esperando ese momento para desestabilizarte. El enemigo jamás puede encontrarnos mal posicionados, porque va a querer aprovechar la oportunidad para tomar venganza de nuestras vidas.

El pueblo de Israel se fue olvidando del sacrificio pagado y se relajó, ingresando en un bucle donde no podía experimentar lo nuevo y superior que Dios tenía planeado. Busquemos siempre ir a más, apuntemos a una realidad superior. Necesitamos tener la sabiduría para no relajarnos después de la batalla.

2. Enorgullecernos por lo obtenido. (versículo 14)

El orgullo es una manifestación de autosuficiencia. Cuando pensamos que es con nuestras propias fuerzas, el enemigo aprovecha para tomar autoridad y revancha contra nuestras vidas.

La vanagloria es uno de los grandes peligros de la tierra prometida: vanagloriarnos de lo que tenemos, de lo conseguimos, como si el pueblo de Israel no hubiera necesitado que Dios abriera caminos, que interviniera. Si no fuese por Dios, ellos no habrían visto la tierra prometida. Es Dios el que nos permite vencer y que nos mantendrá en victoria.

La humildad nace de reconocer la necesidad que tenemos de las fuerzas que vienen del Señor. Humildad y dependencia es el combo que debemos aprender en el desierto, porque los procesos sirven para eso. Este es el fin y propósito de todos los desiertos que vivamos. Manifestar humildad, renunciar al orgullo y a la autosuficiencia, dependiendo de forma absoluta de Su mano en nuestras vidas. Todo lo recibimos por gracia, misericordia y fidelidad de Dios.

3. Olvidarnos que el Señor es la fuente de nuestra victoria y provisión. (Versículo 18.)

El Señor les recalcó que “recordaran”, porque con mucha facilidad tenemos amnesia espiritual. Cuando llegamos al momento de victoria, no podemos olvidarnos de lo que Dios algún día hizo por nosotros y con nosotros. Necesitamos encontrar maneras de recordar y meditar en la fidelidad de Dios, porque el enemigo opera buscando hacernos olvidar y robar nuestro testimonio. No podemos olvidar del Egipto de donde nos rescató, de lo que transformó en nuestras vidas y en nuestras familias.

Su palabra, sus promesas, y aún los testimonios son elementos fundamentales en esta memoria constante. Recordar la fidelidad profetiza sobre nuestro futuro, visionando nuevas victorias. Esta es una promesa, y es que si Dios está con nosotros y nos mostró su fidelidad la vamos a ver en mayor medida. Para no olvidarnos de todo lo que Dios hizo debemos vivir con un corazón agradecido, alabarlo por las bendiciones que tenemos todos los días, sabiendo que Él es la fuente de bendición. Si hemos vencido, crecido, avanzado y derrotado gigantes ha sido a causa del inmenso amor de Dios. Las personas agradecidas son las que más lejos llegan siempre. No permitamos que la queja y el desagradecimiento se apoderen de nuestras vidas, como le pasó al pueblo de Israel en el desierto.

El desierto tiene un principio y tiene un final, así que fortalécete en las fuerzas del cielo siempre. ¡La tierra prometida nos está esperando!

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

Pastor David Decena

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