Pancitos Ester: realiza panes artesanales desde hace ocho años y hoy es un furor entre sus clientes de San Vicente

Hace nueve años, Ramona Ester Willing empezó a cocinar panes caseros en un horno de barro. Oriunda de San Vicente, su primer lote fue de doce panes. Tras actualizar su equipo y experimentar con nuevas recetas, hoy ella asegura que “no da abasto” con la cantidad de pedidos.

Pero nada de esto sería posible sin una razón para levantarse todas las mañanas, tan temprano. Según la emprendedora, en su caso esta razón es el amor por lo que hace. “Me encanta, no tengo ni sueño. Ahora ya tengo mi local—yo estoy ahí y no tengo sueño”, sostuvo.

“Gracias a Dios que es un éxito”, comentó. Ocho años estuvo usando dos hornos de barro para mantenerse al tanto del creciente números de interesados en sus recetas, uno con capacidad para quince panes y otro para veintiséis. Esperanzada con los buenos resultados, logró inventar un nuevo tipo de pebete que se convirtió en una sensación local. “Saco diez kilos por vez y lo vendo por kilo”, comentó.

Actualmente ya superó la necesidad de usar los dos hornos de barro, ya que logró instalar dos hornos pizzeros con los que continúa realizando el trabajo, que a veces llega a requerir más de 40kg de harina por día. “Me levanto a las 2 para hacer las masas, y después hay que esperar una hora para levar, y después se moldea y hornea”, explicó.

 

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Este trabajo lo hace sola, aunque confesó que está pensando en buscar ayuda. “Estoy pensando en tener un ayudante porque no doy abasto. La demanda es mucha”, manifestó. No solo en la cocina ella es la única presente, sino que también en el área de ventas y distribución. Su emprendimiento es uno verdaderamente unipersonal. “Me encanta salir a hacer las entregas”, afirmó.

Willing empezó a hacer las distribuciones al mismo tiempo que comenzó con su emprendimiento, haciendo uso de una moto. “Tenía un canasto atrás y allí llevaba los panes, entraban doce y sobre el mango llevaba las prepizzas”, recordó. Para terminar de completar la entrega de todos los pedidos, se requirieron muchas veces de dos a tres viajes.

Aparte de conseguir ayudantes, su próxima meta es conseguir un horno rotativo, aunque conservando lo artesanal de su cocina, una de las características que distinguen al negocio. “Quiero hacer pan casero, sin químicos ni nada. Hacer lo mío”, afirmó. Sus clientes también incluyen a otros negocios, que compran sus panes con el objeto de revenderlos.

El éxito del emprendimiento llevó a que Willing ni siquiera pueda elegir un producto y llamarlo “el más exitoso”. “La verdad, todos son los preferidos”, aseveró, conforme. “Hay personas que quieren el caserito, de 800g, y otros que quieren sólo el pan”, explicó.

Su jornada suele terminar alrededor de las 12:30, mientras que durante la tarde, se dedica más bien a ponerse al corriente con los pedidos para el siguiente día. “La masa y la prepizza las hago a la tarde, porque al siguiente día no pienso hacer todo”, contó.

Willing tiene un marido, una hija de doce, y una nieta de diez. “A la mañana las llevo a la escuela. De ahí vuelvo a mi trabajo y después salgo de reparto”, explicó. Para las 11:45, ya está de vuelta en la escuela para buscar a su hija de nuevo, y así de lunes a viernes. “Duermo sólo tres o cuatro horas, nada más. Me encanta hacer lo que hago”, concluyó.

Pancitos Ester 

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