Mirar nuestras creencias, para decidir qué hacemos

Como seres humanos, necesitamos un sistema de creencias pero, a la vez, nos podemos deshacer de ellas o crear de manera consciente unas nuevas. Las creencias pueden coincidir o no con la realidad y revisarlas periódicamente nos posibilita “chequear” lo que nos estamos diciendo, ya que puede que nos cierren o nos abran posibilidades, que nos potencien o nos limiten. 

Las creencias pueden coincidir o no con la realidad, pueden ser propias o de otras personas (generalmente las traemos desde la infancia porque las escuchábamos en el ámbito familiar o en los primeros sistemas en los que interactuamos), y revisarlas periódicamente nos posibilita “chequear” lo que nos estamos diciendo, ya que puede que nos cierren o nos abran posibilidades, que nos potencien o nos limiten.

Hay creencias de “capacidad” (entonces creo que tengo la suficiente como para cumplir con mis objetivos financieros, académicos, de estar en pareja o criar hijos sola/o… o no), de “posibilidad” (de salir de donde estoy, de soñar en grande…) y de “merecimiento” (si me creo capaz de recibir eso que llega a mi vida o de buscar lo que deseo, aunque el resto me diga que soy egoísta por ejemplo).

Lo que sucede con las creencias, es que están arraigadas y muchas veces, queremos mantenerlas. De ésta manera, justificamos una conducta o un pensamiento y caemos en nuestra propia trampa, ya que esa justificación, lejos de permitirnos cambiar, refuerza el comportamiento.

Nosotros mismos, inconscientemente, hacemos que los resultados sean equivalentes a lo que creemos, como manera de afianzarlas y terminamos diciendo… “yo lo sabía”, “era lo que iba a pasar”, “yo te avisé que iba a ser así” cuando el resultado coincide con nuestra “predicción” y cerramos todo tipo de posibilidad de hacer las cosas diferentes.

Algunas creencias, que nos hacen sufrir, son: “A la gente buena sólo le pasan cosas buenas”; “los pobres son honrados”; “los ricos no son buena gente”; “para tener éxito hay que trabajar duro”, “lo primero es la familia”, “la vida es injusta”; “tenés que ser fuerte”;
“el verdadero amor perdona”.

Y así, nos vamos creyendo ideas, se nos convierten en reglas de funcionamiento y nos obligamos a cumplirlas sin tener en cuenta lo que nos cuesta, el precio que pagamos o lo frustrante que es no poder hacerlo.

Las creencias

Por otra parte, muchas veces, exigimos a otros que actúen de acuerdo a esto que decimos y lastimamos o descalificamos cuando creen otra cosa.

¿Te pusiste a pensar si los motivos por los que sufrís tienen que ver con alguna creencia que está muy arraigada?

¿Y si cambiamos nuestras creencias? La invitación es a descubrir cuáles tenemos. Te doy una pista: muchas veces están asociadas a dichos populares que usas en la vida cotidiana.

Y la buena noticia es que, si querés obtener otros resultados, podés comenzar a cambiar lo que crees, reemplazándolas por otras que te permitan curar heridas, ser más amorosa/o con vos misma/o, darle lugar a tu corazón.

¿Reconocés alguna creencia que tenés?, ¿es tuya o la repetís porque te criaste con esa idea?, ¿te sirve hoy?

¿Para qué la sostenés en el caso de que te limite?

creencias

Ahora que la ves, ¿qué vas a hacer? Podés eliminarla, desarmarla y crear una nueva o seguir sosteniéndola hasta que la vuelvas a chequear.

Si precisás reconocerlas, estoy para acompañarte.

Ester Inglese.

Coach Ontológico Profesional Acreditado.

Instagram ester.inglese

Además...

ULTIMAS NOTICIAS

Columnas