Reflexión del Pastor Guillermo Decena: «La fe de Ezequías IV»

El Pastor Guillermo Decena dijo que "seguimos meditando en la interesante vida de Ezequías, rey de Judá. Un rey que hizo las cosas bien y podríamos decir que actuó bien delante de Dios y del pueblo de Judá. Veamos más de esta historia en la Palabra de Dios".

Pero el planteo que nos habíamos hecho es qué sucede cuando la persona hace las cosas medianamente bien y le suceden cosas malas, pues a los 39 años casi muere y a los 54 años murió, partiendo muy joven. Debemos entender la existencia de una herencia espiritual con maldiciones familiares que no podemos ignorar.

Por tanto, si decimos que “solamente fue la voluntad de Dios” y no indagamos en las cosas profundas de la Biblia, podemos estar perdiéndonos de victorias que Dios quiere darnos a través del conocimiento de su Palabra. “…mi pueblo pereció, por la falta de conocimiento… (Oseas 4:6”).

Es por esto que debemos volcar nuestro corazón a meditar en las profundas revelaciones de las Sagradas Escrituras, pues Dios el Creador nos advierte a través de ellas.

El Pastor Guillermo Decena explicó que «debemos ver las diferentes fuentes de maldiciones generacionales que van a perjudicar nuestra vida, como perjudicaron seguramente a Ezequías. Pues por más que tengamos fe, ésta va a ser obstaculizada por la autoridad de los demonios y nos puede traer graves daños».

«Como el gorrión en su vagar y como la golondrina en su vuelo, Así la maldición nunca vendrá sin causa» (Proverbios 26:2).

– La ingratitud:

Una causa de maldición generacional es la ingratitud: «El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa» (Proverbios 17:13).

La ingratitud es una forma de olvido y desprecio por el bien recibido. Nos hace olvidar a aquellos que nos ayudaron y beneficiaron, que estuvieron con nosotros en el momento de la prueba. Esto no reconoce el mérito ajeno ni los favores que recibe, muy lejos de ello, los ignora, y actúa como si nunca hubiera recibido ayuda.

El primer ingrato fue el mismo satanás, quien olvidando a su creador, quiso usurpar su lugar, traicionándolo y pagando mal por el bien. Y esto lo contagió a la humanidad.

Hay cristianos que por ignorar la Palabra de Dios, son ingratos y se olvidan de los que en un momento de prueba le ayudaron, toman caminos de ingratitud y no se dan cuenta de lo terrible que es esto, pues le abren la puerta a la maldición. “El mal no se apartará de su casa”… ¿qué tipo de mal? Este puede ser económico, laboral, emocional, de salud etc.

Nunca debemos olvidar que la traición, dando mal por el bien que le han hecho, es algo orquestado en el mismo corazón del demonio. La maldición está decretada para aquellos que por el bien que le han hecho devuelven mal. Es por esto que a muchos creyentes, la fe no les alcanza para alcanzar victorias duraderas.

Pero veamos otro texto bíblico que describe la maldición para el desagradecido:

«Oh Dios de mi alabanza, no calles; Porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí; Han hablado de mí con lengua mentirosa» (Salmo 109:1-5). Fíjense que él les dio amor, pero les pagaron con odio, le pagaron con mal por el bien que él le había dado.

David clama a Dios con dolor en el corazón por la traición que ha recibido. Fíjense que le maldecían a pesar que él les había bendecido. La consecuencia de esto es maldición generacional así que no la podemos ignorar.

Veamos lo que el Espíritu Santo sigue diciendo de la consecuencia de pagar con el mal por el bien recibido: «Pon sobre él al impío, y satanás esté a su diestra» (Salmo 109:6). Dios pondrá al malvado como autoridad sobre él, y esto es una opresión, pero también Satanás estará a su lado, siendo oprimido por seres humanos y oprimidos por el enemigo y esto sí que es maldición.

«Cuando fuere juzgado, salga culpable; Y su oración sea para pecado» (Salmo 109:7). Dice que no habrá misericordia para esa persona, como no hubo misericordia para satanás, y esto es terrible. Además declara que la oración no será escuchada y esto sí que es un problema.

Algunos dicen “ore Ud. que Dios le escucha”, en vez de ver por qué Dios no les escucha a ellos. A esto se refiere Jesús cuando dice buscamos, vamos a encontrar. Sería muy bueno cada cristiano indague en sus antepasados las trabas que tiene para una vida plena.

«Sean sus días pocos; Tome otro su oficio» (Salmo 109:8). Atención que esto le aconteció a Ezequías y también a su padre: vivieron pocos años. Para ellos fue más fácil resignarse que buscar respuestas en la Palabra de Dios.

«Sean sus hijos huérfanos, Y su mujer viuda» (Salmo 109:9). Destrucción familiar. Con demasiada frecuencia se escuchan estos casos y lamentablemente no se reconoce el pecado de ingratitud que desata este tipo de maldiciones. Orfandad y viudez pueden ser consecuencia de haber devuelto mal por el bien que se les hizo en el pasado.

¡Y esta ignorancia lleva a decir a algunos “por qué Dios lo ha permitido”! Es por esto que deberíamos volcar nuestra vida a indagar en la Palabra de Dios.

«Andén sus hijos vagabundos, y mendiguen; Y procuren su pan lejos de sus desolados hogares» (Salmos 109:10). La maldición de mendicidad en las generaciones venideras se opone a la promesa que dice “no he visto a justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan…”.

Nos damos cuenta entonces que las cuestiones espirituales fácilmente pasan de generación en generación.

«Que el acreedor se apodere de todo lo que tiene, Y extraños saqueen su trabajo» (Salmo 109:11). Los problemas de deudas pueden ser causados por este tipo de maldición. También robos, hurtos que lamentablemente pueden ocurrir.

«No tenga quien le haga misericordia, ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos» (Salmo 109:12- 15). Todo esto es tremendo, pero tristemente es una realidad, y no debemos dejar de orar para que se quebrante todo tipo de maldición generacional, fruto de haber pagado mal a todo el bien que se le ha hecho.

Al mismo Señor Jesús le sucedió lo mismo, de manera que el llevó el dolor de que paguen mal por el bien y cargó toda deslealtad y traición para sanar todo corazón, porque esta dolorosa situación es parte de la misma vida.

El demonio impulsa la traición para que muchas personas se vuelvan desconfiadas, rencorosas y amargadas. Pero Jesús quiere traer sanidad al corazón roto.

Al Señor le sucedió con Judas, el hijo de la perdición. Este lo traicionó después de dedicarle horas, de darle mucho amor y de bendecirle con sus palabras ¿Le parece esto familiar? Claro que sí, esto sucede en el ministerio cristiano, es por ello que tenemos que enseñarlo y advertirlo.

Pero mire cómo analizaron los apóstoles a la ingratitud y traición de Judas: «Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús…» (Hechos 1:16-20).

Así mismo, el Espíritu Santo advierte que esto es darle lugar al destructor para que tome autoridad en la persona. No es que Jesús lo rechazó, fue Judas mismo quien tuvo la oportunidad y no la aprovechó, no valorando el privilegio de ser bendecido directamente por el enviado del cielo.

Judas eligió el camino de la perdición. Amó la maldición, y ésta le sobrevino (Salmo 109:17). Debemos orar pidiendo perdón por toda forma de ingratitud en nuestra vida y en nuestra familia, aún pidiendo perdón por este tipo de pecado de nuestros antepasados.

Hay que darse cuenta que el pecado es maldición en la vida de la persona, por eso nos invita a dejar el mal y esté no tendrá autoridad sobre nosotros.

«Ustedes dicen: El Señor es injusto. Pero escucha, pueblo de Israel: ¿En qué soy injusto? ¿No son más bien ustedes los injustos? Cuando el justo se aparta de la justicia, cae en la maldad y muere, ¡pero muere por su maldad. Por otra parte, si el malvado se aleja de su maldad y practica el derecho y la justicia, salvará su vida. Si recapacita y se aparta de todas sus maldades, no morirá sino que vivirá» (Ezequiel 18:25-28).

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

Pastor Guillermo Decena

Centro Familiar Cristiano Eldorado

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