Estrés, alteraciones de horarios y sedentarismo: un entorno que favorece la obesidad

La obesidad es una enfermedad crónica no transmisible considerada una pandemia debido a su gran y creciente prevalencia a nivel mundial, cuyas causas son múltiples, siendo los factores de riesgo más comunes los malos hábitos alimentarios, el sedentarismo y aspectos relacionados a lo emocional y psicológico, entre tantos otros que podríamos mencionar. 

 

La falta de pautas alimenticias adecuadas, las alteraciones de horarios y jornadas laborales, el sedentarismo, y otros factores relacionados al desarrollo tecnológico son algunas de las causas que contribuyen a generar un ambiente obesogénico, es decir, un contexto que favorece el aumento de peso y sus complicaciones. 

 

Un aspecto a destacar en este contexto es la alteración de los ritmos de actividad y descanso, con la combinación de pocas horas de sueño nocturno y el sedentarismo hace que los ritmos vitales y los hábitos estén descompensados, provocando cambios importantes, como, por ejemplo, en la liberación de ciertas hormonas implicadas en la regulación del apetito: la leptina y la ghrelina. Esta comprobado que las personas que duermen menos de 5 horas, comparado con aquellas que duermen entre 7 y 8, producen mayores niveles de grelina y un descenso de leptina. Esta primera hormona, es sintetizada principalmente por el estómago, cuya función es informar al cerebro de que el cuerpo debe alimentarse. Así, su nivel aumenta antes de comer y disminuye después de la alimentación. Y la leptina, por su parte, es secretada en el tejido adiposo (grasa corporal) y pasa a la sangre, por donde viaja hasta el cerebro y otros tejidos, causando pérdida de grasa, disminución del apetito u otras funciones.

 

Entonces, la consecuencia más importante de estas alteraciones neuroendocrinas es el aumento del apetito, especialmente por alimentos hipercalóricos y ricos en hidratos de carbono, para intentar sustituir la energía que no se recuperó por la falta de un sueño reparador.

 

Por otra parte, el estrés produce mayor liberación de adrenalina y el cortisol. Si bien, el estrés es una respuesta fisiológica de nuestro organismo ante situaciones de peligro, cuando se vuelve crónico, comienza a ser perjudicial pudiendo provocar ansiedad, depresión, problemas digestivos, dolores de cabeza, cardiopatías, problemas de sueño, aumento de peso, deterioro de la memoria y la concentración, entre otros. 

 

Respecto al cortisol particularmente, también provoca un aumento de insulina, que suele ir acompañado de un incremento del apetito. Este proceso, además, favorece el almacenamiento de grasa corporal, principalmente a nivel abdominal, lo cual predispone a alteraciones de colesterol en sangre, resistencia a la insulina e hipertensión arterial, siendo un “combo” de alto riesgo cardiovascular. 

 

El sedentarismo produce un menor gasto energético diario, disminución de masa muscular y aumento de grasa corporal, lo cual, sumado a todo lo anterior, contribuye a perpetuar el sobrepeso y la obesidad, aumentando todos los riesgos metabólicos explicados anteriormente. 

 

Lic. Romina Krauss-Nutricionista

M.P. n° 147

Turnos: 376 5041351

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