Reflexión del Pastor Guillermo Decena: «Pecados ancestrales II»

El Pastor Guillermo Decena expresó que "la historia humana está entretejida de mentiras y estrategias para engañar. Pero los cristianos debemos tomar conciencia de las consecuencias de este pecado tan habitual como peligroso, que desata consecuencias en las próximas generaciones. Veamos lo que nos dice la Palabra de Dios".

Desde el principio, el engaño fue fundamental para desatar la maldición sobre la humanidad, cuando Satanás miente a Adán y a Eva. «Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho No comáis de todo árbol del huerto?» (Génesis 3:1-5).

En su propósito de unirse con el hombre en su rebelión contra Dios, Satanás utilizó su arma más poderosa: la mentira. Le mintió a Eva, logrando hacerla creer que Dios era mentiroso, cuando le dice: “No moriréis, sino que sabe Dios el día que de él comiereis seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.

El maligno aún utiliza la palabra de Dios y la cambia para que el hombre le crea a él y no a Dios. El engaño es una estrategia maligna para dominar y conquistar, pero la verdad puede contra toda artimaña maligna.

La historia humana está entretejida de mentiras y estrategias para engañar. Lo más grave es que en muchos sectores de la sociedad esta tan instalado el engaño que es una forma de trabajar, un estilo de vida y hasta una manera de subsistir. Pero los cristianos debemos tomar conciencia de las consecuencias de este pecado tan habitual como peligroso, que desata consecuencias en las próximas generaciones.

El Pastor Guillermo Decena destacó algunos puntos:

– El engaño como pecado ancestral.

«Ve, y reúne a los ancianos de Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto» (Éxodo 3:16).

Dios es un Dios de generaciones y la vida de Abraham, Isaac y Jacob son un mensaje para aprender en cuanto a la herencia espiritual. La herencia es algo que usted no elige, es lo que sus padres le dejan. De esta forma, analicemos la descendencia de Abraham hasta la tercera y cuarta generación. La secuencia fue: Abraham, Isaac, Jacob y José, y un pecado que pasó de generación en generación en esa familia.

En una ocasión, Abraham fue a Egipto a fin de conseguir comida, y cuando el faraón vio a Sara, la esposa de Abraham que tenía una belleza singular, quiso tomarla. La costumbre de esa época era que, si el faraón quisiera tomar a una mujer casada, el marido era asesinado. Así que Abraham omitió el matrimonio, solo dio parte de la información, diciendo que Sara era su hermana, y lo que era una media verdad, pero no contó que también era su esposa.

Curiosamente, Dios libró a Abraham y a Sara de todo mal y fueron salvados de semejante complicación. Por otro lado, Isaac, hijo de Abraham y Sara, pasó por una situación semejante con otro rey llamado Abimelec. Isaac temía que ese rey lo matara a causa de la belleza de Rebeca y mintió, como lo hizo Abraham. Parecía que la situación increíblemente se repetía.

Posteriormente, Isaac fue víctima del engaño por parte de Rebeca, quién ayudó a su hijo Jacob a conseguir la herencia de la primogenitura, en lugar de su hermano primogénito Esaú.

Jacob le mintió a su padre ya ciego haciéndose pasar por su hermano. Más tarde, Jacob fue engañado por su tío y suegro, Labán. Siendo ya anciano, Jacob también fue engañado por los hijos, cuando le dijeron que José había muerto. Jacob no sabía que sus hijos organizaron el complot contra José y lo vendieron como esclavo y le dijeron una mentira, que habían encontrado su ropa ensangrentada y que seguramente un animal lo había matado. Finalmente, ese mal hábito fue quebrado con José, quien fue un hombre íntegro y siervo de Dios, y eligió la verdad, rompiendo la maldición familiar.

– Los gabaonitas.

«Ahora, pues, malditos sois, y no dejará de haber de entre vosotros siervos, y quien corte la leña y saque el agua para la casa de mi Dios» (Josué 9:19-23).

La maldición vino por la mentira y el engaño, y se trasmitiría a las próximas generaciones. Serían esclavos y servidores del templo, pero no participaría del culto, estarían allí pero no serían de allí. Rozarían la gloria, pero no sería para ellos. El engaño trajo la maldición de estar, pero no poder disfrutar como pueblo de Dios.

La mentira nos excluye de la gloria de Dios. Estaremos cerca pero no podremos disfrutar de su bendición, será para cualquiera menos para nosotros. Ellos habían dado su palabra y su palabra se cumpliría, juraron respetar su vida y su vida iban a respetar, contrariamente a los gabaonitas que usaban la mentira y el engaño como forma de vida.

Muchas veces podemos experimentar esto en nuestra vida y en nuestros hijos. Pueden ir a la iglesia, pero no llegar a participar de la gloria de Dios, estar cerca pero nunca dentro. Tal vez estar cantando o tocando un instrumento en la casa de Dios, pero no poder recibir en plenitud. Esa es la maldición de la mentira y el engaño.

«Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia» (Efesios 6:14).

La Biblia nos enseña que la mentira es pecado y que no existen niveles de mentiras. Toda mentira es pecado, para Dios toda mentira es igual y la Biblia no distingue en “tamaño” de mentira.

– El padre de la mentira.

«Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira» (Juan 8:44).

La mentira es pecado porque es causada por el diablo, impulsada y promovida por el maligno y sostenida por él. No podemos tomar esto livianamente. Recordemos a Ananías y Safira, quienes mintieron al Espíritu Santo y cayeron muertos ese mismo día.

«Y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles» (Hechos 5:1-5).

– Los mentirosos serán condenados eternamente.

«Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda» (Apocalipsis 21:8).

Una de las razones del por qué el ser humano puede ir al infierno es que la mentira es engendrada en el infierno, y Jesucristo es el Señor de toda verdad. 
Toda persona que practica y vive en la mentira, debe saber que su lugar final será el lago que arde con fuego y azufre, juntamente con el diablo y sus demonios. Así es que mejor, pidamos perdón a Dios por los pecados propios y de toda nuestra familia y seamos libres de toda maldición generacional.

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

Pastor Guillermo Decena

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