Reflexión del Pastor Guillermo Decena: «El pecado de la codicia II»

El Pastor Guillermo Decena expresó que "podemos afirmar que el tema de la codicia es terrible ya que genera e impulsa una tremenda avalancha de pecado, que muchas veces no se puede detener y le lleva a la persona al desastre espiritual y moral. Veamos lo que dice la Palabra de Dios".

El Pastor Guillermo Decena expresó que «podemos afirmar que el tema de la codicia es terrible ya que genera e impulsa una tremenda avalancha de pecado, que muchas veces no se puede detener y le lleva a la persona al desastre espiritual y moral. Veamos lo que dice la Palabra de Dios».

“No codicies la casa de tu prójimo, ni codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca” (Éxodo 20:17 – NVI).

Este mandamiento se refiere a la atracción desmedida por las cosas materiales de una manera enfermiza y obsesiva. Este mandamiento es importantísimo, porque Dios conoce el corazón de sus criaturas y entiende las consecuencias que esto tiene en el ámbito espiritual, pues a partir de la codicia se desprenden un sinnúmero de pecados o actitudes pecaminosas.

La codicia es la base de pecados como la envidia, el descontento, la queja; apaga la fe y el primer amor, y distorsiona los valores morales. Podemos afirmar que el tema de la codicia es terrible ya que genera e impulsa una tremenda avalancha de pecado, que muchas veces no se puede detener y le lleva a la persona al desastre espiritual y moral.

Codicia significa “poner el corazón sobre: anhelar, desear”. El deseo no es malo, es la ansiedad y el pensamiento negativo en cuanto a las cosas materiales lo que en diversos momentos se puede volver tremendamente nocivo.

“Y vió la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6).

De más estaría decir que lo que vino después es una avalancha de sufrimientos y desgracias que inundó a toda la humanidad. Es por esto que deberíamos revisar este pecado, examinando nuestros pensamientos y comportamientos, para evitar lágrimas innecesarias.

Cuando vamos al Antiguo Testamento, vemos un ejemplo emblemático para analizar este pecado sutil, pero que trae tantas maldiciones, y es el caso Acab en la viña de Nabot. (1Rey 21:5 – 21:17-23)

“Y Acab dijo a Elías: ¿Me has hallado, enemigo mío? El respondió: Te he encontrado, porque te has vendido a hacer lo malo delante de Jehová” (1Reyes 21:20).

Si las personas supieran las maldiciones que trae la codicia jamás darían lugar a esto. Los que son justos deberían confiar en el Señor, pues las leyes espirituales siempre nos alcanzarán. Es por esto que deberíamos prestar atención a la enseñanza de Jesús cuando dice en forma de exhortación:

“(…) Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud” (Lucas 12:28-31).

Hay un ejemplo extraordinario en el propio círculo íntimo de Jesús, en uno de los 12 apóstoles, acerca de la maldición que trae la codicia: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).

Cristo no le estaba hablando a una multitud de personas, sino solamente a sus discípulos (Mateo 5:1). Judas Iscariote sabía perfectamente qué quería decir Jesús cuando dijo: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13).

Pero Judas no creía lo que Jesús expresó, tenía los oídos bloqueados por la codicia. Cada uno interpreta la palabra del Señor como puede, y algunos como quieren. Judas tenía un grave problema en relación a los bienes materiales. Su corazón estaba dividido y “el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:8).

Pero podemos decir varias cosas de Judas. Primero, que la codicia de los bienes materiales te hace caer en desgracia delante de la gente y delante de Dios. Judas Iscariote es recordado entre los codiciosos más grandes en la historia de la humanidad como el hombre que traicionó a Jesús por 30 monedas de plata (Juan 17:12; II Pedro 3:7; Apocalipsis 17:8, 12).

Sin embargo, Judas Iscariote no comenzó como un traidor, sino que Jesús lo llamó con los otros 11 discípulos. Él está incluido con ellos cuando Jesús: “…estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios” (Marcos 3:14-15). Judas predicó. Se le delegó autoridad para sanar enfermedades y echar fuera demonios. Evidentemente empezó bien y terminó mal, por eso al principio no era traidor sino que llegó a ser traidor.

Judas tenía un agudo sentido de los valores financieros, pero no un entendimiento de los valores espirituales. Cuando Jesús y los discípulos fueron a cenar a casa de Lázaro y sus hermanas, María y Marta. En un momento, María tomó una libra de perfume muy costoso, y ungió los pies de Jesús (Juan 12:3). A lo que Judas protestó: “¿Por qué no fue este perfume vendido por 300 denarios, y dado a los pobres?” (Juan 12:5.) Es entonces que las Escrituras nos dan el defecto en el carácter de Judas, el pecado principal de su corazón: “Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Juan 12:6.)

Judas había sido designado tesorero de los discípulos. Él llevaba la bolsa y mantenía la cuenta de todo el dinero que los discípulos tenían consigo. Aquí se nos da el pecado principal de su corazón. Él era codicioso, era un amante del dinero (1 Timoteo 6:9-10).

Judas representa a una persona de formas religiosas que no tiene a Cristo en el corazón. Él sin duda seguía a Jesús porque creía que en ello habría dinero para él. De repente, cuando las cosas se acercaron al final, andaban mal y “por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos” (Juan 11:54). Es por esto que toma una decisión impulsada por el espíritu de codicia: “Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle” (Mateo 26:14-16). EnÉxodo 21:32, treinta piezas de plata era lo que la ley exigía como el precio de un esclavo matado por el buey de algún vecino. Judas había tomado su decisión. Serviría al dinero en lugar de Dios.

He visto eso suceder con frecuencia. He estado ya muchos años en el ministerio, y he visto a algunos creyentes actuar como Judas, pero los frutos nunca serán buenos, y terminarán apagándose en la fe. Por algo Jesús dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33)

“Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.” (Juan 6:70-71). Al final de la cena del Señor, el diablo le dijo a Judas qué hacer. Mientras Judas se sentó a la mesa con Jesús y los discípulos, “Satanás entró en él” (Juan 13:27), y Judas “luego salió; y era ya de noche” (Juan 13:30).

Esto es algo que sucede con frecuencia. El diablo empieza a tentar a alguien, diciéndole: “Vas a perder algo. Te costará algo de dinero. Deja de ir a esa iglesia”. El diablo pone y tuerce ese pensamiento en su cabeza una y otra vez. Entonces, de repente, entra en él – y se va fuera – fuera de la iglesia – hacia la noche, y no lo volvemos a ver nunca más.

Judas no se arrepintió y fue “entregado a una mente reprobada” (Romanos 1:28). Cuando Dios te entrega, no puedes ser salvo. Antes de que sea demasiado tarde para ti, antes de que el Espíritu de Dios te deje para siempre, te ruego que sueltes tu codicia mundana por el dinero y la seguridad de una vida fácil.

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

Pastor Guillermo Decena

Victory Church

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas