Reflexión del Pastor Guillermo Decena: «Pecados ancestrales»

El Pastor Guillermo Decena expresó que "La lección que nos deja Nehemías en Nehemías 1:1-6, es presentar ayuno y oración, reconociendo las faltas propias y hacerse cargo de los pecados de la familia, presentándolos también delante de Dios. Veamos lo que dice la Palabra de Dios".

Cuando estamos hablando de pecados que son pasados por alto o no considerados importantes, no debemos olvidarnos de los pecados de nuestros antepasados. Muchos no lo tienen en cuenta, porque lo ignoran y otros directamente los niegan. Pero sea como sea debemos poner nuestra vida en las manos del Señor y trabajar en oración para llegar a ser libres de toda influencia que nos limite como cristianos.

Pero veamos qué dice la Biblia en el libro de Nehemías: “Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. ” (Nehemías 1:1-6)

La lección que nos deja Nehemías es presentar ayuno y oración, reconociendo las faltas propias y hacerse cargo de los pecados de la familia, presentándolos también delante de Dios.

Los pecados ancestrales son los pecados cometidos por los antepasados, que son tendencia en toda la familia y que traen consecuencias en las generaciones posteriores. Esto es una de las maneras cómo los espíritus familiares se perpetúan de generación en generación, trayendo percances, ruina, miseria, y hasta enfermedades.

Nadie puede negar esto, porque desde Adán y Eva se desató una herencia, de la cual nadie puede escapar y que trajo maldición a toda la humanidad. Pero cuando vamos a la familia deberíamos analizar los errores del pasado y hacer un arrepentimiento total y verdadero. Como en todas las historias del antiguo pacto, encontramos en la historia de Nehemías una ilustración maravillosa para declarar que no hay reconstrucción espiritual posible sin el arrepentimiento de los pecados propios y de la familia. Podemos ver que cada uno se tiene que arrepentir de sus propios pecados para ser perdonado, pero las consecuencias de los pecados son impredecibles en términos familiares y de herencia espiritual. Las leyes espirituales son una maquinaria imparable y misteriosa que solo la intervención de la misericordia de Dios puede parar.

La historia de Nehemías y muchas enseñanzas más de la Biblia, nos confirman que los pecados de los antepasados nos alcanzan y que haríamos bien en pedir perdón a Dios por las ofensas y blasfemias de nuestros mayores. Además, debemos pedir a Dios ayuda para que se rompan esas cadenas de maldiciones para quitar toda autoridad maligna sobre nuestra vida y familia.

En este marco, el Pastor Guillermo Decena enfatizó sobre algunos puntos:

1. La Herencia.

El diccionario define a la herencia como la transmisión de determinados caracteres o propiedades de padres a hijos y, en general, de antecesores a descendientes. En la herencia intervienen factores biológicos, psicológicos y espirituales. “(…)que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.” (Éxodo 34:6-7)

El tema de la herencia es una enseñanza muy importante en el Antiguo Testamento. La iniquidad de los padres puede heredarse, incluso sus efectos para con sus hijos, nietos, hasta la cuarta generación. Es necesario romper con las maldiciones y la herencia espiritual desde la cuarta generación hasta llegar a la actualidad. Trabajemos en esto pidiendo a Dios revelación. Renunciemos y rompamos toda herencia espiritual que hayamos podido heredar, que se observe en nuestra conducta, prácticas y aun los conceptos espirituales de nuestros padres, abuelos y hasta la cuarta generación y que nos fueron transmitiendo.

 

2.- Batallas ganadas y batallas perdidas.

Nuestras batallas espirituales ganadas son victorias que nuestros hijos las disfrutarán, pero las batallas que no ganamos las van a tener que pelear nuestra descendencia. La herencia espiritual es una poderosa ley de la cual nadie está excluido. Todo lo que sucede espiritualmente en nuestra vida va a repercutir a la próxima generación. En el linaje de David podemos analizar este tema. Cuando traspasa el reino a la próxima generación, en manos de su hijo Salomón, se observa algo sorprendente: no hay batallas, porque todas las batallas necesarias las había peleado David, de manera que cuando toma la posta Salomón, solo se dedica a edificar, y expandir el reino sin esfuerzos. Sucedió que la única batalla que no había vencido David era la batalla contra la lujuria. Salomón, no solamente fue vencido por ese demonio, sino que da la sensación que ni siquiera peleó.

“Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set.” (Génesis 5:3) Adán engendró a Set a su imagen y semejanza. Todas las batallas que no ganamos van a tener que ser enfrentadas por nuestros hijos y ganarlas. Si nosotros tenemos en cuenta esto vamos a poder ayudarlos en oración.

 

3.- Herencia del rechazo.

“Entonces Sarai dijo a Abram: Mi afrenta sea sobre ti; yo te di mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo” (Génesis 16:1-6). Abraham rechazó a su primogénito Ismael, aun desde el vientre de su madre. Esto es una puerta abierta en las generaciones venideras. Ismael no tenía la culpa de la equivocación de sus mayores. Abraham en definitiva prefiere a su segundo hijo, Isaac, el cual llevaría su bendición y beneplácito a la siguiente generación. “(…) Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo” (Génesis 21:9-10). Los errores de los mayores desatarán herencia negativa en las generaciones y consecuencias que no serán buena cosa para el futuro. Por esto respetemos el diseño de Dios de familia y traeremos bendición y paz para nosotros y nuestra descendencia.

Para que tengamos conciencia de la injusticia que cometió Abraham, podemos leer lo que Dios dice a través de Moisés (Deuteronomio. 21:15-17). Este párrafo declara categóricamente que el primogénito debía respetarse como tal y no importaba los sentimientos que el padre tenía hacia la madre del pequeño, o sea no lo podía rechazar.

Éxodo capítulo 13 determina que los primogénitos serían sus sacerdotes, consagrados a Jehová. Los primogénitos debían presidir la familia cuando el padre no estuviera más, y deberían ser respetados por eso. En Esaú había algo en el que le impulsaba a ir en contra de la autoridad. “Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca” (Génesis 26:34-35).

Cuando analizamos la vida de Jacob nos damos cuenta de la turbulencia de sus idas y venidas, pero a la vez la bendición de Dios no le abandonaba. Jacob tuvo muchos hijos pero con el primogénito hubo problemas. Rubén no fue lo que Jacob esperaba y al profetizar sobre cada uno de sus hijos dijo de él: “Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de mi vigor; Principal en dignidad, principal en poder. Impetuoso como las aguas, no serás el principal…” (Génesis 49:3-4). Rubén resultó ser inestable, sin dominio propio, y le faltó el respeto a su padre, pero por sobre todas las cosas el demonio parecía tener poder sobre él. Y esa herencia ancestral le jugaba en contra.

Cuando uno comienza a analizar lo misterioso que sucede en cada familia y en cada individuo puede darse cuenta que hay algo hereditario que sucede sin control. Solo cuando creemos en Jesús y tenemos el Espíritu Santo podemos ser ayudados a discernir las cosas espirituales que atan nuestras vidas. Y ser totalmente libres de las consecuencias de los pecados de nuestros antepasados.

Para terminar, cuando el hijo favorito de Jacob, José, le lleva sus dos hijos varones a su padre, Jacob, para que los bendiga, sucede esto: “(…) y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones. Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés” (Génesis 48:17-20).

Fíjese como el rechazo al primogénito se fue transmitiendo de generación en generación, hasta la cuarta generación, por el pecado de Abraham. Pero en nombre de Jesús declaramos que desde el día que entró Jesús en nuestro corazón, las consecuencias de los pecados de nuestros antepasados comienzan a revertirse, maldiciones comienzan a romperse y el enemigo recibe un decreto de que no puede actuar más en contra mía ni de mi familia, Amén y Amén!

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de completa victoria!

 

Pastor Guillermo Decena

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