“Cancelaron” a Roger Waters y lo acusaron de apoyar al nazismo: qué hay detrás de la noticia

Recientemente, muchos medios publicaron la noticia de que Roger Waters, el legendario músico inglés y ex miembro de la igualmente legendaria banda Pink Floyd, aludió en uno de sus conciertos a símbolos e ideas nazis. Muchos corrieron a catalogar este suceso como algo totalmente aborrecible, pero es necesario, antes de unirse a la muchedumbre, investigar un poco sobre su contexto.

En 1979 se publicó en Reino Unido el álbum The Wall, considerado una de las obras maestras del rock inglés y también varias veces citado como la obra maestra de la banda Pink Floyd, a veces junto con otros de sus álbumes, como Animals (1977), Wish You Were Here (1975), y The Dark Side of the Moon (1973). Estos cuatro álbumes, todos listados frecuentemente en las listas de mejores álbumes de la historia — al menos los mejores del mundo anglosajón — formaron parte de la era dorada de la banda y se caracterizaron por haberse creado bajo el liderazgo de Roger Waters, quien sucedió al anterior líder de la banda, Syd Barrett, después de que este fuera expulsado por problemas causados por su adicción a las drogas.

Al tomar Waters la batuta del futuro creativo de la banda, el estilo musical que los caracterizaba pasó de un rock psicodélico a uno más sinfónico y operático, caracterizado por piezas musicales de larga duración que poseían coherencia y cohesión como un todo unido, en vez de como una simple recopilación de canciones apartadas. En el caso de Pink Floyd, éstas obras conceptuales se fueron afinando más y más con cada proyecto emprendido por la banda, tanto así que The Wall podría hasta ser considerado como el cénit de un proceso creativo de larga data, el último de los álbumes de la banda en ser estrictamente conceptual y uno de los últimos, además, en ser creados bajo la mirada de Roger Waters.

En uno de los conciertos de Roger Waters se proyectó el nombre de Ana Frank en las pantallas.
En uno de los conciertos de Roger Waters se proyectó el nombre de Ana Frank en las pantallas.

¿Pero qué hay detrás de The Wall? Conocer esto es imprescindible para entender la controversia en la que ahora está envuelto Waters. The Wall (“El Muro,” en inglés) es un álbum conceptual que cuenta la historia de Pink, un hombre con un pasado traumático que comienza a construir un muro metafórico dentro de su mente en un intento por defenderse del sufrimiento que estos eventos, y el propio sistema social que los hizo posible, le causaron. Sin embargo, con esta construcción metafórica Pink termina aislándose del mundo y desarrollando una visión cada vez más alejada y deformada de él, lo que le da vía libre para caer en todo tipo de vicios que terminan, paradójicamente, fortaleciendo al muro. Pink, que al llegar a la adultez se convierte en una famosa estrella de rock, se dirige hacia un desastre inevitable e irreversible.

La parte de la historia contada en el álbum que más importante es para el evento que nos acomete es la que llega a partir de la canción The Show Must Go On, en la que se cuenta cómo Pink, víctima de una poderosísima alucinación, comienza a imaginarse que, en vez de ser una estrella de rock, es un dictador, y que en vez de estar en un concierto — como sucede en la realidad — está presidiendo un acto partidario nazi, con sus fanáticos tomando el rol de fervientes seguidores fascistas. Esta oscura sección de la historia se extiende casi hasta el final del álbum, acompañando a Pink a medida que éste comienza a descender en una locura todavía más profunda, pronunciado discursos racistas y hasta imaginándose como líder de una marcha nazi en Londres. Cuando llega la canción Stop, el personaje de Pink vuelve a la realidad y es abatido por un profundo arrepentimiento que lo lleva a organizar una suerte de “juicio personal.” En él se presentan varios personajes que influyeron, ya de buena forma o no, en la vida de Pink, y dan testimonios — como los testigos hacen en un juicio cualquiera — sobre su comportamiento a lo largo de sus años. Todo esto, por supuesto, teniendo lugar en su propia cabeza.

Un fotograma de la película basada en el álbum de Pink Floyd "The Wall"
Un fotograma de la película basada en el álbum de Pink Floyd «The Wall»

¿El veredicto final? Romper finalmente ese muro omnipotente y opresor, acto que da por concluido el álbum en la última de sus canciones, Outside The Wall. Pero al llegar al final de todo, el oyente se encontrará con una melodía algo familiar, su presencia denotando una posibilidad terrorífica. Es la misma que dio inicio al álbum. Si se elige repetirlo desde el comienzo, nos encontraremos con que el final de la última canción coincidirá perfectamente con el comienzo de la primera, dando a entender que nos hallamos ante un círculo vicioso que, aunque parezca acabar, nunca lo hace del todo.

Es importante asimismo hablar sobre el contexto que inspiró la creación de The Wall. El año de su lanzamiento coincidió con el de la asunción de Margaret Thatcher como primera ministra de Reino Unido, y faltaban sólo dos años para que Ronald Reagan haga lo propio como presidente de Estados Unidos. Estaba comenzando la era de las políticas austeras a lo largo y ancho del mundo. La siguiente década estaría plagada de conflictos, enfrentamientos, e inestabilidad generalizada.

En el caso de Reino Unido en particular, el enfrentamiento del Estado con el Ejército Republicano de Irlanda (conocido generalmente por las siglas IRA), una agrupación paramilitar que buscaban que Irlanda se independizase de la corona británica y establezca una república independiente, fue uno de los sucesos más importantes de la época, llegando incluso el IRA a ejecutar varios atentados contra la vida de Margaret Thatcher. Fue en ese marco que el Ejército Republicano pronunció una hoy recordada frase dirigida hacia la primera ministra: “Nosotros sólo necesitamos tener suerte una vez. Usted necesitará tener suerte todas las veces.”

Una imagen del icónico videoclip de "Another Brick in the Wall"
Una imagen del icónico videoclip de «Another Brick in the Wall»

Pero la inestabilidad se veía venir desde antes del gobierno de Thatcher, aunque su grado y naturaleza muchas veces sean embarradas por las opiniones subjetivas de variados intereses. Lo fundamental que se debe entender, empero, es que la época en la que fue publicado The Wall fue una de lucha y cambios constantes, tanto a nivel local, en el Reino Unido, como a nivel internacional, en un orden mundial que estaba presenciando las últimas fases de la Guerra Fría y los albores de una etapa de hegemonía sin precedentes. Los intereses encontrados y el shock que ya se veía venir eran, de alguna forma, la versión real de la historia de Pink: ideologías cuasi-fascistas e individualistas en alza otra vez en un contexto en el que las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial todavía se sentían a flor de piel, y en donde sus muertos vagaban como espíritus por las calles, más presentemente incluso que hoy en día. Replicando las palabras de Marx, si la Segunda Guerra fue la tragedia, aquella época fue su repetición en forma de farsa. Era una alucinación, pero no tanto. Era un trauma, pero con algunos matices que impedían su debido procesamiento. La sociedad inglesa de ese tiempo, y la mundial también, estaba rodeada de su propio muro opresor.

Es en este contexto en el que se tiene que colocar la actuación de Roger Waters que tanta controversia causó. Muchas personas autoproclamadas “justas” o “morales” fueron las primeras en saltar, pero también las primeras en malinterpretar todo el contexto, tanto de forma deliberada como no. La actuación de Waters, que sucedió justamente en la que fuera la capital del nazismo, Berlín, y los comentarios despectivos que atrajo, coinciden también, sospechosamente, con un discurso hegemónico que hace caso contrario a las opiniones y estilo que tanto caracterizan a Waters, alguien antifascista y abiertamente progresista en cuanto a ideología.

Aquí vale replicar las palabras del propio Waters en el comunicado lanzado en respuesta a la controversia: “Los elementos de mi acto que fueron cuestionados son claramente una declaración en contra del fascismo, de la injusticia, y de la intolerancia en todas sus formas. Los intentos de retratar esos elementos como algo más son insinceros y están motivados políticamente. La representación de un demagogo fascista descerebrado es una característica de mis shows desde el estreno de The Wall [en Estados Unidos] en 1980.”

Un concierto de Roger Waters
Un concierto de Roger Waters

Entonces, la simbología nazi que apareció en el escenario no queda en la superficie ni tampoco, por consiguiente, debe ser analizada como algo superficial. Tal análisis responde a una impresionante dejadez intelectual que no tiene en cuenta ni el más fácilmente investigable hecho sobre todo lo que sucedió ese día en aquel concierto. También — y teniendo en cuenta la guerra entre Rusia y Ucrania y las opiniones vastamente diferentes que Roger Waters y los demás miembros de Pink Floyd poseen sobre ella — las opiniones contrarias a las representaciones artísticas y metafóricas de Waters, y la controversia en sí, deben ser analizadas de forma cuidadosa y no apresurada, teniendo en cuenta sus contradicciones internas y, también, las fuerzas externas que pueden motivarlas para dirigirse hacia un lado o al otro. Dentro de esta última categoría entra, por ejemplo, el momento en el que nació esta controversia. ¿Por qué hoy y no el mes pasado? ¿Por qué hoy y no en 1980?

Hace poco, los miembros todavía vivos de Pink Floyd (exceptuando a Waters) se reunieron ellos solos para cantar en honor a Ucrania, e idearon The Division Bell, uno de los últimos álbumes oficiales de la banda, hecho en los años ‘90 y después de la salida de Waters, como una oda a la caída del Muro de Berlín. Esta contradicción entre Roger Waters y los demás miembros de la banda refleja una contradicción social todavía más grande y más amplia que solo la representada por este conflicto en particular; una que también se incrusta en los medios y en las redes sociales, infiltrándose de forma descontroladamente controlada en la cosmovisión de muchos y paralelizando, se podría decir, a la filtración descontroladamente controlada de ideas fascistas dentro de la cabeza de Pink, que, desesperado por liberarse de sus traumas, terminó creando muchos más. Ahora toca analizar más a fondo las cosas para romper con ese círculo vicioso e impedir, de una vez por todas, que nuestra historia vuelva a comenzar tal y como lo hace la contada en The Wall.

(Originalmente publicado en Misiones Cultural)

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