Análisis semanal: La hora de Massa y las oportunidades que se abren para Misiones

Luego de una costosa demora de cuatro semanas, el Gobierno nacional inició una nueva etapa con Sergio Massa al mando de la economía. La redistribución de cargos dejó al Presidente más debilitado que antes y al kirchnerismo intacto y con más poder. El establishment avaló el recambio, lo que le permitirá al tigrense comenzar en su nueva función en calma pero con serios e impostergables desafíos.

Demoraron casi un mes pero finalmente el Presidente y la Vice se dieron cuenta de que ni un kirchnerista ni un albertista eran opciones válidas para cubrir la vacante que dejó Martín Guzmán. La desgastante y por momentos bochornosa interna a cielo abierto que vienen sosteniendo desde hace más de un año les valió el veto de una sociedad que pide algo distinto.

Cuando el mencionado extitular de Hacienda, cansado de los palos en la rueda que le ponía el kirchnerismo, le revoleó la renuncia en la cara a Alberto y la incertidumbre escaló a niveles inusitados, el nombre de Sergio Massa se planteaba como la alternativa más obvia para agarrar esa papa caliente.

No se trata de una cuestión de conocimientos o habilidades sino de ser capaz de generar confianza en los mercados en un momento en, mal que nos pese a todos los argentinos, la economía del país se encuentra en un estado de vulnerabilidad tal que resulta imposible gobernar a espaldas del establishment financiero sin correr un serio y real riesgo de sufrir una corrida de esas que se llevan puesto a un gobierno.

El único capaz de reunir esas características dentro del Frente de Todos y que además tiene el peso político suficiente para proponerse como alternativa frente a la caótica convivencia del Presidente y su Vice era el hasta entonces socio minoritario de la alianza, Sergio Massa.

Pero ni a Cristina ni a Alberto les seducía la idea de darle poder a un animal político de reconocidas aspiraciones presidenciales. La mezquindad se impuso a la búsqueda del bien común y la designada fue Silvina Batakis.

Por más que la efímera ministra se esforzara en bajar un discurso ortodoxo, se mostrara amigable con los mercados y hasta viajara a Nueva York a rendir pleitesía al FMI, su pertenencia a La Cámpora resultó un hueso imposible de tragar para los popes del empresariado y las finanzas.

Las cotizaciones paralelas del dólar y los precios de casi todo se dispararon, las acciones, bonos y cualquier instrumento financiero que tuviera algo que ver con Argentina se desplomaron.

El cambio tampoco cubrió las expectativas de muchos gobernadores que en ON manifestaban su respaldo a la nueva ministra, pero a puertas cerradas le reclamaban al Ejecutivo nacional un cambio más profundo en el manejo de la economía.

El mensaje era nítido, pero Alberto el procrastinador  dejó que la crisis siguiera y recién cuando se vio acorralado reaccionó con la desprolijidad que impone la urgencia.

Antes de que Batakis volviera de una gira por Estados Unidos en la que había presentado sus credenciales frente a la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, y le había jurado que su designación frente al Palacio de Hacienda contaba con el respaldo total y absoluto de todas las expresiones políticas que integran el Gobierno nacional, ese mismo Gobierno comunicaba a través de un escueto comunicado que el nuevo ministro de Economía sería Sergio Massa.

No hubo cadena nacional, no habló el Presidente, ni siquiera una conferencia de prensa de la siempre locuaz Gabriela Cerruti. Solo una inexpresiva gacetilla que puso patas para arriba a todo el Gobierno.

En tres líneas, Presidencia anticipaba que Massa no solo se haría cargo de Economía sino que absorbería bajo su órbita a los ministerios de Desarrollo Productivo, de Agricultura y que además manejaría las relaciones con los organismos internacionales, bilaterales y multilaterales de crédito.

Daniel Scioli, que hacía menos de dos meses había asumido al frente de Desarrollo Productivo, presentó su renuncia no muy convencido de convertirse en secretario bajo las órdenes de Massa. Volverá a cumplir funciones como embajador en Brasil.

Por las mismas razones también pegó el portazo Julián Domínguez y dejó vacante el ministerio, ahora convertido en secretaría, de Agricultura.

“Dios los guarde”, escribió Gustavo Béliz en un papel, lo dobló en cuatro y renunció a la secretaría de Asuntos Estratégicos, cuyas funciones específicas –la relación con organismos internacionales de crédito- quedó en manos de Massa.

La depuración también alcanzó a la directora de AFIP, Mercedes Marcó del Pont, que ocupará la silla que dejó vacía Béliz.

 

¿Súper ministro?

El desembarco de Massa en el Ejecutivo como cabeza de un ministerio que agrupará funciones que se repartían en tres carteras, le valió al tigrense el mote de “súper ministro” en las portadas de los medios de periodísticos nacionales e internacionales.

Al menos desde el punto de vista de la estructura formal de Gobierno, eso de súper luce un poco exagerado porque el nuevo titular de Hacienda no tendrá más atribuciones que las que tenía esa cartera antes de que fuera loteada en varios ministerios.

Al contrario de lo que se especuló en algún momento, Massa tampoco tendrá el manejo del Banco Central, que seguirá a cargo de Miguel Pesce, ni de la AFIP, que tras la salida de Marcó del Pont –una de las más cuestionadas por Cristina en sus discursos- que quedará en manos del kirchnerista Carlos Castagneto, ni de la jefatura de Gabinete que seguirá encabezada por José Luis Manzur.

Lo que sí ubica a Massa como primus inter pares dentro del gabinete de Alberto es su innegable volumen político, aspecto en el que supera no solamente a los demás ministros, sino también al propio Presidente.

 

Rebalanceo del poder

La llegada de Massa al Ejecutivo provocó una reconfiguración del organigrama de Gobierno que dejó ganadores y perdedores.

Entre los primeros el más obvio es el todavía presidente de la Cámara de Diputados de la Nación que tendrá un rol mucho más determinante en el Gobierno y de conseguir buenos resultados en su gestión estaría en condiciones de proyectar una candidatura presidencial con chances reales en 2023.

Pero enfrenta severas restricciones. Porque asume en un contexto económico verdaderamente complicado y porque deberá ingeniárselas para gestionar con un kirchnerismo que mantiene intacta su estructura de poder dentro del Gobierno, e incluso ganó algunos casilleros, y sin la lapicera mayor, que sigue en manos de Alberto.

A pesar de ser la principal responsable por la crisis política que enfrenta el gobierno de Alberto, Cristina Kirchner sigue ganando espacio, al menos en el organigrama. Maneja el ministerio del Interior a cargo de Wado de Pedro, el de Justicia con Martín Soria, el de Defensa con Jorge Taiana y el de Cultura con Tristán Bauer.

Mantiene además el comando de la secretaría de Energía con Darío Martínez, Anses con Fernanda Raverta, el PAMI con Luana Volnovich, la sociedad estatal YPF con Pablo González.

Pero además de no perder nada, Cristina logró colocar a un hombre muy cercano a ella, Carlos Castagnetto, como reemplazo de Marcó del Pont al frente de la AFIP.

Lo que sí estará lamentando la Vice por estos días es que su constante oposición a Martín Guzmán, a quien achacaba un exceso de ortodoxia en sus políticas, derivó en la designación en su reemplazo de alguien mucho más ortodoxo, pro-mercados  y amigo de la embajada de Estados Unidos. Al lado de Sergio Massa, Guzmán es Karl Marx.

Como viene ocurriendo cada vez que hay cambios en el Gabinete, el que pierde siempre es Alberto, que ahora solo cuenta con el Canciller Santiago Cafiero. En este contexto, la posibilidad de ir por la reelección se esfuma.

Esta nueva etapa del gobierno del Frente de Todos mostrará a un Alberto más alejado de la gestión, rol en el que se lo verá mucho más activo a Sergio Massa y a una Cristina siempre muy celosa en conservar su cuota de poder así como una prudente distancia de las decisiones impopulares que deberá adoptar el Gobierno.

 

Buena recepción

Aunque todavía no anunció ni una sola medida, la llegada de Massa a Economía fue saludada por los mercados con una pronunciada caída de los dólares paralelos y subas en acciones y bonos.

El dólar blue cayó 18 pesos y cerró en 296, el contado con liquidación y MEP –que se ubicaban por encima del blue- bajaron todavía más y cerraron la semana en 288 y 276 pesos respectivamente.

Los bonos argentinos se levantaron de sus tumbas y subieron casi 30% medidos en dólar CCL mientras que el Riesgo País bajó de casi 3.000 a 2.386 puntos básicos.

El nombramiento de Massa también fue celebrado por el establishment financiero de Estados Unidos, donde el tigrense supo construir sólidos lazos. Benjamin Gedan, subdirector del programa América Latina del Wilson Center dijo que es “ampliamente conocido y respetado tanto en Washington como en Nueva York”, en declaraciones citadas por el portal Infobae.

Hasta el presidente del BID, Mauricio Claver Carone, que hace menos de una semana había formulado declaraciones poco amigables al referirse al Gobierno argentino, afirmó que espera “gratamente” trabajar con Massa y colaborar con la Argentina.

 

Misión imposible

Más allá de la buena recepción que le dieron los mercados, Sergio Massa deberá lidiar con una economía que enfrenta serias dificultades.

Arrastra un déficit fiscal crónico que para este año se proyecta en 3,5% del PIB y se le agotan las vías para solventarlo. El mundo le cerró todas las ventanillas de crédito y el mercado de deuda en pesos está saturado.

El mercado cambiario es un caos y el Central se queda sin reservas. El cepo demostró ser una herramienta agotada para combatir la inflación, mantenerlo es como tirarse un tiro en el pie pero levantarlo en las condiciones actuales equivaldría a un tiro en la cabeza.

La dinámica inflacionaria es preocupante, la inflación interanual (que toma en cuenta los doce meses previos) era de 50% en marzo, en abril superó el 60%, los datos de julio inaugurarán el peldaño del 70%, hacia septiembre/octubre llegaría a 80% y no suena descabellado que supere el 90% a fin de año.

Además hay que cumplir con las metas acordadas con el FMI para lo cual habría que reducir a 2,5% el déficit fiscal y sumar unos 7.000 millones de dólares a las reservas del Central.

En septiembre llega la segunda revisión del acuerdo firmado en marzo, de la que depende un desembolso de 6.200 millones de dólares a efectuarse en diciembre, dinero sin el cual el 2023 sería un año muy complicado.

El problema para Massa es que para cumplir con el FMI y de paso acomodar algo del desorden de la economía argentina, deberá adoptar medidas de ajuste con un doloroso impacto social y una previsible resistencia del kirchnerismo y de los movimientos sociales.

 

Tensión en Juntos por el Cambio

La apertura de una nueva etapa del Gobierno nacional con la impronta de Sergio Massa generó algunas rispideces en la oposición. El tigrense tiene buena relación con figuras como el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, pero genera rechazo entre los halcones del PRO y un odio visceral por parte de Elisa Carrió que equiparó al diablo.

La posibilidad de una convocatoria al diálogo encabezada por el todavía presidente de la Cámara Baja se presenta entonces como un potencial foco de conflicto en la alianza JxC en la que conviven opositores duros como Patricia Bullrich o Mauricio Macri, quienes no temen ser acusados de desestabilizadores y si hace falta acercarán un balde de nafta en medio del incendio, moderados como Rodríguez Larreta que entienden que la sociedad los castigaría si adoptan posturas muy extremas y gobernadores como Morales, a quienes una apuesta al caos le jugaría en contra en sus provincias.

En el fondo lo que incomoda a JxC es que el empoderamiento de Massa en el Gobierno deja en un segundo plano a la interna Alberto/Cristina, a la que la oposición apostaba como argumento de campaña.

Saben además que muchos de los sectores de poder que son afines a la oposición y que operaban para instalar un clima apocalíptico en el gobierno de Alberto y Cristina, difícilmente le hagan el mismo juego a Massa con quien tienen una buena relación.

Para conservar chances de ganar en 2023 necesitan que a esto nuevo formato de Gobierno nacional le vaya peor que a los anteriores. Solo así la pésima gestión que hicieron durante la presidencia de Macri podrá ser olvidada o al menos ser recordada como un mal menor. Por ahora muestran ingenio y habilidad en las redes y las pantallas amigas.

Como el político/humorista Luis Juez que apareció en las últimas horas con chistes fuera de tiempo, referidos a la corta duración de la gestión de Batakis. La oposición parece resumirse en las burlas y los chistes del cordobés. Parecieran no darse cuenta que si ganaran las elecciones en pocos meses tendrán que estar lidiando con la crisis que atizan.

 

Viejo conocido

Amén de las complicaciones que para todas las provincias genera el constante recambio de funcionarios nacionales que usualmente provoca dilaciones en la ejecución de proyectos, el último recambio ministerial abrió muy buenas expectativas en Misiones.

Ocurre que Sergio Massa es un viejo conocido del Gobierno provincial y las coincidencias entre el Frente Renovador misionero y el que encabeza el tigrense van más allá de una coincidencia en los nombres.

El Gobierno de Misiones viene planteando desde hace muchos años la necesidad de sacar a la política de la lógica de la grieta y generar alternativas superadoras al kirchnerismo y el macrismo. La construcción de esa opción superadora llevó a la renovación misionera y al massismo a compartir espacio en Alternativa Federal, por ejemplo.

Massa visitó la provincia en numerosas ocasiones y tiene conversaciones frecuentes con el gobernador Herrera Ahuad y con el presidente de la Legislatura Carlos Rovira.

Al respecto, el propio Herrera Ahuad definió al tigrense como un hombre que conoce mucho a Misiones y con quien “hemos trabajado en conjunto y nos ha dado un impulso muy importante en dos oportunidades con la Zona Aduanera Especial y la reglamentación del Articulo 10 de la Ley Pyme”.

La referencia del Gobernador apunta a la gestión que hizo Massa para incluir en el proyecto de Presupuesto 2021 una zona libre de impuestos en Misiones que fue luego vetada por el presidente Alberto Fernández.

 

Motor en marcha

Pese al lastre que impone la crisis económica nacional, los datos de junio confirman que Misiones continúa con un crecimiento explosivo principalmente la construcción, el turismo, industria y el comercio.

El equilibrio que consiguió la provincia, la buena salud que goza en términos sociales, políticos, económicos, le permite resistir con mucha altura los bombardeos demagógicos de una derecha que dejó al país sin presupuesto este año y pretende dejar a Misiones sin recursos eliminando los impuestos.

Ese discurso vacío de contenido no engaña más a la gente que observa una provincia pujante que genera oportunidades y que brinda beneficios que otras provincias no lo pueden ofrecer a sus ciudadanos. Educación con boleto gratuito, salud de alta calidad sin costo y los programas Ahora que le permiten aliviar los gastos del bolsillo de las familias con importantes descuentos en todos los rubros y durante todo el mes. Todo es producto del ingenio, del trabajo y de un modelo que piensa en el misionero.

De sumar el boleto educativo, la salud a cargo del Estado y los descuentos con los Ahora, cada familia se permite ahorrar dos o tres sueldos al año que puede gastar en otras cosas. Un correntino, por ejemplo, no tiene ninguno de esos beneficios en su bolsillo y sus costos de vida son más altos.

Pero además Misiones ofrece herramientas concretas a los que quieren formarse o los que quieren emprender, como el Fondo de Crédito, el Silicon, el Polo Tic, el Parque Industrial, las Universidades, la educación disruptiva, y la economía del conocimiento. Hoy se prepara mano de obra tecnológica para hacer crecer al sector digital pero además se le brindan herramientas económicas para emprender.

La provincia potenció en este tiempo un perfil netamente productivo, con un estallido de pymes nuevas y comercios, aprovechando muy fuerte la ventaja comparativa del tipo de cambio con los países de la frontera. Los estados vecinos de Brasil y Paraguay están muy preocupados por la paralización de su economía y el flujo de dineros que vienen a Misiones beneficiando a la economía provincial.

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