Análisis semanal: La parálisis K que alimenta a Massa, Milei lleva al extremo a JxC y el socio que todos quieren

Cristina se volvió a bajar de donde nunca se subió. Pese a la crisis, Massa se consolida como piloto de tormentas y hasta en la oposición lo reconocen. Milei se burla del teorema de Baglini y extrema sus propuestas. El triunfo del 7 de mayo convirtió al Frente Renovador en el socio que todos quieren. Eso no distrajo de la gestión al Gobernador que fue a EEUU a buscar mercados para Misiones.

Podrá no tener los votos de otros tiempos, pero Cristina Kirchner sigue siendo la referencia política más significativa dentro del Frente de Todos y le bastaron un par de intervenciones públicas en los últimos días para demostrarlo. El proyecto clamor después del clamor no funcionó y así lo dejó en claro la Vice, primero en una carta y luego en una entrevista televisiva en las que volvió a confirmar que no será candidata.

Dejó un guiño que entusiasmó al hijo de desaparecidos y ministro de Interior Wado de Pedro, cuando dijo que su deseo era que uno de los hijos de la generación diezmada tomara la posta, pero también dedicó elogios para el ministro de Economía Sergio Massa, a quien le reconoció el mérito de haber agarrado “la papa caliente”.

Pero no benefició explícitamente a ninguno de los presidenciables del Frente de Todos con su índice señalador, lo que dejó tan abierta como estaba antes la carrera por encabezar la boleta del pan-peronismo en las presidenciales de octubre.

Después de que la designación a dedo de Alberto Fernández resultara en una estruendosa crisis interna, no es de extrañar que Cristina prefiera no repetir la fórmula de designar a un delfín. Dentro de un movimiento marcadamente verticalista como el kirchnerismo, el hecho de que la líder dé un paso al costado y no encamine la sucesión provoca una desorientación hija del desamparo.

Hace meses que la Vice insta a sus partidarios a “tomar la posta” o a “tomar el bastón de mariscal” pero nadie tiene con qué, a ninguno le alcanzan los porotos para ponerse al frente, entonces todos terminan mirando a La Jefa esperando una instrucción, una señal que les indique el rumbo a seguir.

Ese es el dilema que tiene paralizado al kirchnerismo: después de la experiencia de los últimos cuatro años, la sociedad no acompañaría a otro delfín de Cristina, pero sin su aval explícito, ninguno es capaz de construir liderazgo.

Con La Cámpora y el Instituto Patria paralizados intentando descifrar los designios de Cristina y con el Presidente Alberto Fernández autoexcluido de la carrera, los precandidatos del Frente de Todos deberían salir de los demás sectores que lo integran.

Ahí no hay demasiado para elegir: el embajador Daniel Scioli, el dirigente social Juan Grabois y el jefe de gabinete Agustín “el Chivo” Rossi ya explicitaron sus aspiraciones presidenciales, pero las encuestan no los registran como contendientes reales, lo que deja a Sergio Massa como el mejor ubicado.

Que el ministro de Economía de un país que atraviesa una severa crisis económica sea el candidato más competitivo de la alianza de gobierno es un dato por demás llamativo. Pero el caso de Massa es particular, porque le tocó asumir cuando la crisis ya estaba instalada, logró estabilizar las finanzas en un momento de particular volatilidad y consiguió sostener el barco a flote a pesar de una sequía histórica que le costó al país unos 15 mil millones de dólares en exportaciones del agro.

Por eso es que a pesar de que la inflación sigue creciendo, hasta dirigentes opositores le reconocen mérito al tigrense, como el gobernador jujeño Gerardo Morales, quien advirtió que “si se va Massa esto explota”.

Por otra parte, el giro hacia el anarco-capitalismo, conservador y defensor de la mano dura que la aparición de Javier Milei provocó en Juntos por el Cambio, dejó a Massa como el único de los presidenciables (entre los que tienen chances reales) con argumentos para representar al electorado que se encuentra en el espectro amplio que va desde el centro hacia la izquierda del dial ideológico.

No solo en cuestiones relacionadas a la economía, sino también en perspectiva de género, conquistas sociales, de derechos humanos y de las diversidades sexuales, culturales y étnicas.

 

Cada vez más Milei

Allá por 1986 el entonces diputado radical Raúl Baglini enunciaba por primera vez un concepto que el tiempo daría categoría de teorema matemático, según el cual el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al manejo del poder.

El teorema de Baglini se venía cumpliendo con regularidad en una escena política nacional en la que siempre las propuestas más exóticas y rupturistas venían de parte de candidatos que sabían que nunca se verían ante el compromiso de ejecutarlas porque no tenían chances reales de asumir cargos ejecutivos. Hasta que llegó Javier Milei.

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En lo que representa un encomiable acto de responsabilidad cívica, el candidato a presidente de La Libertad Avanza presentó su plataforma electoral ante la Justicia. Con la particularidad de que en vez de moderar sus posturas conforme las encuestas lo ubican como un contendiente serio, las vuelve cada vez más extremas.

En el plano económico, Milei ofrece un combo de liberalismo ortodoxo (severo ajuste del gasto, privatizaciones, flexibilización laboral, reducción de impuestos y reforma previsional, eliminación de planes sociales, eliminación de la salud y la educación gratuitas) con mucho de anarco-capitalismo experimental expresado en medidas como la dolarización o la eliminación del Banco Central.

En todo lo demás, la plataforma de Milei parece copiada de algún grupo ultraconservador católico del tipo tradición, familia y propiedad. Nada más lejano a cualquier forma de liberalismo con alguna traza de modernidad.

Propone por ejemplo la eliminación de cualquier forma de educación sexual de las escuelas por entender que esa cuestión es privativa del ámbito familiar (ámbito en el que se registra la mayor proporción de los abusos sexuales infantiles de acuerdo a datos de UNICEF), derogar la ley de aborto legal y garantizar “los estilos tradicionales de vida”, sin aclarar mucho qué quiere decir eso.

En temas de seguridad, impera la mirada punitivista en propuestas como la baja de edad de imputabilidad, la libre portación de armas, la militarización de las fuerzas de seguridad y del manejo de las cárceles.

El hecho de que Milei siga creciendo en las encuestas adoptando un perfil cada vez más extremo y que lo haga a expensas de un electorado que en su mayoría votaba a Juntos por el Cambio, hizo que esa fuerza girara al conservadurismo de derecha para detener la sangría.

Mauricio Macri, que hace algunos años se vendía como el feminista menos esperado y abría el debate sobre la legalización del aborto en el Congreso (algo que Cristina no se había animado a hacer durante sus dos mandatos), ahora milita el pañuelo celeste y dice que el principal error de su presidencia en materia de economía fue no haber aplicado un ajuste ortodoxo más severo.

Patricia Bullrich se parece cada vez más a una fotocopia de Milei y hasta Horacio Rodríguez Larreta, que se presenta como el referente de la moderación dentro de la alianza opositora, propone “ajustar por todos lados” como base de su plataforma económica.

Los cambiemitas hacen tanto esfuerzo por parecerse a los libertarios, por amontonarse a la derecha, que le terminaron dejando un amplio espacio al Frente de Todos, que de otra manera no tendría ninguna posibilidad electoral con una inflación de más de 100 por ciento anual.

Y lo peor del caso es no que consiguen detener la hemorragia de votos que van a Milei porque todavía resuena el fracaso de la gestión de Mauricio Macri, uno de los grandes responsables de la crisis que el gobierno de Alberto sólo consiguió empeorar.

El deterioro de Juntos por el Cambio resulta evidente en las elecciones provinciales que se realizaron hasta ahora, de las cuales esa fuerza solo ganó en Jujuy, lo que llevó al expresidente Macri a menospreciar a los electorados de provincias como Misiones y La Rioja, a los que consideró “poco representativos”. Una declaración propia de un pichado.

 

Teléfonos en llamas

El contundente triunfo electoral del Frente Renovador en las elecciones del 7 de mayo convirtió al Gobierno provincial en el aliado que todos los candidatos a presidente pretenden.

La estrategia de mantenerse fuera de la grieta, de no enrolarse en ninguno de los armados nacionales que responden sin derecho a disidencia a cúpulas partidarias instaladas en Buenos Aires, le valió a la renovación una posición privilegiada en el tablero político nacional.

Sin patrones a quien responder y con un sólido respaldo popular, el proyecto político que conduce Carlos Rovira hoy es una fuerza con la que a todos les gustaría compartir boleta.

Al igual que en 2015 y 2017, cuando la “ola amarilla” arrasó en todo el país, o en 2019 cuando fue el turno del peronismo unido, el misionero no se dejó llevar por las tendencias políticas que pretendían imponer desde Buenos Aires a través de sus delegaciones provinciales.

Todos los presidenciables de Juntos por el Cambio desfilaron por Misiones durante la campaña, pero no alcanzó para evitarles a sus candidatos una aplastante derrota. Casi 300 mil votos de diferencia y 45 puntos de distancia entre un modelo de gestión que trabaja con resultados a la vista y otra propuesta más centrada en el marketing, fueron argumentos demasiado pesados.

El electorado misionero se distinguió de lo que marcan las encuestas nacionales porque eligió votar en a favor de una propuesta y de una gestión de gobierno antes que apelar al “voto bronca” para expresar disconformidad.

A esta altura, las cúpulas de las tres fuerzas con mayor intención de voto en las presidenciales ya tomaron nota de la poca representatividad de sus respectivas delegaciones en Misiones y procuran algún tipo de acuerdo con el Gobierno provincial, al mismo tiempo que concluyen que destinar recursos a apoyar a sus propios candidatos termina siendo siempre una mala inversión.

La anunciada visita de Sergio Massa a Misiones y los avances en la instrumentación de un área especial aduanera en territorio provincial responden en buena medida a ese escenario.

 

Sin parar

Lejos de las disputas de la campaña de cara a las elecciones nacionales, el gobernador Oscar Herrera Ahuad sigue poniéndole el pecho a una gestión que no para nunca. Después de la gira de reuniones en Buenos Aires, viajó a Estados Unidos con el objetivo central de ampliar mercados para las producciones y el turismo de la provincia.

La instrumentación del dólar agro cambió las condiciones para muchas empresas misioneras que no tenían rentabilidad exportando a dólar oficial, pero sí la tienen con el dólar a 300 pesos.

En cuanto al sector forestal, se destacó una reunión con representantes de la empresa FPD, una de las importadoras de madera más importantes en Estados Unidos. Se abrió una perspectiva interesante debido a la proyección de construcción de 800 mil viviendas en la zona de Nueva York. Además, la empresa tiene oficinas en Brasil y Vietnam, desde donde se realizaría la compra de productos de Misiones.

En el ámbito ambiental, se han mantenido reuniones con un buffet de abogados especializado en la comercialización de bonos de carbono y se han explorado inversiones en hidrógeno verde y energías alternativas. Se acordó un próximo contacto por videoconferencia para presentar propuestas más concretas.

También se habló con importadores que han expresado la posibilidad de incorporar más marcas de yerba mate misioneras a las importaciones de Estados Unidos.

En materia de turismo, se avanzó en la reactivación de las acciones de promoción conjunta entre las cataratas del Iguazú y las del Niágara y de intercambio turístico con eje en el turismo de aventura y sustentable.

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