El 1° de mayo de 1982, pilotos argentinos volaron para recuperar la soberanía sobre el territorio y la más joven de las Fuerzas Armadas de la Nación obtenía su bautismo de fuego. Se conmemora el Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina, la primera acción en combate de la Institución.
El Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) inició el 30 de abril de 1982, cuando el grueso de la fuerza de tareas inglesa se había reunido a unos 400 kilómetros al noreste de Puerto Argentino y su comandante, el vicealmirante Sandy Woodward, ubicado en el buque insignia de la flota, el HMS Hermes, tenía órdenes de iniciar el ataque al día siguiente con el fin de cumplir la operación Corporate, que consistía en la recuperación de las islas.
El 1º de mayo, para lograr su cometido, las fuerzas británicas comenzaron a las 4:40 bombardear con aviones Vulcan y Sea Harrier los dos aeródromos militares establecidos por la Fuerza Aérea Argentina en Puerto Argentino y Puerto Darwin. También enviaron buques del grupo de asalto anfibio a las costas malvinenses.
La reacción de la FAA fue inmediata y a las 16 de aquel 1º de mayo comenzó la denominada “Batalla Aérea de las Malvinas”, durante la cual los aviones argentinos realizaron 57 salidas aéreas en misiones de cobertura y ataque a blancos navales británicos, lanzando solo contra la flota 20 toneladas de bombas.
Durante esta primera batalla librada por la FAA en su historia, que constituyó su Bautismo de Fuego, fallecieron el capitán Gustavo Argentino García Cuerva, el primer teniente Mario Hipólito González, el primer teniente José Leonidas Ardiles, el teniente Daniel Antonio Jukic, el teniente Eduardo Raúl de Ibáñez, el cabo principal Mario Duarte, el cabo principal Juan Antonio Rodríguez, el cabo primero Miguel Angel Carrizo, el cabo primero José Alberto Maldonado, el cabo primero Agustín Hugo Montaño, el cabo primero José Luis Peralta, el cabo primero Andrés Luis Brasich, el soldado clase 63 Héctor Ramón Bordón y el soldado clase 63 Guillermo Osvaldo García.
¿Cómo se desarrollaron los hechos durante el bautismo de fuego?
Se acerca el 1 de mayo de 1982. El teniente de la Royal Air Force (RAF) Martin Withers, al comando de un bombardero Vulcan B MK1, chequea el nivel de combustible de esa enorme aeronave: carga 9.200 galones, casi 42000 litros. En su interior lleva, además, 17 bombas de 500 kilos cada una. Va rumbo a las islas Malvinas. Comienza la operación Black Buck (Carnicero Negro).
Son las 04:02 horas, y se encuentra a 40 minutos del blanco. Ya ha efectuado 5 reabastecimientos en vuelo desde la Isla Ascensión.
Su tarea es inutilizar la pista de Puerto Argentino, de manera que no lleguen a las islas ningún tipo de abastecimiento por aire. Después del lanzamiento, seguramente será cuestión de unos días, una semana como mucho, para que la guarnición caiga en manos británicas con una resistencia mínima, pensaban los ingleses.
La inteligencia británica le ha advertido que no descienda, y que efectúe la corrida de bombardeo desde gran altura. Los argentinos poseen cañones antiaéreos de tiro rápido y misiles superficie-aire de corto alcance.
Mira nuevamente el reloj. Los instrumentos le indican que está a unas pocas millas del blanco. Chequea el panel de bombas. Todo listo. La llave maestra que activa las bombas para que, luego de soltarlas, queden armadas para impactar contra el terreno tiene todas sus luces en «Armed« (activadas).
Controla de nuevo el viento. La deriva que produce el terrible viento lateral, por encima de los 10.000 pies (3.300 metros), hace que bombardee en una línea oblicua de 35 grados con respecto a la trayectoria de la pista. Ya tiene activados los sistemas de guerra electrónica para confundir a los radares argentinos. No es un buen lanzamiento. Una sola bomba impacta al costado de la pista.
Efectúa lo planeado, toma la ruta de escape, según lo previsto, e inicia los cálculos para nuevamente, efectuar otros 5 reabastecimientos y volver a la Isla Ascensión.
Abajo en Puerto Argentino, en la Base Aérea Militar (BAM) Malvinas, las bombas no impactaron la pista, pero sí dieron de lleno en el campamento donde están alojados los efectivos que custodian las instalaciones del aeropuerto. Eran oficiales, suboficiales y soldados de la Fuerza Aérea los que allí se encontraban.
Caen en ese momento los soldados Héctor Ramón Bordón y Guillermo Ubaldo García, quienes se desempeñaban como centinelas de la Policía Militar.
El comodoro Luis «Cholo» Destri, jefe de la BAM, llama al comandante de la Fuerza Aérea Sur, brigadier Ernesto Horacio Crespo, y le comunica que la BAM Malvinas está bajo fuego enemigo.
El brigadier mira el mapa de su comando desplegado, con los medios a su disposición. Analiza la decisión que debe tomar. Firma la primera orden fragmentaria de la guerra. En ese escueto documento de carácter secreto se les da a los pilotos la información necesaria el ataque. Manda a los interceptores Mirage MIII a cazar Sea Harriers sobre el cielo malvinense.
Más tarde los cazabombarderos ingleses, provenientes de los portaaviones británicos Hermes e Invencible, atacarán en vuelo rasante la BAM Malvinas nuevamente y la BAM Cóndor en la zona de Darwin, con la intención de inutilizar las pistas, destruir a los aviones de ataque a tierra IA 58 Pucará y Aermacchi MB 339 de la Armada, como también neutralizar a la artillería antiaérea y los radares argentinos, que daban las alertas de los ataques ingleses y guiaban a los cazas hacia el enemigo.
Empieza el ataque. Los pilotos corren a sus aviones tratando de atarse a sus asientos, mientras ponen en marcha los motores rodeados de técnicos y soldados que, desesperadamente, tratan de asistirlos para ponerlos en el aire lo antes posible.
Los cazabombarderos británicos se aproximan a la velocidad máxima de ataque, entre 250 y 350 metros por segundo, es decir entre 500 y 680 kilómetros por hora. Sueltan en vuelo rasante las bombas racimo tipo Beluga desprendiendo a su paso pequeñas bombas que se van dispersando por doquier y explotan con diferentes retardos.
Eso crea aún más caos, se hace más difícil asistir a los heridos, ya que las explosiones se van dando en una zona amplia en diferentes momentos, esparciendo fuego y metralla también hacia los rescatadores.
Una bomba da de lleno en un Pucará, que estaba presto para salir armado y lleno de combustible. Mueren el piloto y todo el personal que lo asistía, son siete entre armeros y mecánicos.
Jamás antes del conflicto se había comprendido el sacrificio de la gente de mantenimiento al lado de sus pilotos.
En medio del bombardeo, la artillería antiaérea se mantiene firme en sus posiciones, continúan disparando frenéticamente contra los incursores que se acercan a gran velocidad.
La sección de los Mirage combate, como puede, contra la sección de los Sea Harrier.
Los argentinos cuentan con misiles guiados por calor, hay que ponerse a la cola para dispararlo; en cambio los Harrier tienen el misil AIM-9L, que puede ser disparado desde cualquier angulo.
En el combate aéreo cae Perona, pero logra eyectarse. García Cuerva continua y accidentalmente encuentra al portaaviones Hermes. Lanza una corrida de cañones, causa algún daño menor y logra dañar a un Harrier que estaba a punto de aterrizar sobre la cubierta principal.
Mira la cantidad de combustible que le queda en su avión. No le alcanza para regresar al continente. Decide tratar de aterrizar en Puerto Argentino. Avisa al centro de información y control del radar Malvinas que cesen el fuego y que lo va a intentar. Debe eyectar las cargas externas para aterrizar. La artillería antiaérea tiene «marcada» el área para derribar a las naves enemigas. García Cuerva es derribado por fuego amigo y muere cerca de la pista de Puerto Argentino. Son las primeras y dolorosas experiencias de guerra.
El personal herido en el ataque a la BAM Cóndor, es cargado rápidamente en en el H-91, un moderno helicóptero pesado Chinook, que va y viene entre Darwin y Puerto Argentino, llevando a todos los que puede a un centro sanitario. No todos sobreviven. En medio de la batalla el helicóptero sale, sin importarle el fuego cruzado de los cañones antiaéreos y de los Harrier que pasan.
El comandante de la FAS lanza 57 salidas aéreas, en misiones de cobertura y ataque a blancos navales británicos, de las cuales más de la mitad alcanzan sus objetivos asignados. Son casi las cuatro de la tarde del 1 de mayo. Ha comenzado el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea.
Una vez hallado el lugar donde se concentraban los buques británicos, despegan los bombarderos Canberra para atacar la flota, uno de ellos es derribado.
Se producen hechos de arrojo sin igual. Salen oleadas de Mirage Dagger desde San Julián, que también atacan sin descanso a los británicos. La sección de Dagger del primer teniente José Leonidas Ardiles, que vuela solo hasta las islas porque la aeronave de su jefe sufre un desperfecto y debe volver al continente, arremete contra la flota y debe combatir contra dos Harrier al mismo tiempo.
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«Pepe» Ardiles lanza un misil Shaffrir. El piloto británico lo evade lanzando Chaff (material metálico que se arroja al aire como papel picado para confundir al misil) mientras busca las nubes a un nivel de 5.000 pies. El misil se desvía. El otro Harrier se pone a la cola del caza argentino. Dispara un misil AIM 9L Sidewinder, que impacta en el Dagger de Ardiles. El avión explota. Ardiles no habría tenido tiempo de eyectarse. Tiempo después se encontraron restos de la nave en la Isla de Boungaville, pero no del piloto.
Los aviadores argentinos lanzan ese día 20 toneladas de bombas sobre la Royal Navy.
En un solo día, los británicos sufren las siguientes pérdidas: un buque clase Sheffield D 42, HMS Exeter y el HMS Sheffield seriamente dañado, dos fragatas clase Amazon (tipo 21), HMS Arrow y HMS Glamorgan dañadas, dos Sea Harrier derribados. La flota británica se aleja de Malvinas. La Fuerza Aérea les había mostrado que necesitarían más que una semana para desembarcar en las islas.
Fuente: argentina.gob.ar / infobae.com
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