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Análisis semanal: El valor de la paz social en una provincia descuidada por el poder central

Desde la irrupción de la pandemia los logros de Misiones en gestión sanitaria y de la economía resultaron tan evidentes que obligaron a centrar el análisis en esas dos materias y dejaron en un inmerecido segundo plano a otro aspecto que distingue a la provincia: la paz y el respeto que imperan en la política y que se trasladan las demás esferas de la sociedad. Pero el contraste con lo que ocurre en buena parte del resto del país se encargó esta semana de poner en escena este valor primordial para el desarrollo de una comunidad.

Lo más terrible ocurrió en la vecina Corrientes, donde el acto de cierre de campaña del Frente de Todos terminó con un diputado baleado en circunstancias que todavía no fueron esclarecidas. Sin llegar al mismo nivel de gravedad, la política nacional también dejó evidencias de violencia e intolerancia, ingredientes primordiales de esa forma destructiva de entender a la política que dio en llamarse “la grieta” y que es denominador común para oficialistas y opositores en la escena nacional.

 

La alta tolerancia a la violencia y el desinterés por el respeto al otro como valor fundamental son elementos esenciales del divorcio de la clase política nacional con el resto de la sociedad, lo que volvió a quedar en evidencia tras la difusión de un video que muestra a una profesora disparando consignas partidarias a grito pelado y dirigiéndose de manera ofensiva hacia uno de sus alumnos al que calificó de “pelotudo”.

 

Por fuera de las tropas ultra K, la condena social a la docente fue instantánea y unánime, incluso el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, consideró inaceptable el proceder de la profesora y confirmó que fue apartada de su cargo y sancionada.

 

Todo indicaba que el Gobierno nacional optaría por el camino más razonable, hasta que sin que nadie se lo preguntara, el presidente Alberto Fernández se refirió a la cuestión como un “saludable ejercicio del debate” entre una docente “que sabe cómo es la verdad” y un adolescente que “tiene una idea formada que es el resultado de escuchar cosas dichas” y que producto de ello está equivocado.

 

El presidente no solo convalidó las formas en las que se desarrolló ese “saludable ejercicio del debate”, es decir con una docente abusando de su posición de autoridad frente al alumnado para imponer a los gritos y con un vocabulario de tribuna una serie desordenada de consignas partidarias, sino que también respaldó a la profesora en su interpretación simplista y dicotómica de la realidad –que en definitiva es la que impera en ambas márgenes de la grieta- que construye a un vocero propio que indefectiblemente habla con verdad y a un “otro” que no puede acceder a esa verdad porque fue manipulado, ya sea por los medios hegemónicos o por el adoctrinamiento kirchnerista.

 

A esta altura resulta difícil saber si las declaraciones disparatas del presidente responden a un desconocimiento del peso que tiene su palabra o si realmente es consciente de la posición que ocupa y no le importa. El caso es que su intervención animó a los adherentes al kirchnerismo más activos en redes sociales a desatar una suerte de caza de brujas en búsqueda de identificar a los menores que grabaron in fraganti a la docente.

 

Lo que en Buenos Aires se presenta como “nueva política” no llegó para romper el molde, al menos en este aspecto. Lo dejó en claro el libertario Javier Milei, que en un evento público vomitó una catarata escatológica contra el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, al que calificó de “gusano asqueroso arrastrado”, “pelado asqueroso de mierda” y “zurdo de mierda”, todo porque Larreta cometió el pecado de no reconocer al economista en una foto que le mostraron en un programa de televisión.

 

En Juntos por el Cambio la novedad de esta campaña es que los desplantes verbales ya no solo se orientan contra el kirchnerismo, sino también contra eventuales rivales internos, lo que llevó a esa fuerza a acordar un “manual de convivencia” para evitar que la virulencia de la puja interna termine dilapidando las chances electorales del frente.

 

En la política misionera la situación no podría ser más diferente. La campaña transcurre con total tranquilidad, lo que a esta altura es ya es la norma.

 

Ocurre que mucho antes de que la política nacional se partiera en dos bandos antagónicos de posiciones irreconciliables y arrastrara a toda la sociedad a la lógica del continuo enfrentamiento, el Frente Renovador de la Concordia ya reconocía el valor de la conciliación como elemento fundamental de la política al punto de dejarlo expresado en el nombre del frente.

 

Desde el gobierno misionerista imperó siempre el tono conciliador y el respeto al adversario político, pero lo que terminó asentando ese valor como característica del contexto provincial fue el voto del misionero que elección tras elección castigó a quienes intentaron traer a la Tierra Colorada la lógica de la grieta.

 

Lejos de Misiones

 

El desinterés del Gobierno nacional por Misiones volvió a ser noticia esta semana. Por declaraciones del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, se conoció que los gobiernos de Argentina y Brasil avanzan en tratativas para que el gas de Vaca Muerta sea importado al país vecino a través del gasoducto que llega hasta Paso de los Libres.

 

Las gestiones binacionales se llevan adelante mientras la Nación desconoce el histórico reclamo de Misiones para que de una vez por todas llegue a territorio provincial algún ducto de suministro de gas natural, ya sea desde el Gasoducto del NEA que trae combustible desde Bolivia y pasa por Chaco o mediante la extensión del ducto que llega hasta Paso de Libres en Corrientes, a menos de 300 kilómetros de Misiones.

 

El argumento esgrimido usualmente para desatender el reclamo misionero es una supuesta falta de abastecimiento de gas que haría inútil la extensión del gasoducto que llega hasta Paso de los Libres, pero las negociaciones por una potencial exportación de gas argentino a Brasil echan por tierra ese supuesto déficit en el abastecimiento.

 

Otro episodio que marcó el desinterés del Gobierno nacional por las demandas y necesidades que plantea Misiones fue la exclusión del tramo del río Paraná que pasa frente a la provincia de las obras de dragado previstas para mejorar la infraestructura de la Hidrovía.

 

Hubo enérgicos reclamos del gobernador Herrera Ahuad y del conductor de la renovación, Carlos Rovira, al presidente por ambas cuestiones.

 

Las dos situaciones traen a la memoria la cachetada todavía fresca del veto a la zona aduanera especial, una ley que fue aprobada por todo el Congreso y que hubiera significado una palanca de desarrollo para Misiones y las economías regionales.

 

La discusión de temas que tienen como denominador común el desdén de los gobiernos nacionales –el de Alberto, pero también los de Mauricio Macri y Cristina Kirchner- por atender necesidades históricas de la provincia terminan dejando en falsa escuadra a los candidatos del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, que se las ven en figurillas para explicar cómo harán para defender los intereses de los misioneros cuando están alineados a espacios políticos nacionales cuyos representantes hicieron poco y nada por la provincia cuando tuvieron la posibilidad de conducir los destinos del país.

 

Lo que es una debilidad para la oposición es una fortaleza para el oficialismo. Lo dejó en claro el gobernador Oscar Herrera en una zaga de posteos en la red social del pajarito en los que  expresó que “los candidatos de la Renovación son los únicos en garantizar el cumplimiento de los objetivos del proyecto Misionerista” y que “estos son intereses superiores que nos guían hacia la felicidad del pueblo y que solamente entendemos los que las palpamos día a día”, indicó.

 

Remarcó que “esta situación tropieza con el desconocimiento o la mezquindad de quienes no comprenden nuestra realidad. Por eso es necesario el acompañamiento a Carlos Fernández, Claudia Gauto y Fernando Meza como Diputados Nacionales”.

 

“Son los únicos que se comprometen firmemente a rescatar los derechos que los Misioneros nos merecemos, como la ley de creación de la Zona Aduanera Especial que fue vetada, entre otras demandas que tenemos los misioneros y que no vamos a descansar hasta que se cumplan”, enfatizó el mandatario provincial.

 

En la misma línea, la renovación dejó trascender cuáles serán los primeros proyectos que presentarán Carlitos Fernández, Claudia Gauto y Fernando Meza en caso de ser electos como diputados nacionales: pelear por la Zona Aduanera Especial, el Gasoducto, obras de redes eléctricas, la Hidrovía y el tren a Misiones.

 

El otro gran eje de la campaña del Frente Renovador es la gestión de gobierno que según encuestas realizadas a lo largo y ancho de la provincia, tiene un muy alto grado de reconocimiento en aspectos como la salud pública, la educación con características de vanguardia y la apuesta a la innovación como herramienta para generar una salida laboral inmediata y de alta calidad a miles de jóvenes que están en proceso de formación.

 

¿De quién es la deuda?

 

En el país central, la campaña centró su atención en un aspecto particular y determinante de la economía nacional: el endeudamiento. Después de esquivar el tema durante mucho tiempo –tenía razones para no hablar de ello- el macrismo pergeñó un argumento para contratacar en un tópico que el Frente de Todos siempre usó para cuestionar al gobierno del expresidente.

 

Munido de un detallado análisis elaborado por el ex banquero central Guido Sandleris, Mauricio Macri recorrió programas de televisión amigos y en todos ellos aseguró que Alberto Fernández toma más deuda que la que él emitió durante su mandato.

 

Economistas del Gobierno refutaron los datos expuestos por Macri y la discusión respecto a quién tomó más deuda se trasladó rápidamente a todos los programas de televisión y redes sociales.

 

Los números le dan la razón a Macri en una cuestión: en lo que va de la presidencia de Alberto, Argentina tomó deuda de manera más acelerada que en el promedio de los cuatro años anteriores. Sin embargo hay un dato no menor, prácticamente la totalidad de la deuda emitida por Macri fue en dólares y casi toda la emitida por su sucesor fue en pesos.

 

Los números oficiales indican que durante la presidencia de Macri, la deuda pública nominada en dólares aumentó en 100.166 millones y la nominada en pesos se redujo en una cantidad equivalente a 2.239 millones de dólares.

 

En lo que va del actual gobierno, la deuda pública aumentó en un monto equivalente a 20.681 millones de dólares, pero de ese total 17.609 millones corresponden a deuda en pesos, la mayor parte ajustada por inflación, y solo 3.072 está en dólares.

 

Con estos datos sobre la mesa, desde la oposición se esfuerzan por desestimar los argumentos que sugieren que la deuda en dólares es más perniciosa que la que se toma en pesos y desde el oficialismo están cerca de plantear que tomar deuda en pesos en casi lo mismo que no tomar ninguna deuda.

 

Entre los analistas hay consenso respecto a que deber dólares es peor que deber pesos, básicamente porque Argentina no puede emitir dólares pero sí puede imprimir y recaudar pesos.

 

El problema mayor con la deuda en dólares se da cuando no están las divisas para afrontar los pagos, cosa que suele ocurrir en Argentina. En ese contexto crece la desconfianza, con ella aumenta la salida de capitales, todo eso potencia a la inflación y la presión sobre el tipo de cambio y eso suele desembocar en un default acompañado con una  mega devaluación.

 

Pero en contra del discurso que intentan imponer algunos voceros del gobierno, la deuda en pesos ajustada por inflación está lejos de ser inocua.

 

Si bien no se corre el riesgo de no contar con dólares, es posible que en una situación de déficit fiscal pronunciado (lo que también suele ser habitual en Argentina) el Tesoro no cuente con fondos para afrontar los pagos, el deudor se encontrará entonces ante la disyuntiva de seguir emitiendo deuda y agrandando así el déficit generado por pago de intereses o imprimir moneda a troche y moche con el consabido efecto inflacionario que genera esa maniobra.

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