Carta de monseñor Juan Rubén Martínez: El respaldo del propio ejemplo

Hace algunos días hemos celebrado un acontecimiento importante para la Iglesia, la «Solemnidad de todos los santos» y, al día siguiente, la «Conmemoración de todos los fieles difuntos». En estas dos celebraciones la Iglesia tiene presente a aquellos que han partido a la Casa del Padre. En el caso de los santos, son aquellos varones y mujeres que, como nosotros, experimentaron el llamado a la santidad y han buscado responder cumpliendo la voluntad de Dios en sus vidas. Varones y mujeres con nuestras mismas fragilidades y búsquedas, que la Iglesia, con la potestad de «las llaves» los ha declarado santos. Ellos son miles, a algunos los conocemos. A ellos le imploramos que, en la Casa del Padre, donde están, intercedan ante Él por nosotros y por nuestras peticiones. Al día siguiente hemos rezado por todos los difuntos. Miles de personas rezaron en los cementerios y en las Iglesias, porsus seres queridos.

En esta reflexión dominical queremos subrayar la necesidad de recordar que todos estamos llamados a la santidad.  Por ahí, equivocadamente podemos creer que la santidad es un llamado privilegiado para algunos. O bien, erróneamente pensamos que los santos fueron varones o mujeres que se caracterizaron solo por realizar grandes milagros y ser personajes cuyas vidas fueron siempre extraordinarias. En realidad, la santidad es un llamado para todos que debe ser asumido en la vida diaria, en cada opción, en la cotidianidad.

Es cierto que, aunque sabemos de la universal vocación a la santidad en la Iglesia, los contextos de nuestro tiempo hacen que las palabras «santidad» o«virtud», entre otras, tengan poca presencia en nuestra vida y en los nuevos espacios tecnológicos del mundo globalizado. Sin embargo, la virtud y la búsquedade la santidad, que procuran tantas personas, aun con dificultades, hace que descubramos signos de esperanza.

Nosotros hemos percibido especialmente desde«Aparecida» que la Evangelización hoy, como ayer, requiere que renovemos nuestro compromiso de ser «discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida».

Tenemos que dar gracias a Dios porque este año hemos experimentado la gracia de contar con nuevos beatos y santos argentinos que se constituyen en modelos y ejemplo para animar la acción evangelizadora de la Iglesia. Ninguno de ellos la pasó fácil. De diversas maneras vivieron y asumieron la Pascua del Señor. Entre ellos, quiero resaltar la canonización de nuestro santo Cura Brochero, pastor y testigo de la entrega a Dios y a los hermanos. Él, que amó sin medida, murió de lepra por matear con las personas, sin mirar las consecuencias de estar cerca de los más sufrientes y marginados de su tiempo. También quiero agradecer a Dios la próxima beatificación de los mártires La Rioja, especialmente del obispo Angelelli quien vivió como testigo de la esperanza en medio del odio y la violencia. Él tampoco midió su entrega y amó hasta dar la vida. Tanto bien nos hacen estos varones y mujeres para ayudarnos a asumir un compromiso cristiano valiente, pascual, que ame hasta dar la vida en nuestros días. Como otros tiempos, el nuestro también tiene cruces. Pero en ellos, en los santos, nos animamos a ser testigos pascuales de la esperanza.

También el próximo domingo 18, como todos los terceros domingos de noviembre, celebraremos una nueva peregrinación a Loreto, en donde tendremos especialmente presente la memoria de la evangelización realizada por muchos hace varios siglos atrás, especialmente por nuestros santos Mártires de las Misiones que, con sus vidas y su sangre entregada en su misión por anunciarlo a Jesucristo, nos permiten asumir los desafíos presentes. La Iglesia en Misiones, con la fuerza y el gozo de vivir inserta en el corazón de las antiguas Misiones jesuíticas, es heredera del espíritu que animó a los misioneros a evangelizar los pueblos indígenas, y que se testimonia en las reducciones dispersas en su territorio. En estas tierras hanplantado el Evangelio hombres y mujeres que vivieron la santidad, entre ellos san Roque González, san Juan del Castillo y san Alfonso Rodríguez, los Mártires de las Misiones.

El próximo 18, como todos los años suspenderemos todas las misas del domingo por la mañana para ir caminando, en bicicletas, autos y colectivos, y reunirnos y celebrar juntos a las 9 hs. la misa central en el Santuario de Loreto.

Pidamos este domingo que la memoria de los santos nos ayude a vivir hoy la santidad.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.

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