Habló la hermana de Fernando Pastorizzo: «Por vergüenza, no pudo contar la violencia que sufría de Nahir»

La hermana del joven asesinado cuenta que estuvo casi un mes sin poder llorar y que recién «ahora empieza el duelo».

La primera vez que Carla Pastorizzo lloró fue recién al mes de que su hermano había sido asesinado por Nahir Galarza. Cuenta que tenía un bloqueo emocional que no la dejaba reaccionar. Sus lágrimas brotaron de manera repentina una mañana en la que despertó y no pudo escuchar la canción que Fernando cantaba cada vez que abría la puerta de la habitación y entraba su perrita llamada Luna, para saludarlo.

-Luna, luna luna. Tú sabes que la quiero.

«Es la perrita más jovencita que tenemos. Era parte de su rutina despertarse todos los días y cantarle esa canción. Igual Nando -como lo llaman sus familiares- al que más quería era a Teo, un perro que rescatamos de la calle hace unos años. Estaba muy mal, muy enfermo, con parásitos y sarna. Lo cuidamos todos juntos y lo salvamos. El lo amaba».

Carla recibe a Clarín en la casa donde vivió con Fernando. Ella tiene 24 años, pero desde los 18 se mudó a Buenos Aire para estudiar la carrera de Bioquímica, a la que le quedan algunos finales para recibirse, pero que a pesar de eso ya es docente y da clases en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es militante feminista, a muchas de las audiencias en el juicio asistió con un pañuelo verde atado a su muñeca o colgado de la mochila. Señal de que la joven está a favor de la despenalización del aborto.

Se enoja cuando lee en las redes sociales que se habla del caso como una banalización de la violencia de género o de la crítica que algunos hacen sobre la celeridad que tuvo el juicio: «Acá Nahir confesó el crimen, los fiscales trabajaron de manera excelente, todo estaba claro y era simple. Además la lucha feminista contra la violencia de género busca también visibilizar la violencia de mujeres hacia hombres, situaciones que no son denunciadas por las burlas impuestas por el patriarcado», dice.

Habla de que su hermano era víctima de esa vergüenza y que por eso nunca denunció lo que sufría. Lo ejemplifica en una acción concreta. Fue el día después de Navidad y luego de esa pelea que Fernando tuvo con Nahir y su amiga, Sol Martínez: «Llegó tarde, casi al mediodía. Se ocultó todo el día y en el único momento que lo vi se estaba poniendo hielo en la cabeza. Tenía un ojo rojo y un chichón en la cabeza. Le pregunté qué le había pasado y me dijo que era porque se había golpeado con una baranda en el boliche.

Cuenta que a Galarza jamás la vio, aunque sí la conocía por fotos y sabía de la relación que tenían. Entre mates intenta encontrar una razón para explicar el motivo que llevó a Nahir a terminar con la vida de Fernando: «Él la quería dejar. Quería viajar a Paraná, irse a vivir con sus amigos, ya estaba anotado en la facultad para estudiar Administración de Empresas. No pudo porque ella sentía que le pertenecía».

Carla se ríe cada vez que recuerda alguna anécdota de Nando. Como la vez que un día lo escuchó gritar, él estaba en el comedor y ella preocupada fue a ver qué pasaba: «Estaba jugando a la PlayStation y se enojaba con los jugadores. Les gritaba que eran malísimos y yo le decía que el malo era él que los controla». Dice que esa fue la única vez que lo vio enojado.

Lo describe como un chico sin maldad, bueno, solidario, amigo de sus amigos. «El día que lo mataron yo estaba en la casa de mi abuela y vinieron mi tía y mis dos primas. Me dijeron que tenían que contarme algo y nunca pensé en Fernando. Se me cruzaron mil cosas antes. Cuando me dijeron no pude reaccionar, estuve así casi un mes sin poder llorar».

No tiene ninguna intención de hablar con Nahir. No tiene odio, no le desea lo peor ni que se muera lentamente, como dijo su papá, Gustavo, no bien se dictó la sentencia. Ella quiere que Nahir se arrepienta, que el tiempo que pase entre las rejas le sirva para recapacitar y reflexionar por lo que hizo: «No busco su perdón tampoco. Ni el de su familia, que desde el primer día se encargaron de ensuciarlo, le dijeron que era drogadicto, golpeador y cocainómano. Todas barbaridades».

El recuerdo de Nando aparece en los pequeños detalles. En esa cama vacía que observa cada vez que pasa por la puerta de su pieza, en ese peluche con los colores de Boca que tenía desde que era chiquito, en la campera de algodón que era de su hermano pero que ahora usa ella, en el silencio en el que por momentos se convierte la casa: «Todas nuestras fuerzas y energías estuvieron puestas en el juicio ¿Pero ahora qué? ¿Cómo se sigue?», se pregunta y se responde: «Ahora empieza el duelo».

Carla soñó con su hermano. Lo hizo dos veces y en ambas él era chiquito, tenía diez u once años. La primera lo notó angustiado y triste. Pero la segunda no, fue diferente. Fernando estaba tranquilo, sonreía pero no le hablaba. Ella no cree en Dios: «De hecho creo que la Iglesia debería estar separada del Estado. No sé dónde estará él, si en un lugar mejor o en el paraíso. Sólo espero que pueda descansar en paz».

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas