Continúa la búsqueda del último desaparecido: Leiva

«Sólo falta papá», dijo Valeria Leiva ayer cuando siete embarcaciones privadas y Prefectura continuaban la búsqueda.

La búsqueda en el río Paraná y sus costas aún continúa, ya que resta ubicar a Manuel Leiva, de 57 años, quien participaba de la competencia de Aguas Abiertas el pasado 16 de enero, cuando se desató la tragedia que dejó siete víctimas fatales.
Ayer en horas de la mañana siete embarcaciones salieron a recorrer el cauce del río Paraná en busca del deportista Manuel Leiva. Sin embargo, llegada la noche todas regresaron sin novedades y los colaboradores demostraban estar exhaustos por la tarea realizada y el calor que los acompañó durante la jornada.
Hoy arrancarán desde muy temprano y apelan a la colaboración de la comunidad para ubicar a «Manu».

«Había una amoladora que se llevó siete vidas»
El padre de Fernando Solé Masés, el nadador de 12 años que fue una de las siete víctimas trágicas del Cruce del río Paraná, dijo que su hijo fue capturado por una «amoladora de carne» en referencia a las barcazas sojeras que succionaron a los competidores en aguas paraguayas.
A doce días de ocurrida la tragedia, Luis Solé Masés analizó lo sucedido ese sábado a la mañana. El hombre explicó que su hijo Fernando «murió por venir en el segundo pelotón que estaba conformado por no más de 15 competidores y allí estaban todas las víctimas».
En cuanto a los factores que ocasionaron el trágico final, el hombre manifestó que «en el río había una amoladora de carne que se llevó la vida de siete personas, pero pudieron haber sido 18. Seguramente que hay un alguien que decide quiénes son los que mueren o no, y le alcanzó con estas joyas que se llevó».
Al describir el escenario donde ocurrió el hecho, Solé Masés explicó que «había como una entrada en forma de V en medio de las barcazas, y allí drenaba todo el agua, o sea que todos los que murieron fueron a parar ahí».
«Yo tuve todos los números para morir ahí, pero una voltereta curiosa de la piragua me salvó la vida», aseguró el hombre con la voz quebrada.
«No había equivalencia con la fuerza esa, el agua tenía unión de turbulencias que no permitía flotar», dijo Solé Masés, quien manifestó que su hijo «era un chico que antes de aprender a nadar, ya buceaba. Había practicado innumerablemente en el río, competido en piletas, justo el viernes había competido y ganado. Entrenaba mañana y tarde, no era ningún advenedizo al río».

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