“La colecta del 1%”: carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 4° domingo de Cuaresma

Continuando con el mensaje del Papa que nos ubica en el escenario espiritual del desierto y nos recuerda la experiencia liberadora del Pueblo de Israel, nos dice: «Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad [...]. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido.

Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y las tentaciones de Jesús en el desierto nos
narran claramente. A la voz de Dios, que dice: “Tú eres mi Hijo muy querido” (Mc 1,11) y
“no tendrás otros dioses delante de mí” (Ex 20,3), se oponen de hecho las mentiras del
enemigo. Más temibles que el Faraón son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz
en nosotros. El sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser humano siente en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo.

Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud. (cf. Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2024)

El tiempo de la cuaresma es una invitación privilegiada a vivir con más intensidad la caridad. Este fin de semana, en la diócesis queremos realizar un gesto penitencial que exprese la búsqueda de conversión personal y comunitaria. Por eso, como todos los años realizamos la colecta cuaresmal que llamamos «del 1%». Proponemos compartir con nuestros hermanos más necesitados por lo menos el uno por ciento del total de nuestro ingreso. Esta ofrenda estará destinada especialmente a aquellos hermanos necesitados a quienes se ayudará a construir casas o mejorar techos, pisos o letrinas. Con esto obviamente no solucionaremos el problema de la vivienda de tantos hermanos, pero como diócesis realizamos un gesto concreto de caridad y justicia.

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.

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