Análisis semanal: Ajuste, licuadora y relato

Los fríos índices de la macro mezclan algunos datos positivos con otros francamente preocupantes, mientras que en el microcosmos de los hogares la calidad de vida se desploma a una velocidad inusitada. El descontento de los empobrecidos crece y Milei no ofrece soluciones, pero sí un relato plagado de enemigos para expiar culpas.

Lo de no llegar a fin de mes dejó de ser una sensación para convertirse en cruda realidad. Asalariados empujados a ver el mundo desde debajo de la línea de la pobreza y peligrosamente cerca de la indigencia, resignan horas de descanso en desesperada búsqueda del mango extra que necesitan para parar la olla.

Empleados que en otra realidad pudieron comprar un auto o una moto, le rezan a Uber en busca de la gracia divina de un viaje largo que traiga algo de plata fresca, a los demás les queda la changa cómo único recurso.

El rebusque del trueque revive en grupos de WhatsApp y espacios de redes sociales. “Cambio inflador de bicicleta por botella de aceite”, “ofrezco remera por paquete de harina o fideos”, la gente ofrece lo que tenga a mano a cambio de la comida del día.

Aquello de que el ajuste lo iba a pagar la casta demostró tanta veracidad como la revolución productiva y el salariazo de Menem.

De acuerdo con el índice de Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE), el salario promedio perdió 14% de su poder adquisitivo en diciembre en lo que fue la caída más pronunciada de los últimos 30 años.

El dato oficial de inflación de enero (20,6%) mostró una baja en comparación a los 25 puntos de diciembre, pero se ubicó muy por encima de la variación promedio de los salarios, lo que indica que la licuación de ingresos no se detiene.

Las consultoras privadas anticipan que para febrero puede esperarse una nueva reducción de la inflación que se ubicaría en torno a los 18 puntos, pero advierten que en marzo volvería a subir por ajuste de tarifas.

El plan del Gobierno nacional es esperar a que la mano invisible del mercado actúe frenando los precios. La lógica de la oferta y la demanda sugiere que, en algún punto, la caída del poder adquisitivo de la gente llevará a las ventas a un umbral tan bajo que a los empresarios no les quedará otra que dejar de aumentar para poder vender.

Es una apuesta riesgosa en una economía altamente indexada y con una presión cambiaria siempre latente. Si las curvas de oferta y demanda no se encuentran en un punto razonable, la recesión crecerá al punto de llevarse puesto todo el programa. Nada que no haya pasado antes con planes de ajuste ortodoxo similares al que está aplicando el gobierno de Milei.

El análisis macro revela indicadores positivos. Merced al torniquete del gasto público, las cuentas públicas cerraron en enero con superávit primario y financiero, algo que no ocurría desde 2012 y las reservas internacionales brutas aumentaron en más de 5.000 millones de dólares.

Datos esos llevaron a economistas como el jefe de la IERAL-Mediterránea regional NEA, Gerardo Alonso Schwartz, a considerar que el programa de Milei va por el rumbo correcto. Sin embargo, advirtió que será necesario concretar reformas en aspectos clave como la legislación laboral para atraer inversiones necesarias para el éxito del plan.

El problema para el Gobierno es que ninguno de esos índices impacta favorablemente en la economía doméstica de los argentinos, ocurre más bien lo contrario. Porque el superávit se legró mediante un recorte cuyo altísimo impacto social hace dudar de la viabilidad social del programa y la acumulación de reservas está relacionada directamente con la caída de la demanda que arrastró a las importaciones.

También aparecen indicadores negativos, como el crecimiento del endeudamiento. Un informe de la Secretaría de Finanzas del ministerio de Economía reveló que en el primer mes del año “la deuda en situación de pago normal aumentó en el equivalente a 10.622 millones de dólares, lo que representa un crecimiento mensual del 2,88%”.

El informe explica que la variación “se debe al aumento de la deuda en moneda extranjera en 3.514 millones de dólares y el alza de la deuda en moneda local por un monto equivalente en dólares de 7.108 millones”.

Analistas advierten además que Economía está utilizando el Bopreal, diseñado para cubrir deudas en dólares de los exportadores, para aspirar pesos, algo parecido a lo que hicieron gobiernos anteriores con las Lebac y las Leliq, con el agravante de que los Bopreal están nominados en dólares.

De acuerdo con la información del ministerio de Economía, las colocaciones en Bopreal ya equivalen al 30% de la base monetaria.

El exministro de Economía, Martín Guzmán, fue uno de los que advirtió respecto a los riesgos de que el Central asuma deuda en una moneda que no emite e indicó que la decisión de dolarizar los pasivos remunerados prepara el escenario para una dolarización.

 

Mística y relato

Con la licuadora de Caputo destruyendo rápidamente los ingresos de la gente a la que Milei prometió proteger, el presidente se apoya en el relato para contener la presión social.

Atento a las lecciones de manipulación de la opinión pública que el infame Joseph Goebbels dejó como legado más perdurable, Milei cuenta una historia de buenos y malos, simplifica hasta el absurdo y construye enemigos que le resultan útiles.

Evita el lugar del líder racional que lo obligaría a ofrecer a sus seguidores un contrato de lógica transaccional, prefiere en cambio presentarse como un líder místico que viene a liderar un cambio de índole moral.  Al erigirse como representante del bien, no necesita demostrar resultados para ganar adhesiones, le basta con representar los valores adecuados.

Así como nadie cambia de religión porque sus rezos no estén dando los resultados esperados o casi nadie cambia de equipo de fútbol por una seguidilla de resultados adversos, Milei espera que ese tipo de liderazgo lo ayude a conservar popularidad durante el largo y tortuoso camino del ajuste.

Pero para construir un relato eficaz en clave de antinomia, es indispensable contar con enemigos que representen el mal.  Goebbels los encontró en los judíos, Cristina en las corporaciones, Macri en el kirchnerismo y Milei en “la casta”, una categoría muy maleable en la que puede entrar quien él decida.

El sambenito le puede caer a sus rivales políticos o a cualquiera que se anime a manifestar una opinión en disidencia. Primero les tocó cargar con el estigma a los legisladores que votaron en contra de alguno de los artículos de su malograda ley ómnibus y más recientemente a la cantante y actriz Lali Espósito que osó manifestarse públicamente en rechazo al presidente del bien.

Convertirse en presidente no le impidió a Milei seguir actuando como el panelista enfervorizado, calumniador y acusador serial que tanto rating supo generar a los programas de TV.

Pero no hay que confundir toda esa visceralidad con improvisación. Todas sus peleas mediáticas, por absurdas que parezcan, forman parte de un plan de comunicación que apunta a consolidar su liderazgo y a moldear la agenda de acuerdo con sus necesidades.

Las 33 páginas de Cristina, los 20 puntos de inflación, las crecientes dificultades de la gente para ganar lo mínimo necesario para vivir, la resistencia del oficialismo a tratar el DNU en el Congreso, de nada de eso se habló mientras se discutía si Lali Espósito era una corrupta aliada a gobernadores e intendentes traidores con el objetivo de empobrecer a los argentinos, si hacía playback en sus recitales y si el hecho de tener un novio peronista era mérito suficiente para convertirla en una mala persona o era apenas un indicio de estupidez.

“Ella fue la que empezó”, contestó el presidente (como si se tratara de un nene de salita verde) cuando le marcaron que tal vez se estaba excediendo en el nivel de agresividad y que un presidente acompañado de una patota de trolles, contra una cantante sin ninguna estructura de respaldo, resultaba un enfrentamiento desigual.

“Si le gusta el durazno que se banque la pelusa”, amenazó luego Milei dejando en claro que cualquiera que vaya a criticarlo podría terminar siendo presa de su ira y la de sus enfervorizados, rentados y anónimos militantes que saturan las redes sociales.

 

Contra los provincianos

Otro de los enemigos que supo construir Milei es el colectivo de los gobernadores. Busca descargar en los mandatarios provinciales el costo político del ajuste que aplica sin anestesia su gobierno nacional.

Cortó los subsidios al transporte de pasajeros de corta y media distancia que se destinaba a todas las provincias, eliminó el Fonid y otros pagos que iban directamente a los sueldos de los docentes y redujo prácticamente a cero todas las transferencias no automáticas.

De acuerdo con datos oficiales que analizó la consultora Polikon Chaco, el recorte en las transferencias de Nación implicó para Misiones una merma de 15 mil millones de pesos en sus ingresos.

Después de haber desfinanciado de manera brutal a las provincias, después de haberles sacado los recursos que la Nación recauda dentro de las propias provincias, el presidente argumenta que el impacto que van a tener esas decisiones en los salarios de los empleados públicos, es pura responsabilidad de las provincias.

En una pirueta discursiva absurda pero efectiva, Milei habla de recorte a los gobernadores, cuando en realidad no está afectando de ningún modo a las finanzas particulares de ninguno de los mandatarios provinciales sino a los bolsillos de los docentes que cobran el Fonid, de los médicos y policías que cobran sueldos de la Provincia y de los usuarios del transporte público a quienes les va a tocar ponerle el pecho a los tarifazos.

 

Oposición sin plan

El principal riesgo que corre Milei con su práctica sistemática de demonizar por igual a todos los que no se encolumnan detrás de su liderazgo, es terminar propiciando alianzas que podrían volverse en su contra.

Así como la soberbia del kirchnerismo terminó juntando bajo la bandera del antikirchnerismo a opositores que a priori no tenían mucho en común, la petulancia de Milei podría terminar dando a sus adversarios un motivo suficiente para unir fuerzas.

Pero nada de eso parece muy cercano. La oposición luce más bien disgregada y ayuna de liderazgos.

El poco interés que generó la última intervención pública de Cristina, a través de una suerte de documento de trabajo que llegó después de un largo silencio, es una medida visible del declive del kirchnerismo como eje de atracción dentro del peronismo.

“Tenemos que dejar de tocar la que sabemos todos y componer nuevas canciones”, había propuesto con bastante lucidez el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, pero ya pasaron varios meses de aquella expresión de deseo y no solo no aparecen nuevas canciones, tampoco aparecen nuevos intérpretes dentro del microcosmos K.

Juntos por el Cambio es un muerto al que nadie se atreve a firmarle el acta de defunción, lo que impide a sus deudos procesar el duelo e iniciar una nueva vida.

Juntos por el Cambio es un muerto al que nadie se atreve a firmarle el acta de defunción, lo que impide a sus deudos procesar el duelo e iniciar una nueva vida.

El PRO debe decidir si será vagón de cola de La Libertad Avanza, con lo cual a Mauricio Macri le tocará resignarse a un lejano segundo plano dentro de su propio espacio, o mantendrá una identidad propia, lo cual parece difícil porque los libertarios se apropiaron no solo del espacio ideológico ubicado del centro hasta la más extrema de las derechas, sino también del electorado que alguna vez supo ser del PRO.

La disyuntiva no es sencilla. De integrarse a LLA enfrentan dos posibilidades: se diluirían dentro de ese espacio si Milei resultara exitoso en su gobierno o se hundirán junto al presidente en caso de que su proyecto fracasara. Diferenciarse de los libertarios tampoco parece una opción razonable, no solo porque integran el gobierno sino porque le estaría dando la espalda a su electorado que encontró en Milei lo que Macri nunca les pudo dar.

También habrá que ver si los libertarios acceden a una alianza con el PRO en la que no está claro qué tienen por ganar. Es cierto que el partido de Macri tiene legisladores, pero no los suficientes para cambiar la situación de minoría que enfrenta el oficialismo en ambas cámaras. Si fuera por los cuadros técnicos, que escasean en LLA, Milei ya demostró con los casos de Bullrich y los dos Caputo que no necesita de la venia de Macri para hacerse de los servicios de nadie.

Por otra parte, el posible desembarco formal del PRO dentro del espacio de gobierno genera rechazos entre los libertarios de la primera hora que entienden que la llegada oportunista del  desgastado partido de Macri, le generará más problemas que soluciones al Gobierno y lo alejará más de la gente que les reclama una nueva forma de hacer política.

Los puertistas, por ejemplo, no pudieron hacer que la diputada obereña Florencia Klipauka votara a favor de los artículos más cuestionados de la ley ómnibus, lo que provocó que los libertarios la identificaran como una “traidora”. De hecho, radicales y algunos dirigentes del PRO de Misiones marcan diferencias con el Gobierno nacional. Intentaron pegarse a los libertarios durante la campaña, pero se esconden en las malas, cuando se siente el rigor del ajuste.

A los radicales le tocará la tarea de resolver la crisis de identidad que los atormenta desde que cerraron alianza con Macri. Hasta antes de ese momento supieron ser una fuerza política que sostenía posicionamientos claros, hoy no se sabe dónde están parados.

Hay radicales dentro del gobierno de Milei, hay radicales que se posicionan en las antípodas de los libertarios y también hay radicales entre los dialoguistas más cercanos, como el cordobés Rodrigo De Loredo que se largó a llorar cuando cayó la ley ómnibus.

Con una pata en cada canoa no se llega a ningún lugar, especialmente cuando las canoas navegan en direcciones opuestas.

 

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