Análisis | Un experimento impredecible

Con un enfurecido discurso anti sistema que interpela a las élites políticas, Javier Milei generó empatía con los ciudadanos desilusionados y pasó de ser un verborrágico e irreverente panelista de televisión a Presidente de la Nación en tan sólo dos años.

Ya en el poder, su falta de interés por el diálogo y el consenso desencadenó en el fracaso de la Ley Ómnibus en el Congreso de la Nación motivo por el cual le declaró la guerra a las provincias y avanza sin piedad e indiscriminadamente con los recortes de fondos.

En los últimos años se han realizado muchos análisis sobre el extremismo y el odio en internet. Particularmente, han tenido una especial atención el alcance de las campañas y los grupos destinarios de las mismas. Estas personas tienen algo en común: todas se ven en la necesidad de luchar con una crisis de identidad. En tal estado, todos son susceptibles a la radicalización. En estos grupos, la frustración individual se eleva a un nivel colectivo y se le ofrece una explicación. Tiene lugar un proceso de socialización al cual la radicalización y el adoctrinamiento ideológico están subordinados.

En algunos casos se reclutan específicamente teóricos de la conspiración, o bien personas que, según los estudios, tienen mentalidad conspirativa. Por otro lado, las teorías conspirativas también pueden transmitirse como un proceso sutilmente progresivo, que los académicos lo han denominado “redpilling”, donde el componente ideológico es agregado paso a paso.

En el escenario actual se advierte una suma de eventos, como por ejemplo, el gobierno de Javier Milei con sus crisis superpuestas (política, institucional, con discursos cargados con altísimo contenido de violencia dirigidos a todo aquel piense distinto), que indican un cambio de las derechas que atraviesa Latinoamérica. Se puede vislumbrar un desplazamiento de los límites, una modificación de época marcada por el regreso de viejas metodologías aggiornadas a la era de las redes sociales, con vasos comunicantes a la vez que las diferencian, en donde emergen procesos de nuevas derechas como las que encarnan figuras como la de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Giorgia Meloni, Marine Le Pen y Vox. 

Este “empujar” cada vez más los límites ocurre en Argentina concretamente con el despliegue de mensajes con conceptos pobres y peligrosos como “la casta”, “políticos chorros”, “parásitos del Estado”, “empresaurios prevendarios”, “periodistas ensobrados”, que sirven para catalogar a todo aquel que no comparta “las ideas de la libertad” o se anime a criticar al Presidente Milei. Las granjas de trolls dirigidas desde el Gobierno están generando altos niveles de intoxicación mediática con mentiras, medias verdades, acumulación de miedo, odio y revancha.

El proyecto de las derechas contempla dos pilares fundamentales: por un lado, buscan la alienación en política exterior con EE.UU., y por el otro, la adhesión a un proyecto neoliberal en materia económica.

El denominador común radica en que se trata de proyectos de minorías al servicio de grandes grupos concentrados, por lo general con intereses fuera del país, que hace a un lado un entramado empresarial con miras al mercado interno, siempre subordinadas a intereses extranjeros, algo que es un fenómeno constitutivo de las élites latinoamericanas.

Este escenario presenta dos cuestiones centrales: en primer lugar, el sujeto político moldeado por estas claves político-mediáticas. Y en segundo lugar, el gran desafío de mantener la paz social con este volúmen de ataques y corrimiento de límites por parte de quien ostenta el poder,  que incesantemente perpetra golpes que tienen como objetivo la destrucción del adversario, sin ningun tipo de piedad.

Estos grupos de poder han logrado instalar en el inconsciente colectivo la idea de la “antipolítica”, la desideologización de la política. En el campo político ya no se combate por ideas, se construyen carreras. A decir del reconocido historiador italiano Enzo Traverso, lo impolítico devela la realidad material subyacente a la representación política. Lo que actualmente se define como “antipolítica” es el rechazo de la política reducida a su “constitución material”. La “antipolítica” surge por el vaciamiento de contenido llevado adelante por los críticos a ultranza de los populismos. Estos grupos, cuando les tocó gobernar, han demostrado que sus recetas son políticamente reaccionarias y socialmente regresivas. Traverso destaca la creciente reificación del espacio público -el lugar de un uso crítico de la razón, donde se analizan y critican las estratagemas del poder- debido a su absorción por medios monopólicos y por la industria de la comunicación.

Desequilibrios a la vista

Hace un tiempo había tomado gran relevancia declaraciones de Guy Sorman, referente liberal, economista y ensayista francés, que fue profesor de Javier Milei. En aquel entonces, Sorman había sostenido que le sorprendía la referencia de Milei al liberalismo y suponía que era un truco para parecer educado e inteligente, con la ayuda de su mentor, Alberto Benegas Lynch. “Milei por si mismo no parece inteligente ni educado. Su pretendido liberalismo es sólo un eslogan incoherente, no un análisis de la situación ni una serie de soluciones concretas”, había expresado con contundencia el economista francés, ex profesor del actual presidente argentino.

Los discursos de Milei están marcados por su contenido polémico. Quizás el más recordado por el contexto fue el que brindó en el Foro Económico de Davos.  Los expertos suelen analizar sus aseveraciones equivocadas sobre la historia económica argentina que no resisten ningún chequeo riguroso.

Milei se autopercibe como un experto en teoría económica que viene a salvar a la Argentina de grandes monstruos políticos e ideológicos (inexistentes a esta altura de la historia).

Sin percatarse que reviste la investidura presidencial, el economista libertario sigue actuando como aquel panelista de televisión antes de saltar a la arena política. Verborrágico, irreverente e irascible.

Su desmedida afición a las redes sociales lo transforman en el primer presidente influencer de la historia democrática. Milei se pasa largas horas en sus perfiles de las redes. No sólo retuitea imágenes de sí mismo falseadas con inteligencia artificial en la que se lo ve más jóven y atlético, sino que reproduce material adulterado para su conveniencia. Su adicción se ve plasmada se vió plasmada el pasado jueves cuando faltó a la reunión de gabinete de la mañana y disparó 87 likes en el lapso de 1 hora.

Milei en la redes sociales se comporta como un troll. Los trolls humillan a otros, ya sean adversarios o cualquiera que se cruce por el camino. Son provocadores que disfrutan insultar y menospreciar a los demás. Su exceso de ironía y sarcasmo refleja el sentimiento de superioridad sobre sus blancos en el mundo digital.

Convencidos que están librando una batalla cultural, los trolls buscan enrostrar día a día a sus adversarios que son ingenuos, débiles, absurdos y tontos.

Milei no termina de entender que para gobernar debe ubicarse en las antípodas de las prácticas troll. Gobernar demanda diferentes prácticas comunicativas tendientes a negociar, persuadir, componer, empatizar, sumar voluntades.

¿Hacia dónde va Milei?

Durante la campaña presidencial, Milei anunció sin filtro que iba a hacer un ajuste brutal recortando subsidios con el objetivo de equilibrar las cuentas del país y alcanzar el déficit cero. El 54% de los argentinos, a través de su voto, decidió que el economista libertario se convierta en Presidente de la Nación. Aún con la fuerte retracción económica, la paralización de la actividad en varios sectores, la disparada de la inflación por encima del 50% en sus primeros dos meses de gobierno, los tarifazos y el congelamiento de los salarios, Milei conserva un núcleo de defensores de su modelo que consideran que se trata de un esfuerzo que después garantizará el bienestar de todos los argentinos. Un relato que ya hemos escuchado varias veces.

Lo cierto es que según estimaciones de un reciente informe de la UCA, el gobierno de Milei habría disparado la pobreza de 44,7% a 57,4% y la indigencia se habría elevado de 9,8% a 15%.

Hay algo que está claro: el ajuste no lo está haciendo la casta, está pesando cruelmente sobre el pueblo argentino. Tal vez muchos de los que estén leyendo estas líneas en estos momentos no se encuentren afectados directamente por la motosierra de Milei, pero lo más probable es que a este ritmo, la voracidad del plan económico del presidente repercuta negativamente en sus economías familiares.

El boleto de colectivos, la luz, el agua, el combustible, la cuota de los colegios, los medicamentos, las prepagas, y otros tantos servicios más, están sufriendo un incremento desproporcionado si se lo compara con los salarios. Una familia destinaba en promedio entre un 10% y un 15% de su salario al pago de servicios esenciales. Actualmente, las tarifas y servicios triplicaron su valor, llegando de esta forma a un 30% y 45% de afectación del presupuesto familiar.

Este oscuro panorama se completa con la declaración de guerra de Milei a las provincias, por considerarlas a los gobernadores responsables de la caída de la Ley Ómnibus a quienes tildó de “traidores”. Debería saber el presidente que tanto los gobernadores como los legisladores nacionales también fueron elegidos por el Pueblo para defender los intereses de sus respectivas provincias.

Lejos de bajar el tono de la disputa, semana a semana Milei recorta el envío de fondos a las distintas provincias. Mediante el uso de distintas falacias y con el fundamento mentiroso de que se tratan de “cajas negras de la política” o fuentes para financiar la corrupción, la motosierra del presidente no se detiene y afecta cada vez más la economía de las provincias. El presidente hace alarde del castigo y se siente orgulloso por ello, sin tener en cuenta que en las provincias viven personas que posibilitaron su victoria electoral que lo depositó en Balcarce 50.

La política mira desconcertada

Que Javier Milei hoy sea Presidente de la República Argentina se debe en parte a los grandes errores de una clase dirigente que estuvo disociada de una ciudadanía que demandaba respuestas sin éxitos. Milei es la personificación del hartazgo de la sociedad hacia un sector de la política que enfrascado en las peleas internas y disputas por el poder se olvidó de ella.

El peligroso juego a todo o nada de Milei desconcierta a todo el arco político. La adrenalina que le imprime el Presidente al pulso de su gestión deja latente todo el tiempo la posibilidad de un estallido social que barra con su gobierno y a la vez una oportunidad para solucionar de raíz el problema de déficit fiscal y la apertura de un nuevo tiempo político para la Argentina.

Milei complicó al peronismo, lo despojó del poder y de la centralidad. Al mismo tiempo, generó serios problemas en la alianza de Juntos por el Cambio, que ya no existe como tal. El PRO gira en torno al dilema planteado por Diego Santilli cuando el libertario accedió a la Presidencia: “si le va bien nos absorbe y si le va mal nos arrastra.”

Mauricio Macri intento sin éxito coparle el gobierno a Milei. El mesiánico libertario le cerró las puertas y negocio personalmente con Patricia Bullrich quien hasta ese entonces era la titular del partido fundado por el ex presidente.

Desde el entorno de Macri confirman que va por el control del PRO para evitar que Milei le siga sacando jugadores. Su diálogo con el Presidente se maneja dentro de los parámetros razonables, apoya su política de shock, pero al mismo tiempo opera contra Nicolás Posse y Santiago Caputo, dos hombres del círculo más íntimo del libertario.

Lo cierto es que puertas adentro del PRO advierten de que están en peligro de extinción. El gran problema que enfrenta el partido es cómo lograr apoyar a Milei sin perder la identidad política.

Desde la vereda del peronismo, trascendió que Cristina Fernández de Kirchner le dijo a Milei que estaba dispuesta a charlar sobre privatizaciones y equilibrio fiscal. El presidente tiene un cerrado respeto para con la referente kirchnerista.

En cuanto al radicalismo, sólo un fracaso de este experimento libertario llevado adelante por Milei los puede salvar de la devacle. En este contexto, esa tercera posición que imaginan junto con el gobernador cordobés Llaryora y otros referentes del denominado “peronismo republicano”, y el ex Jefe de Gobierno porteño Rodriguez Larreta, suena utópica.

Tras la publicación del documento de treinta y tres páginas de la ex presidenta, quedó claro que la oposición a Milei es el peronismo. Macri, sin embargo, con el escaso margen de maniobra que cuenta sólo podría ubicarse en la vereda del oficialismo.

(*) Por Nicolás Marchiori         

(*) Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania) y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político (Colombia).

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