Análisis semanal: La improvisación al poder

El armado del gabinete de Javier Milei es una montaña rusa de sorpresas. Ministros que estaban confirmados hace meses son cambiados por otros que llegan con proyectos totalmente distintos y se bajan antes de asumir. La casta pasó de tener miedo a tener empleo: el macrismo manejará la economía y la seguridad y se busca que el peronismo tenga presencia en las áreas políticas. No habrá dolarización ni detonación alguna en el Central, sí habrá ajuste de shock.

Desde los tiempos de Jorge Sampaoli al frente del seleccionado nacional que no se ven tantos problemas para armar un equipo. Todas las sospechas que había en torno a las dificultades que podría enfrentar Javier Milei antes de asumir quedaron confirmadas en menos de una semana.

Algunos asuntos quedaron aclarados rápidamente: aquello de desbancar a “la casta” no era más que una bravuconada pour la galerie y el apoyo explícito de Mauricio Macri a Las Fuerzas del Cielo no fue desinteresado, como había asegurado el libertario.

Después de los festejos le llegó al león la hora de pagar favores recibidos y buscar un armado de gobierno que mantenga puentes abiertos con las principales fuerzas políticas del país. En esa operación, al libertario no le quedó otra que tragarse sus propias palabras y a pesar de que se cansó de repetir aquello de que “no se puede gobernar con los mismos de siempre”, terminó llamando a muchos que están desde siempre.

El proceso no está exento de desprolijidad. Ministros que habían sido anunciados hace semanas, algunos de los cuales ya estaban gestionando la transición, se quedaron sin cargo de la noche a la mañana y se enteraron por la prensa.

La mayor sorpresa de la semana fue la virtual designación de Luis “Toto” Caputo al frente del Palacio de Hacienda, quien fuera presidente del Banco Central, secretario de Finanzas y arquitecto principal del esquema de endeudamiento y fuga de divisas orquestado durante la gestión de Mauricio Macri.

Más allá de opiniones, en este punto resulta oportuno recordar que durante los cuatro años de gobierno de Macri y en buena medida gracias a las buenas (?) artes de Caputo, Federico Sturzenegger y compañía, se fugaron del país 86 mil millones de dólares, según lo consignan datos oficiales del BCRA, casi el doble del infame crédito del FMI.

De hecho, el propio Milei lo había cuestionado en una entrevista televisiva hace algunos años por “fumarse (sic) 15 mil millones de dólares de reservas” en medio de la corrida cambiaria que se desató en 2018 y que llevó a que el dólar subiera de $18,4 a $ 28,4 en el primer semestre, un 54,3%, muy por encima de la inflación de ese período (16 % en la primera mitad del año).

El mencionado Sturzenegger, antecesor de Caputo en el BCRA, también tendrá sillón en el gabinete. Para hacerle lugar, Milei improvisó un nuevo ministerio: el de Modernización, cuya principal tarea será la de desregular el sistema financiero.

Tal como ocurriera durante el gobierno de Macri, se planteará la necesidad de eliminar controles del Estado sobre el flujo de capitales con el argumento de favorecer la llegada de nuevas inversiones. Y de nuevo, las únicas inversiones que llegarán serán capitales golondrina, que al poco tiempo y tras haber logrado una suculenta ganancia, se irán del país pronunciando la falta de divisas.

A pesar de que su nombramiento todavía no fue confirmado, Caputo (el Messi de las finanzas según Macri) ya habló ante los principales banqueros del país como si su designación fuera un hecho.

Les prometió que no habría un plan Bonex para desarmar las Leliq, tampoco dolarización ni eliminación del Banco Central. Respecto a la dolarización dijo que no se la utilizaría como mecanismo para estabilizar la economía, sino que recién se evaluaría esa posibilidad después de poner a todas las variables en orden.

Fue una manera elegante de sacar de agenda a la dolarización sin renegar de ella. Especialmente ante un auditorio que tiene en claro que si se lograra estabilizar la economía no habría incentivo para dolarizar, con lo cual ese remedio no se aplicaría ni en salud ni en enfermedad.

Lo que sí habrá, de acuerdo con Caputo, es un ajuste fiscal de carácter ortodoxo y de dimensiones bíblicas.  

En este aspecto no se lo puede acusar a Milei de no haber avisado, porque hizo del recorte una de sus promesas de campaña. Sin embargo, no fue del todo sincero porque siempre aseguró que el ajuste no lo pagaría “la gente” sino la clase política, lo cual resulta matemáticamente imposible porque no hay forma de achicar el gasto en la medida que pretende el libertario sin que ello repercuta de manera significativa en la calidad de vida de la mayor parte de la población.

Horas después de la charla de Caputo con los banqueros, la cuenta de X identificada como “Oficina del Presidente Electo”, en la que se difunden comunicados oficiales redactados por pasantes, aseguraron que la eliminación del Central seguía siendo una prioridad para Milei.

Tal como ocurriera en campaña, los libertarios siguen abusando de la ambigüedad como método de comunicación a efectos de difundir mensajes diferentes para audiencias diferentes. Podrá resultar efectivo en campaña, pero en un gobierno solo genera confusión.

El desembarco furioso de figuras del macrismo en el gabinete de Milei hizo rodar cabezas libertarias. Una de ellas fue la de Emilio Ocampo, que había sido anunciado por Javier Milei como su presidente del Banco Central. Su alejamiento respondió a un pedido de Caputo que pretende tener en el Central a alguien que coincida con su pensamiento.

Es que los cambios abruptos en el armado libertario no implican solamente modificaciones en los nombres de quienes ocuparán los cargos, sino también en los proyectos para cada una de las áreas.

Ocampo era el principal abanderado de la dolarización y de la eliminación del Central, dos ideas que no asoman en la cabeza del exfuncionario macrista devenido en candidato puesto para Economía.

Pero pese a haber provocado con su llegada la eyección de uno de los nombres más fuertes del entorno de Milei, la designación de Caputo al frente del Palacio de Hacienda todavía no fue anunciada formalmente.

Desde el entorno del libertario dejaron trascender que el financista y amigo de Macri está dudando por motivos familiares, pero otras versiones aseguran que el extitular del BCRA puso una sola condición: que le garanticen el sobreseimiento en las causas en las que se lo investiga.

Caputo tiene dos causas bien fundamentadas, una por el infame bono a cien años con el que endeudó a futuras generaciones y la otra porque antes de asumir en el Central se olvidó de aclarar que había trabajado para uno de los denominados “fondos buitre”.

Teniendo en cuenta que el fondo para el que trabajó y otros con los que también podría haber tenido contacto, facturaron cuantiosas y rápidas ganancias gracias a medidas que adoptó Caputo en su gestión al frente del Central, la justicia sospecha que podría haberlos favorecido o que incluso podría haber actuado a ambos lados del mostrador.

Más allá de lo que resuelva la justicia y del enojo de los libertarios con el desembarco masivo del macrismo en lugares estratégicos del gabinete de Milei, la elección de Caputo como ministro de Economía dice mucho de los planes que tienen los libertarios para el país.

El exfuncionario de Macri es un especialista en finanzas que no tiene contacto alguno con la producción ni con la industria, sectores que no estarán contemplados en el diseño de la política económica.

 

Libertarios, a la cola

La toma por asalto del macrismo al gobierno de Milei provocó enojo entre los libertarios. Uno de los que se fue revoleando su renuncia fue el economista Carlos Rodríguez, jefe del consejo de asesores económicos de Milei: “no he sido consultado en meses”, se quejó en su cuenta de X.

Rodríguez ya había cuestionado al exfuncionario de Macri cuando se lo barajaba como candidato a ser ministro de Economía de Milei “es un hombre de las finanzas, de la especulación de activos financieros, no sirve como ministro”, había dicho.

Otra que salió herida fue la vice electa, Victoria Villarruel, a quien Milei le había prometido el manejo de las áreas relacionadas a seguridad y defensa, pero hasta ahora se quedó afuera del reparto de los panes y los peces.

La abogada defensora de genocidas condenados quedó eclipsada detrás de la figura de Patricia Bullrich, otro planeta del sistema macrista, que fue confirmada como ministra de Seguridad. La compañera de fórmula del león libertario tampoco consiguió el manejo del área de Defensa ni de la AFI, dos lugares que pretendía y que ahora también están cerca de ser manejados por halcones del PRO.

Que Milei haya cedido al macrismo el manejo de la economía y la seguridad, las dos áreas en las que más hincapié hicieron los libertarios durante la campaña e incluso durante los años previos al último proceso electoral, está resultando un hueso demasiado duro de roer para quienes vienen acompañando al presidente electo desde su desembarco en la política y ahora les toca mirar desde afuera.

Pero no solo el macrismo hizo pie en el gabinete de Milei, el peronismo también se hizo presente con una comitiva que se va haciendo más nutrida conforme corren los días.

Guillermo Francos, quien fuera hasta hace solo unos meses representante del Gobierno de Alberto Fernández ante el Banco Interamericano de Desarrollo y antes de eso presidente del Banco Provincia de Buenos Aires bajo la gestión de Daniel Scioli, fue confirmado como ministro del Interior y desde ese lugar es el encargado de tender puentes con el peronismo.

El acercamiento al costado peronista de la casta política le costó el cargo a Carolina Píparo, que ya se había probado el vestido para asumir al frente de la ANSES pero se enteró por los diarios que el cargo para el que semanas antes había sido anunciada por Milei, en realidad quedaría en manos de Osvaldo Giordano, actual ministro de Finanzas de Córdoba y hombre cercano al gobernador de esa provincia, Juan Schiaretti.

El peronismo cordobés también pondrá al secretario de Trasporte, que será Juan Mogetta, quien ocupa ese mismo cargo en el gobierno de la provincia mediterránea.

Otro peronista en la mira de Milei es Daniel Scioli, otrora jefe político de Guillermo Francos. Al libertario le gustaría que el gobernador bonaerense se encargara del área de turismo, pero el actual embajador en Brasil preferiría mantenerse en el cargo que ocupa.

El otro nombre fuerte del peronismo que pretende incorporar a sus filas el presidente electo es el de Florencio Randazzo, a quien le ofreció la presidencia de la Cámara de Diputados. Al peronista no le disgusta la idea pero pretende ocupar ese puesto desde el lugar de una “oposición constructiva”, opción poco atractiva para un presidente que necesitará en la Cámara Baja a un soldado que sepa empujar proyectos que seguramente generarán resistencia en buena parte de la población.

De los ministeriables ajenos al macrismo y al peronismo, los que quedan en carrera son Diana Mondino, que iría a Cancillería y Sandra Pettovello en Capital Humano.

La diferencia entre ambas es que la primera es reconocida por propios y extraños como una persona capaz y con antecedentes para ocupar el cargo al que fue designada, lo que no ocurre con Pettovello, que no tiene más logros académicos que un posgrado en Familia de la Universidad Austral, ninguna experiencia en gestión pública y de ningún tipo (ni pública ni privada) en las áreas en las que se desempeñará.

Muy poco respaldo para quien se propone a la cabeza de un súper ministerio que englobará las áreas de Salud, Educación, Trabajo y Desarrollo Social.

Otro que sigue firme es Nicolás Posse, hombre fuerte de la Corporación América de Eduardo Eurnekian, que sería el jefe de Gabinete de Milei.

 

Expectativas difíciles de cumplir

El principal problema que enfrentará Javier Milei, especialmente durante la primera etapa de su gobierno, será el de cumplir al menos en parte con las expectativas que tiene buena parte de su electorado.

Esas expectativas están cifradas en dos ejes centrales: depuración de la política y mejoría de la situación económica. Milei se declaró capacitado para convertir a Argentina en una de las principales potencias de la economía mundial y para despojar a la clase política de privilegios y corruptelas mediante una renovación absoluta de la plana dirigencial.

Con eso de eliminar a “la casta” empezó con el pie izquierdo al incorporar en puestos clave de su gabinete a figuras que quedaron muy identificadas con el fracasado gobierno de Mauricio Macri.

Mucha gente que votó a Milei ya empieza a mostrar su descontento en las redes porque entiende que el armado del gobierno libertario no respeta el espíritu de su voto. Hay un contrato que empieza a romperse, al menos en el aspecto de terminar con la casta.

Poco ayudan a Milei los dirigentes de Juntos por el Cambio que salieron a festejar el triunfo del libertario como si se tratara de un éxito propio. Algo que también pudo verse en Misiones.

La gente no votó a Juntos por el Cambio en las provinciales de mayo ni en las nacionales de octubre y no entiende por qué los dirigentes de esa alianza salieron a festejar en noviembre como si hubieran ganado algo.

En el plano de la economía también aparecen nubarrones. El libertario anticipó un ajuste brutal del gasto público que desembocaría en una reducción de la inflación, pero estimó que llevaría unos dos años frenar la suba de precios.

La gran pregunta gira en torno a la capacidad que pueda tener el pueblo de soportar un ajuste que recién mostraría algún resultado positivo en un plazo de dos años.

Milei asegura que el recorte del gasto público no afectaría la calidad de vida de la gente sino que lo pagaría “la clase política”, lo que resulta al menos engañoso porque nunca un ajuste fiscal fue indoloro para el grueso de la población.

Lo primero que se anticipó fue una paralización de la obra pública, lo que afectaría de manera directa a los trabajadores de la construcción y privaría a mucha gente de obras que resultan necesarias en todo el país.

El propio Milei llegó a poner en duda el pago del aguinaldo de los empleados públicos nacionales, declaraciones de las que después debió retractarse.

Otro aspecto a tener en cuenta en cualquier programa de ajuste ortodoxo es la reducción de la actividad económica que trae aparejada. Si a esto se suma que el mismo presidente electo prevé que la inflación continuará alta durante 18 a 24 meses después de su asunción, el panorama que se vislumbra es el de alta inflación combinada con recesión, un coctel explosivo para el sector privado.

En ese contexto, las privatizaciones se plantean como recurso para generar ingresos extra, algo que ya se hizo en los 90. La primera “joya de la abuela” que quieren vender es YPF, una de las pocas empresas estatales que funcionan bien. Una vez privatizada, el combustible tendrá el mismo valor que en otros países, hoy cerca de los 1.100 pesos el litro. Ese es el destino también que tendrán otros servicios que se encuentran subsidiados. Lo que hasta ahora paga el Estado en forma de subsidio tendrá que salir del bolsillo de los argentinos.

Ese es el precio de la economía liberal que la gente votó pero que no está claro si estará dispuesta a pagarlo.

La relación con los gobiernos provinciales es otra gran incógnita. En el caso de Misiones, Milei tiene una relación muy cercana con la Renovación, más allá de las diferencias que tienen ambos espacios en cuanto a la concepción del rol del Estado en una economía y en una sociedad.

Sin una estructura fuerte en el Congreso, el presidente electo necesitará el apoyo de las fuerzas provinciales y ahí entrará a tallar la capacidad de los dirigentes renovadores, con el estratega Carlos Rovira a la cabeza, para sacar provecho de esa relación a favor de los misioneros.

Más allá que Milei tendrá la lapicera, las provincias opositoras tendrán capacidad de negociación en ambas cámaras de congreso y con ello, herramientas institucionales para acompañar o discrepar las decisiones que se tomen. Desde la Renovación misionera aclararon que acompañarán las transformaciones necesarias que votó la gente, pero que no apañarán el ajuste sin anestesia que reclama Macri.

Sin la presión social de ser parte del nuevo gobierno ni tener el mismo color político, la Renovación y otros partidos provinciales esperan, igual que la gente, que el presidente electo empiece a dar respuestas. A medida que pasa el tiempo, si la economía no mejora, la sociedad de liberales y macristas empezará a sentir el rigor que sintió Unión por la Patria, especialmente en los últimos dos años.

Se vienen tiempos difíciles.

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