Análisis semanal | El país que nos espera el lunes

De los resultados de las elecciones de mañana y de las reacciones del ganador y el perdedor dependerán la economía y la paz social en todo el país. El efecto más inmediato se verá el martes en los mercados y las consecuencias de fondo nos acompañarán durante varios años. La dicotomía cambio Vs continuidad se revela una falacia. El cambio será inevitable, con Milei lo hará el mercado de acuerdo a su lógica e intereses y con Massa habrá participación del Estado para mitigar daños.

Mañana se termina el vía crucis electoral que comenzó formalmente allá por junio con la presentación de frentes pero que en la práctica inició mucho antes con la puja por las candidaturas. Los resultados tendrán un impacto económico inmediato que empezará a verse el mismo domingo a la noche con la cotización del dólar cripto pero cobrará real dimensión el martes, cuando los mercados financieros operen después del feriado del lunes.

Los resultados de las elecciones previas sirven para anticipar la reacción de los diferentes actores de la economía. Un triunfo de Javier Milei, como ocurrió en las PASO, elevará los niveles de incertidumbre y un resultado favorable a Sergio Massa garantizaría una transición más ordenada.

En este punto la reacción de los mercados es por demás previsible. Si ganara el candidato que propone sacar de circulación el peso, eliminar el Banco Central y cortar las relaciones oficiales con los gobiernos de los principales socios comerciales del país, la decisión más lógica sería dolarizar carteras lo antes posible.

De allí que un triunfo de Milei se traduciría en lo inmediato en un incremento en la presión cambiaria con suba de los dólares no oficiales y su consecuente impacto en la inflación.

Incidirá también el comportamiento que adopte Milei durante la transición, en el hipotético caso en el que gane las elecciones. Si se muestra dispuesto a reunirse con el actual gobierno (ya dijo que no lo haría) para colaborar en un traspaso ordenado y formula declaraciones orientadas a tranquilizar a los mercados, viviremos semanas más pacíficas.

Pero si por el contrario el libertario no se muestra dispuesto a facilitar los últimos 20 días de gobierno a Alberto y a Massa y en cambio apuesta a alentar una devaluación inmediata para después no tener que hacerla durante su gobierno, los próximos serán días de extrema volatilidad.

Si ganara Massa, el panorama en el cortísimo plazo es bastante más previsible. A lo sumo podrán acelerarse las microapreciaciones del dólar que actualmente corren al 3% mensual y la brecha cambiaria se mantendría en los niveles actuales, todo eso al menos hasta el 10 de diciembre.

El tigrense, si es que gana, anunciaría en los primeros días de la semana que viene a un ministro de economía que resulte “amigable” para el mercado y alejado del microcosmos K (las especulaciones de última hora apuntan a Carlos Melconian y Martín Redrado), lo que le daría algo de oxígeno durante la transición y en la primera parte de su mandato.

 

Cambio de rumbo

Desde la oposición plantearon a la elección presidencial sobre el eje continuidad o cambio. Al menos en el plano económico esa dicotomía es falsa, porque no hay condiciones para sostener el modelo económico actual y quien sea que gane mañana estará obligado al cambio.

Lo que se elige en todo caso es el tipo y la velocidad de ese cambio.

Con un nivel de reservas muy bajo, endeudamiento alto, todas las ventanillas de crédito cerradas, un déficit cuasifiscal muy elevado (aquello de la bomba de las leliq), atraso cambiario y niveles de inflación por las nubes, configuran restricciones severas con las que el próximo gobierno deberá lidiar independientemente de quien lo conduzca.

No hay condiciones para aplicar medidas de corte heterodoxo, no se puede seguir pisando el tipo de cambio oficial mucho tiempo más sin paralizar las importaciones y con ello a la economía, no se puede seguir financiando el déficit con emisión monetaria sin que estalle una hiper y no hay manera de ajustar el déficit si no se reduce la descomunal cifra que paga el Estado a los bancos en concepto de intereses de leliq e instrumentos similares.

Ya no quedan recetas mágicas, lo que viene es un ajuste de corte ortodoxo y con un inevitable impacto social, independientemente del resultado que muestren las urnas.

Lo que se vota entonces no es cambio o continuidad sino la magnitud, la velocidad y las características que tendrá un cambio que es inevitable.

Milei propone correr al Estado y dejar que el mercado acomode los zapallos mientras el carro se mueve. Eliminar regulaciones e ir hacia un modelo de apertura económica y aplicar un ajuste salvaje (de ahí la figura de la motosierra) en el gasto público.

Como buen purista del libre mercado, el candidato de LLA está convencido de que la solidaridad es cosa de zurdos y de que la libre competencia entre los individuos es la única vía hacia el desarrollo.

No hay una visión de un país como un conjunto en el cual algunos necesitan ayuda para poder alcanzar estándares mínimos de vida y otros están con condiciones de aportar esa ayuda. De allí la repulsión que le provoca a Milei el concepto de justicia social.  Lo que hay en cambio es una visión de la sociedad como una colección de individuos que deben competir sin intervención de nadie y en el ejercicio de esa competencia se alcanzaría el desarrollo grupal.

El problema con ese tipo de modelos es que agrandan la desigualdad y amplían los núcleos de población excluida. Lo cual no solamente resulta objetable desde el plano moral sino que puede incrementar la conflictividad social a niveles que podrían desafiar la gobernabilidad.

Por eso estos modelos suelen venir de la mano de la represión, aspecto que en la estructura de LLA está encarnado en la candidata a Vice, Victoria Villarruel.

El corrimiento del Estado como regulador implicaría un rápido reacomodamiento de los precios, incluidos las tarifas de los servicios públicos que hoy están pisadas por el otorgamiento de subsidios.

Por “reacomodamiento” hay que entender que los precios que actualmente están contenidos por intervención del Estado, como el transporte público, la energía y el combustible, van a aumentar muchísimo más que todos los demás.

Cuando habla del recorte del gasto público, el libertario incurre en una contradicción intencionada. Porque cuantifica esa reducción en el orden de los 15 puntos del PIB pero también dice que “el ajuste lo va a pagar la casta” entiendo a “la casta” como la clase política. La realidad es que lo que se denomina “gasto político” no representa ni cercanamente 15 puntos del PIB, con lo cual está mintiendo en la magnitud del ajuste o cuando explica quien lo pagará.

Más allá de ese tipo de contradicciones que son propios de discursos de campaña, todo lo que propone Milei solo es practicable mediante una significativa licuación del gasto, lo que más allá de ajustes puntuales requeriría una mega devaluación que abarate todos los costos, incluidos los salarios del sector público, pero también de los privados que usualmente recortan antes y más profundo que el Estado.

Con un gobierno libertario es esperable que las provincias y los municipios ocupen lugares encumbrados en la lista de los recortados. En reiteradas oportunidades el candidato de la LLA se manifestó a favor de eliminar la coparticipación y reemplazar el sistema de obra pública financiado principalmente por la Nación por un modelo de participación público privada al estilo chileno, el mismo que ya fracasó en Argentina durante el gobierno de Macri.

Para una provincia como Misiones, que necesita obras de infraestructura que no podrá solventar con recursos propios (como una segunda línea de 500 kv y varias de 133 kv, la duplicación de la ruta 14 y la finalización de la autopista sobre la ruta 12) la opción de Milei implica directamente renunciar a esas obras.

Por más que desde las filas libertarias denuncien una campaña del miedo cada vez que se habla del tema, las propuestas de LLA en materia salud y educación representan un retroceso importante en materia de derechos para la población.

El sistema de baucher que plantean desde ese espacio, en el que cada institución recibiría una cantidad proporcional a la cantidad de alumnos que tuviera, condenaría a la desaparición a las universidades de Misiones y a las escuelas de zonas rurales y pueblos pequeños. Con Milei la educación pública sería viable solamente en grandes centros urbanos.

 

La enésima reinvención del peronismo

La candidatura de un liberal clásico a quien no le resulta ajeno el campo de lo popular, como Sergio Massa, es el más reciente giro que dio el peronismo para adaptarse a las necesidades que plantea el escenario actual.

Quienes piensan en el tigrense como la continuidad del modelo kirchnerista están equivocados. El presidenciable de UP no surgió de una unidad básica del Gran Buenos Aires sino de la militancia estudiantil de la UCeDe a fines de los ochenta y, como prácticamente todo ese partido, durante los 90 terminó absorbido por el peronismo que lo acercó a conceptos propios del estado de bienestar, como el de la justicia social.

Esa combinación de liberalismo y peronismo convierte a Massa en un dirigente capaz de aplicar las políticas económicas ortodoxas que demanda la economía, sin perder de vista principios como el de la solidaridad.

Del candidato de UP puede esperarse entonces un camino más progresivo de normalización de las variables de la macro pero sin sacar al Estado de un rol de regulador y planificador de la economía.

A no engañarse, con Massa también habrá ajuste del gasto público que también tendrá impacto social, pero acompañado de medidas tendientes a amortiguar el impacto de la crisis en los sectores más vulnerables, algo en lo que no cree Milei.

La distribución de recursos federales a través de la coparticipación y de la obra pública es otro punto que tendrá continuidad garantizada con el candidato de UP y con el libertario es una incógnita.

El punto de las relaciones internacionales es otro en el que Massa aporta una previsibilidad mucho mayor que su contrincante, que demuestra una peligrosa inclinación a anteponer sus preferencias ideológicas frente a los intereses del país.

El tigrense es un político tradicional y experimentado que conoce cómo se practica el arte de las relaciones internacionales. Como lo hacen casi todos los países manejados por líderes más o menos razonables, un gobierno de Massa se sentaría a negociar sin problemas (por ejemplo) con el presidente de Brasil, así fuera Lula, Bolsonaro, Neymar o Zezé di Camargo, porque tiene en claro que el interés nacional está por encima de preferencias ideológicas, algo con lo que Milei no parece estar de acuerdo.

 

Paz en riesgo

Pero no solo el destino de la economía está en juego en estas elecciones sino también el modelo de convivencia entre los argentinos.

Mientras Massa propone superar la grieta con un gobierno amplio con participación de fuerzas de la oposición en lugares clave como el directorio del BCRA y nada menos que el ministerio de Economía, Milei se ubica en el lugar de la superioridad moral, plantea la eliminación de las expresiones políticas que considera equivocadas y convoca desde el resentimiento y la agresión.

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Siguiendo el ejemplo de las derechas alternativas (alt right) de Brasil y EEUU, los libertarios y los halcones del PRO buscar horadar sin ningún argumento real la credibilidad de una de las instituciones fundamentales de la democracia: el sistema electoral.

Desde las PASO hasta la fecha disparan denuncias mediáticas sin el respaldo de pruebas con el único objetivo de embarrar la cancha en caso de que perdieran las elecciones.

En este punto es necesario recordar que el sistema electoral argentino es considerado seguro por todos los organismos internacionales que se abocan a la materia y por todos los gobiernos que participan con veedores.

Si las elecciones no fueran transparentes en Argentina no habría triunfos opositores tan reiterados. Desde la recuperación de la democracia en el 83, los gobiernos de turno perdieron cuatro de las ocho elecciones presidenciales que enfrentaron (en 1989, 1999, 2015 y 2019) tuvieron resultados desfavorables en la mayoría de las elecciones de medio término (en 1987, 2001, 2009, 2013 y 2021).

Tanto agitaron el fantasma del fraude en las redes sociales libertarias, que la Cámara Nacional Electoral (CNE), ente organizador de las elecciones en todo el país, salió a rechazar tales denuncias a las que calificó como “totalmente infundadas”.

El secretario de Actuación Electoral de la CNE, Sebastián Schimmel, se refirió a los argumentos esgrimidos desde el espacio libertario: “no existe ninguna denuncia ni ningún hecho que justifique esa preocupación”, dijo con relación a las acusaciones esgrimidas por militantes, usuarios de redes, dirigentes y hasta al propio candidato presidencial, Javier Milei.

Desde La Libertad Avanza llegaron a hacer una presentación judicial, pero uno de los apoderados del partido Santiago Viola, debió retroceder. Convocado por la Justicia aseguró que no existió una denuncia formal: “No presentamos pruebas porque no se trató de una denuncia. Únicamente queremos extremar los recaudos”.

En declaraciones judiciales, el dirigente libertario descartó la existencia de fraude y reconoció que las medidas y expresiones formuladas fueron generadas en pos de “extremar los cuidados”: “En lo que respecta a la presentación efectuada ante el Juzgado Electoral quiero hacer saber que no se trató de una denuncia sino de una presentación efectuada con el objetivo de que se extremen los recaudos en el traslado de urnas de cara a la segunda vuelta a llevarse a cabo el 19 de noviembre”.

Pese a que ante la justicia reconocían que no tenían ninguna prueba de que en la primera vuelta se hubiera producido fraude, hasta el propio Milei siguió agitando acusaciones infundadas a través de sus redes sociales.

 

Ventaja para Iguazú

En el plano de la gestión, el Gobierno provincial consiguió que Sergio Massa determinara una reducción en la tasa aeroportuaria del aeropuerto de Iguazú, que tendrá una de las tasas para el pasajero internacional más bajas de Latinoamérica, lo que le dará una ventaja comparativa frente a la terminal de Foz, ubicada a apenas 30 kilómetros.

Esto se logró por pedido del gobierno provincial y gracias a la rápida acción del ministro de Economía de la Nación, que vino a Misiones a escuchar las demandas y respondió cumpliendo a esos pedidos.

De esta manera se consiguió una respuesta favorable a uno de los reclamos históricos del sector turístico de Iguazú y del resto de la provincia, que se beneficia de manera directa con la llegada de visitantes que vienen por las Cataratas y se quedan a recorrer la provincia.

Por otro lado, el Estado volvió a mostrar su presencia y contención en la crisis climática que castiga a la provincia en los últimos días. Se desplegaron trabajos de asistencia en múltiples lugares y se anticipó un programa de ayuda similar a los Ahora para los afectados económicamente por la granizada.

La diferencia entre un Estado presente y activo y un modelo de libre mercado es que no habría respuesta del gobierno: el que tiene dinero se arregla y el que no queda a la buena de Dios. Eso también está en juego este domingo.

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