Seamos responsables en la fe

La fe cristiana no es una fe muerta sino dinámica y operante. Jesús dirá: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago (Jn 14,12). Más aún, ese será el criterio definitivo con el que juzgue a los suyos en el momento final: tuve hambre y me diste de comer… (Mt 25,31-46).

El Señor utilizará con cada uno la misma medida que él haya utilizado con los demás. Esa fue la misión que encomendó Jesús a sus discípulos y a la que respondió fielmente Pedro cuando, fijando sus ojos en el tullido sentado a la puerta del Templo, le dijo: no tengo plata ni oro; pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo nazareno, echa a andar (Hch 3, 1-10). Fue en la humanidad de Cristo Jesús, en su atención solícita a los necesitados, donde los Doce descubrieron el auténtico rostro de Dios.

Sin embargo, la parábola de los talentos (Mt. 25,14—30), no focaliza su atención en la productividad de los siervos sino en la manera, responsable o no, de comportarse cada uno de ellos. Lo que importa ante todo que rindieran más o menos, es su disponibilidad y dedicación en la gestión y el desarrollo de su trabajo, la forma concreta de afrontar la tarea asignada con amor.

Toda persona sensata sabe que ha de proceder de forma creativa, consciente y responsable en el cometido que se le ha confiado. Del mismo modo, el creyente no puede quedarse, como los discípulos galileos, mirando al cielo (Hch 1,11). Como la mujer hacendosa en la administración de su hogar, así ha de actuar el discípulo de Cristo en la gestión de los bienes del Reino (Mt 13,52). Quien se implica de lleno involucrándose en la misión evangelizadora de acuerdo a sus capacidades, tiene asegurada su entrada en el banquete del Reino: entra en el gozo de tu señor.

En vísperas de la fiesta de Cristo Rey del próximo domingo, con la que la iglesia cierra el ciclo litúrgico, el evangelio pone su mirada en el último tramo del recorrido cristiano. Nos encamina hacia el final de los tiempos, cuando el Señor vendrá como justo Juez para discernir las actitudes de cada uno y separar a los justos de los malvados (Mt 25,31-46). Desde esa perspectiva, se comprende la exhortación constante a mantenerse alerta y vigilantes, sin dejarse llevar por falsas seguridades: estén preparados, porque el día del Señor vendrá como el ladrón en medio de la noche (2ª lectura).  Una exhortación que nos invita a imitar el ejemplo de la mujer del libro de los Proverbios, modelo de la mujer hacendosa, responsabilizada con las tareas de su hogar (1ª lectura).

Nos preparamos para iniciar un tiempo litúrgico nuevo, una esperanza nueva, un gozo nuevo en el Espíritu del Señor. Adviento. ¡Ven Señor, Jesús!

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