En el contexto de un momento difícil para la humanidad, viviendo esta pandemia del
coronavirus, donde hay tantas personas fallecidas, tantos afectados por la enfermedad y
tanto temor, estamos transitando el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Preparándonos para
celebrar en pocos días la Semana Santa y el misterio central de nuestra fe que es la Pascua. El
misterio del sufrimiento del Señor, de su pasión, muerte y resurrección. El evangelio de este
domingo (Jn 11,45) -que sería bueno que lo podamos leer detenidamente orando y
reflexionando- nos ayuda a no perder la esperanza, sobre todo en situaciones difíciles como
la que vivimos estos días.
El evangelio que leemos nos ayuda a encontrar el fundamento de nuestra esperanza
centrada en la resurrección: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque
muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?».
Como Obispo y Pastor, pero también como cristiano, como padre y hermano, quiero
pedir con todos ustedes a Dios para que pronto se termine este flagelo que vivimos, esta
situación de una pandemia que nos trae incertidumbre y dolor. En estos días hay mucho que
pedir y agradecer. Pedir por tantísimas víctimas fatales, por tantos afectados, por todos
nosotros, para que asumamos este momento con responsabilidad, pero a la vez sin pánico y
con una esperanza creativa y solidaria. Tenemos el ejemplo de muchos hermanos que viven
esta esperanza activa y solidaria en momentos, como éste, tan difíciles. Desde ya, médicos,
enfermeros, trabajadores de la salud, pero también tantos otros que siguen prestando
servicios diferentes desde la alimentación o el transporte, para que la gente esté abastecida;
también los comunicadores que siguen trabajando para que la gente esté animada y bien
informada; o nuestros sacerdotes, consagrados, religiosas, cristianos con distintos roles y
ministerios.
Es cierto que, así como la solidaridad, también puede aparecer el egoísmo y el
ensimismamiento del «sálvese quien pueda». En estos días también afloran problemas que
revelan la fragilidad en la que viven muchos hermanos y hermanas nuestros. Los problemas
sociales de quienes sobreviven en el día a día, en trabajos o changas informales, pequeños
emprendimientos y negocios, todos estos padecen otros efectos de una cuarentena que los
lleva a no tener cómo cubrir necesidades básicas.
La Pascua que celebraremos en pocos días nos llevará a experimentar desde la fe que
la Vida triunfa sobre la muerte. Este es el fundamento de nuestra esperanza. En este
momento difícil es cuando tendremos que estar atentos a ser responsables, cuidar a los
demás y cuidarnos, y a la vez a ser protagonistas de una esperanza activa y solidaria desde el
lugar en que estemos, atentos a los otros, rezando y sirviendo a los demás. Cristo, el Señor,
nos dice: «Yo soy la Resurrección y la Vida ¿Crees esto?».
ZF