Los escalofriantes detalles de la tragedia que acabó con la vida de Irrazábal y Ayrault

Faltaban breves minutos para que el avión llegue al aeropuerto de Iguazú. De pronto, una explosión en la cabina rompió el uniforme vuelo del Beechcraft Queen Air. Después, el terror de los tripulantes. Todo sucedió en segundos pero pareció una eternidad; resonó la desesperación de la madre de la joven «Cuca» con el grito de «Salvate vos, hija», mientras miraba con horror la escena y el piloto reportaba a la torre «fuego en la cabina». Y luego la caída libre, estrepitosa, fatal, del avión contra la tierra. La tragedia aérea, sucedida en cercanías de Puerto Iguazú el 30 de noviembre de 1973 a las 20:32 hs, marcó un antes y un después en la historia de Misiones, y en ella morían las máximas autoridades de la Provincia: el gobernador Juan Manuel Irrazábal y el vicegobernador César Napoleón Ayrault.

Luego que el experimentado piloto Jorge Antonio Pirovani (Ayrault había pedido por él porque lo consideraba el mejor de la Provincia) dijera sus últimas palabras con «Fuego en la cabina», y el avión se estrellara en una zona alta de Puerto Península, se comunicó la situación alarmante al comisario de Puerto Iguazú, Pedro Abdón Fernandez, quien supervisó casi todo el operativo de rescate. La explosión habría sido vista desde la torre de control, ya que el avión estaba solo a 4 kilómetros del aeropuerto, por lo que una búsqueda aérea hasta el lugar de la caída no debería tardar mucho. Sin embargo, el piloto del helicóptero de la Provincia que salió a las 21 hs dijo que no tenía combustible, ni lo podía cargar en Puerto Iguazú (!). Por lo que localizó el lugar con relativa facilidad por el fuego (los árboles se estaban incendiando, de hecho se incendiarían toda la noche), y volvió al aeropuerto para no retornar más esa noche, según adujo por falta de combustible (Cuestión rara, una cosa es no tener combustible para ir a buscar un turista que viene a conocer la ciudad, y otra muy diferente no tenerlo ni poderlo conseguir para buscar al gobernador de tu provincia cuyo avión se había precipitado a tierra. Además, se esperaba la visita de Lopez Rega e Isabel Perón, es poco creíble que no cuenten con provisiones de combustible, pero ése fue el lamentable argumento que impidió el rescate aéreo esa noche). De todos modos, Pedro Abdón Fernandez con un equipo de gente emprende a las 22 hs una búsqueda terrestre que a las horas se suspende por la obscuridad, para volver a salir con la primera claridad del 1 de diciembre.

Según una versión, el piloto del helicóptero dio las coordenadas en forma capciosa: en lugar de indicar la distancia de la ruta al avión, que era solo de un kilómetro y medio, indicó la distancia del aeropuerto al avión, que era de 4 km, y cuyo avance por tierra era dificultoso e imposible en la noche por la espesura del monte. Esta misma versión asegura que fue la propia torre de control la que forzó a Pirovani a ir por esa ruta, ya que le habían comunicado que la pista principal estaba ocupada por la llegada de Lopez Rega (cosa que nunca sucedió). Por tal motivo, Pirovani hizo una modificación de su recorrido: sobrevoló las Cataratas, hizo un giro sobre el Paraná pero cayó súbitamente en Puerto Península, donde entre otras cosas se hacían prácticas militares, tras una aparente explosión en el cielo que fue visto por los vecinos.

A primeras horas de la madrugada se reemprende la búsqueda terrestre y las víctimas son rápidamente localizadas, a eso de las 6:30 hs. Entre los escombros del avión y los árboles en llamas yacen cinco cuerpos sin vida: el del gobernador, el del vicegobernador, el de las esposas de ambos, y el del piloto Pirovani. De pronto, entre el humo, el fuego y los restos de chapas calcinadas, aparece la joven «Cuca», caminando entre los muertos, llorando angustiada. Había pasado la noche con los cadáveres de sus padres. Rápidamente, improvisan una camilla de tacuara y la llevan con prisa a la ruta, donde esperaba una ambulancia. «Por favor, con cuidado, porque me duele todo el cuerpo», les decía la chica, cuyo nombre completo era María Susana Irrazábal, y quien era uno de los dos hijos del matrimonio Irrazábal (el otro hijo, «Canco», había viajado esa misma noche a Iguazú, luego de que un inspector de tránsito interrumpiera su habitual cobranza de diarios en Posadas para comunicarle la noticia bruscamente: «Pensar que vos andás acá repartiendo diarios y el avión de tu papá tuvo un accidente donde murieron tu papá, tu mamá y tu hermana»). Pero Cuca no estaba muerta, aunque sus quejas con los improvisados enfermeros tenían un buen motivo: no solo se había lastimado con la feroz caída del avión a tierra, sino que además tenía quemaduras en todo su cuerpo.

Luego de llevarla al hospital Samic de Iguazú, la trasladan al sanatorio Nosiglia de Posadas, para luego ser derivada al Hospital Central del Quemado en Buenos Aires. Allí la acompañan sus dos familiares más queridos: el tío Horacio y la tía Buchi. Durante todo el tiempo que estuvo internada, la chica mantenía su versión: «Fue una explosión tía, fue una explosión», repetía Cuca a la tía Buchi. Las aseveraciones de la joven, única testigo viviente de la tragedia, expresaban también preocupación por la dirección que tomaba el caso (Mucho de eso ella entendía ya que era estudiante avanzada de abogacía: cursaba el tercer año en una universidad correntina): se rumoreaba ya que el informe oficial sería que el siniestro fue causado por una impericia del piloto. «Pronto podré atestiguar en este caso y declarar que fue una explosión», pensaba Cuca esperanzada, ya que sus heridas se curaban rápidamente, y todos los injertos médicos fueron exitosos. Para principios de febrero, la chica solo tenía un dos por ciento de quemaduras en su cuerpo, por lo que los médicos ya anticipaban el alta. Pero el destino le reservaba a Cuca otro revés, esta vez mortal.

Cuca cursaba abogacía en Corrientes

La madrugada del 6 de febrero de 1974, por causas que todavía no están claras, y a días de una posible alta de Cuca, su situación comienza a agravarse. Le piden los médicos esa mañana a los tíos que vayan a comprar un remedio. Estos salen en un taxi a recorrer farmacias pero se trataba de un medicamento que no había en plaza en ningún lado. Cuando vuelven al hospital, se encuentran con la noticia de que su amada sobrina había muerto. Y a las horas ya se dispone el traslado del cuerpo de Cuca a Posadas en un avión designado por Lopez Rega. Pero antes, en el Hospital, ante este deceso tan repentino e inquietante, el médico que hizo el acta de defunción había ordenado la autopsia. Los tíos de Cuca se enteraron de esta orden de autopsia muchos años después, cuando tuvieron acceso al expediente, donde además figuraba un papel de una comisaría donde el tío supuestamente daba consentimiento para no hacerse la autopsia. Horacio Codani, el querido tío de Cuca, miró extrañado el documento que estaba en el legajo oficial: habían falsificado su firma.

Este documento con firma apócrifa forma parte del delgado expediente de la justicia provincial, que tiene solo ochenta y cuatro (84!) fojas. Hasta que se reabrió la causa, era solo uno de los dos expedientes del caso. El otro es la Disposición 147, de solo siete (7!) fojas, elaborada por la Junta de Accidentes de Aviación de la Fuerza Aérea Argentina y presentada ante el Director de Aeronáutica de Misiones Luis Espeche el 17 de octubre de 1974, el cual concluye con la siguiente afirmación (que Cuca quería evitar en vida): «Atribuir el presente accidente -que se clasifica como grave- a choque contra obstáculos durante una aproximación nocturna realizada en condiciones meteorológicas visuales, debido a desorientación del piloto y por no efectuar el control del altímetro durante la operación» (¡Siendo que la aeronave no había sido peritada después del siniestro!).


Pero hay un tercer documento no menos importante y que casi nadie nombra: es el realizado en 1975 por el Ingeniero Aeronáutico Raúl Jardón, quien a la sazón era jefe del taller de la Dirección de Aeronáutica (DA), dependiente de la Secretaría General de la Gobernación, y fue ordenado por el entonces Ministro de Gobierno de Misiones, Mario Luis Ovando. Allí aseguraba Jardón que el avión estaba perfectamente mantenido y las condiciones del tiempo eran favorables, por lo que descartó la supuesta desorientación del piloto, y además mencionó en el documento que había sucedido algo «raro» (sic), como el hecho de que no se realizó el peritaje de la aeronave y que los restos del avión se vendieron rápidamente a Brasil, e incluso Jordán planteó la posibilidad de un atentado. No pasaron muchos días de haber entregado este documento para que Jardón fuese trasladado a Salta, donde al poco tiempo falleció en un confuso accidente de tránsito. Aunque el documento ya había quedado sin oxígeno antes que él, cajoneado por la cúpula de la D.A. y los servicios secretos. «Este documento muere acá», le aseguraron a Jardón cuando lo entregó en Posadas. Y eso pasó.

Días felices: Irrazábal con sus dos hijos

Muchos en Misiones desconfiaban de la versión oficial de «accidente por desorientación», que se había impuesto desde fuentes oficiales. Porque todos sabían que el gobierno de Irrazábal, que hablaba de «socialismo nacional», había tocado muchos intereses. En los cinco meses que estuvieron en el gobierno (asumieron el 25 de mayo de ese año), los mandatarios habían impulsado un proyecto de ley de preservación de las industrias, donde se protegía a los pequeños y medianos productores, intervinieron el Banco de la Provincia que estaba en manos de un grupo oligárquico, y comenzaron a entregar créditos a cooperativas y pequeños productores. Intervinieron Papel Misionero, poniendo a los trabajadores a participar en la producción. Además, se enfrentaron directamente con la Comisión reguladora de los precios de la yerba mate, que también era dirigido por un grupo de poder selecto, al fijar el precio de la yerba por decreto.

Como si eso fuera poco, ese mismo mes de noviembre había viajado Irrazábal a Buenos Aires a denunciar el contrabando de harina y de soja, exponiendo los nombres de los responsables. De hecho, Irrazábal estaba armando un «mapa de la corrupción», donde caerían los que él llamaba «kapangas» de la Provincia. Este gobierno tan progresista tenía además el visto bueno del mismo Perón, quien lo mandó llamar un par de meses antes para hablar en persona con Irrazábal, «Te quiero como mi colaborador», le había dicho el General al gobernador misionero, en una reunión íntima donde estaba un hombre de fama siniestra, apodado «el Brujo», que se rumoreaba tenía el poder de hechizar a Perón: es el mismo José Lopez Rega que había anunciado su presencia en Iguazú ese 1 de diciembre. Lopez Rega nunca cumplió su promesa de ir a Iguazú ese día. Mientras que los mandatarios, que viajaron para cumplir su promesa, nunca llegaron.

Irrazábal y Ayrault protagonizaron uno de los mejores gobiernos progresistas de Misiones

Lo que tal vez ignoraba por entonces Irrazábal, es que Lopez Rega era el creador y regente de la temible triple A, organización paraestatal que nueve días antes de la muerte del gobernador misionero, se adjudicaba el atentado del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, después que una bomba hizo volar su Renault 6, que explotó cuando intentaba arrancarlo. Yrigoyen salvó su vida de milagro, «el Renault 6 era un auto muy frágil y la onda expansiva se fue por todos lados. Si hubiera sido un coche compacto hubiera muerto instantáneamente», explicó el senador mientras se recuperaba de las heridas en el hospital.

Así las cosas, fue la viuda de Pirovani, “Negrita”, la primera persona que se rebeló contra el sistema. Y recorrió la ciudad, oficina por oficina, con una carpeta negra. Ella también vistió de negro siempre, desde que enviudó a los 36 años, con cinco niños de 13, 11, 9, 7 y 4 años de edad, que debía mantener con su magro sueldo (Uno de ellos, Pedrito, que cuando ocurrió la tragedia tenía 9 años, juró ser abogado, para defender la causa de su papá.). Pero inútilmente recorría Negrita todas las reparticiones que podía en Posadas, por cada puerta que golpeaba encontraba indiferencia, o desgano, o rechazo. Nunca fue escuchada ni por la justicia ni por las autoridades de esa época. Finalmente, Estela María Oria, Negrita, falleció en 1988. Vistió luto hasta el día de su muerte.

Cuca, en la plenitud de su infancia

Mientras, las hijas de Ayrault que habían quedado huérfanas comenzaron a escribir incansablemente cuadernos de memoria. Tampoco se daban por vencidas. Y quien tampoco se dio por vencido nunca fue Canco, el único sobreviviente de la familia Irrazábal, aunque este hombre estaba forjado con otra madera, por su ADN, conocía muy de cerca los entreveros de la vida política y salía y entraba a ese mundo con habilidad, para no descuidar la nueva familia que había encontrado en el amor de una compañera. Canco había decidido «dar vuelta la página de su vida», para soportar el desgarro. Pero décadas después del siniestro, con el gobierno progresista de Néstor Kirchner, las tres familias volvieron a unirse en 2006 cuando el juez Oyarbide declaró los crímenes de la triple A como de Lesa Humanidad (no prescriben). Esto permitió reunir a los hijos de Pirovani (Pedro ya era entonces abogado matriculado), con las hijas de Ayrault y con Canco y reabrir el caso en la Justicia. De esa forma se convirtieron en querellantes de la causa.

La apertura de todos los casos de lesa humanidad por parte del gobierno kirchnerista, propició varios proyectos, como el ciclo «30 años de democracia», que se emitía en 2013 por la TV Pública, y que dedicó un programa completo al caso Irrazábal, a través de un documental dirigido y guionado por la periodista Liliana Diaz, con la asistencia del cineasta Gustavo Carbonell. El film se titula «Magnicidio en Misiones».
La reapertura de la causa y la lucha de las familias también permitió que se realice una pericia en 2014 luego de la exhumación de los cinco cuerpos encontrados sin vida, que determinó que todos tenían quebrada la cadera en el mismo lugar. Según sostiene hoy Pedro Pirovani, esto podría ser prueba de que su padre nunca se desorientó, sino que realmente hubo una explosión en la cabina y que los tripulantes del avión se sujetaron a los asientos intentando sobrevivir.

Cualquiera que escucha los hechos como sucedieron aquí expuestos se da cuenta que en este relato hay más baches que tierra firme, ¿porque la policía aeronáutica no llevó el caso desde el principio?, ¿qué capacitación tenía la policía provincial para atender un accidente aéreo de esta naturaleza? ¿Por qué no pasó automáticamente a la justicia federal? Y los amigos de Irrazábal, ¿no estaban a la altura de las circunstancias, ¿o no querían estarlo? Así, cientos de preguntas más surgen a medida que vamos conociendo más datos.

Porque lo poco que se hizo, se hizo mal. Y hoy la crónica de los acontecimientos solo parecen generar cada vez más inquietudes sobre qué fue lo que en realidad pasó. La tragedia de Iguazú abrió una herida en la historia de Misiones. Ojalá en algún momento, la real justicia llegue en forma de bálsamo y la cure. Hay tres familias desmembradas que están esperando. Y hay una Historia, con mayúsculas, que lo merece.

 

 

(Artículo del escritor Anibal Silvero)
(Imágenes: Archivo de Diario El Territorio – Gentileza Canco Irrazábal)

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