Rory Blair nació con un bloqueo en la uretra que impedía que los órganos trabajen con normalidad. Lo operaron al nacer para solucionar el inconveniente pero fue temporario: unos años después necesitó un trasplante y su papá resultó ser compatible.
A las 20 semanas de embarazo, a Lisa y a Stuart les avisaron que su bebé tenía un bloqueo en la uretra (el conducto que sale de la vejiga y permite eliminar la orina del cuerpo). Este defecto devolvía los desechos hacia los riñones, inflamándolos e impidiéndoles funcionar correctamente. Los médicos les explicaron que podrían operarlo al nacer pero que hasta ese momento solo restaba esperar.
Así fue: a los cinco días de haber nacido, Rory fue sometido a una cirugía para corregir el problema. Sin embargo, esta solución fue temporaria: en algún momento necesitaría un trasplante. Debido a que sufría infecciones urinarias frecuentes, tuvieron que operarlo nuevamente para abrir dos estomas, que permitieran a la orina salir al exterior en vez de pasar por la vejiga. De esta forma, los desechos iban directamente a dos bolsitas colocadas a cada lado de su estómago.
Con estas intervenciones vivió feliz y saludable por dos años, hasta que sus riñones empezaron a fallar. Poco antes de su cuarto cumpleaños empezaron a dializarlo tres veces a la semana. “Fue muy estresante. Teníamos un hijo en la escuela, otro en la guardería y otro en el hospital. Por suerte recibimos mucha ayuda de nuestra familia”, recordó su mamá en declaraciones al Daily Mail.
“Nos dijeron que tendrían que hacerle diálisis hasta trasplantarlo pero el cuerpo no puede soportarlo indefinidamente”, explicó Lisa. Por lo tanto, ambos padres se hicieron análisis para saber si eran compatibles. Los resultados mostraron que, si bien los dos podrían ser donantes, el órgano de Stuart –de 40 años– tenía menos chances de ser rechazado.
“No estaba preocupado por pasar por una operación tan grande. Mi única preocupación era estar lo suficientemente saludable como para ser un buen papá para mis hijos”, afirmó Stuart, quien no dudó un momento.
Debido a que el riñón era de una persona adulta, tuvieron que agrandarle la vejiga a Rory para que pudiese recibir los volúmenes de orina producidos. “Siete meses antes del trasplante le colocaron un catéter en la vejiga y debimos enviarle fluidos por ahí entre tres y cuatro veces al día, aumentando la cantidad gradualmente para duplicar el tamaño del órgano”, detalló Lisa.
Una vez logrado esto, ambos fueron operados. A seis meses del trasplante, Rory se encuentra recuperado y disfrutando de su vida en Buxton, Derbyshire (Inglaterra), junto a toda su familia. “Siempre tuvimos un lazo especial pero ahora se siente aun más particular”, completó su papá.
Próximamente deberán intervenir al pequeño una vez más, para quitarle el riñón izquierdo, que empezó a fallar. Pero esto no es un problema para la familia: “Él está fantásticamente bien, aunque se resfría con más facilidad que cualquier otro nene. Ahora podemos dejar todo esto atrás”, concluyó la mamá.
Fuente: TN
EB