Reflexión del Pastor Guillermo Decena: El Cielo III

El camino que transitamos al lado de Cristo Jesús es eterno. Debemos tomar en serio la Palabra de Dios sabiendo que todo los que nos ocurre es de estímulo para salir adelante. Nuestro Padre envía ángeles para que nuestros caminos sean defendidos y podamos ir de victoria en victoria.

 

Todos aquellos que han sido trasladados al cielo y han vuelto para contarlo, dicen que es asombrosa la similitud de lo que se ve en el cielo a lo conocido en la tierra. Casos como el testimonio del pastor Reinhard Bonnke, que presentó un video de la resurrección de un pastor evangélico en el África, que después de ser velado en la funeraria, la esposa lo lleva a una reunión evangelista y está filmado cuando vuelve a la vida. Lo que cuenta este pastor  es lo que es el cielo y el infierno.

¡Lo más extraordinario es sentir que hay un patrón de la creación de la tierra que sigue lo que está creado en el cielo! Esto nos lleva a dos conclusiones rápidas: Que la Palabra de Dios es poderosamente real, y que nuestra fe se edifica vigorosamente cuando analizamos lo que sucede en el cielo y que puede replicarse en la tierra. Ahora bien… ¿Qué  se ven en los cielos?

 

  1. SERES MARAVILLOSOS QUE SON SERVIDORES DE DIOS.

(Ver Ezequiel 1:5-14) Dice la Biblia que a la imagen de Dios hemos sido creados. ¡Qué bueno es saber que estos seres con aspecto humano vienen también de vez en cuando a ayudarnos, a alentarnos, a guiarnos y a corregirnos!

Los querubines son seres angélicos involucrados en la adoración y alabanza a Dios. Los querubines son primeramente mencionados en la Biblia en Génesis 3:24. Antes de su rebelión, Satanás era un querubín (Ezequiel 28:12-15). El tabernáculo y el templo, junto con sus artículos, contenían muchas representaciones de querubines. Estos servían al propósito de magnificar la santidad y el poder de Dios. Esta es una de sus principales responsabilidades a través de la Biblia. Además de esto, también servían como un recordatorio visible de la majestad y gloria de Dios, y su constante presencia entre su pueblo. (Éxodo 23:20-23)

 

  1. LA EXISTENCIA DE LOS ANIMALES EN EL CIELO.

A finales de los años 80 se estrenó una película llamada “Todos los perros van al cielo”. Del título se puede deducir que la historia se centró en la idea de que las mascotas van al cielo después de morir, y aunque este film es solo ficción, en cierta manera creó una especie de incertidumbre con respecto al tema. Dios se preocupa por toda su creación. A Él le importa lo que ocurre no sólo con los humanos, sino también con los animales, plantas y naturaleza en general. El hecho de que no sepamos qué destino les depara a nuestras mascotas después de la muerte, no significa que Dios tampoco.

Sólo Él sabe qué es lo mejor y también conoce cuánto amamos a nuestras mascotas. Lo único que nos queda es confiar en su sabiduría y poder, después de todo, los animales también son creación suya y Él sabe cómo disponer mejor de ellas. Pero tengo la convicción de que el cielo se replica en la tierra. (Apocalipsis 19:11) (2 Reyes 2:11) (Apocalipsis 19:14) (Isaías 11:6-9).

 

  1. LA SANTIDAD DEL CIELO.

(Apocalipsis 15:4) Sólo Él es infinito, independiente e inmutablemente Santo. Con frecuencia Dios es llamado “El Santo” en la Escritura; y lo es porque en Él se halla la suma de todas las excelencias morales. Es pureza absoluta, sin la más leve sombra de pecado (1° Juan: 1:5). La santidad es la misma excelencia de la naturaleza divina: el gran Dios es “magnífico en santidad” (Habacuc 1:13). De la misma manera que el poder de Dios es lo opuesto a la debilidad natural de la criatura, y su sabiduría contrasta completamente con el menor defecto de entendimiento, su santidad es la antítesis de todo defecto o imperfección moral. A esta perfección divina se le da un énfasis especial. “Se llama santo a Dios más veces que todopoderoso, y se presenta esta parte de su dignidad más que ninguna otra. Esta cualidad va como calificativo junto a su nombre más que ninguna otra. Este es su mayor título de honor; en éste resalta toda la majestad y respetabilidad de su nombre.” Esta perfección, como ninguna otra, es celebrada ante el trono del cielo. (Isaías 6:3).

Dios mismo destaca esta perfección: (Salmo 89:35) Dios jura por su santidad porque ésta es la expresión más plena. Por ello leemos de la “hermosura del Señor” (Salmo 27:4), la cual no es otra que la “hermosura de su santidad” (Salmo 110:3).

Esta excelencia destacada por encima de sus otras perfecciones es la gloria de éstas;  así como su poder es el vigor de sus otras perfecciones, su santidad es la hermosura de las mismas. Si ésta fuera manchada, el resto perdería su honra.

La santidad de Dios se manifiesta en sus obras. Nada que no sea excelente puede proceder de Él. La santidad es regla de todas sus acciones. En el principio declaró que todo lo que había hecho era “bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Al hombre lo hizo “recto” (Eclesiastés 7:29), a imagen y semejanza de su creador. Los ángeles que cayeron fueron creados santos (Judas. 6). De Satanás está escrito en Ezequiel. 28:15.

La santidad de Dios se manifiesta en su ley. Esa ley prohíbe el pecado en todas sus variantes: en las formas más refinadas así como en las más groseras, la intención de la mente como la de contaminación del cuerpo, el deseo secreto como el acto abierto. Por ello leemos: (Romanos 7:12). (Salmo 19:8,9).

La santidad de Dios que se manifiesta en la cruz. La expiación pone de manifiesto de la manera más admirable, y a la vez solemne la santidad infinita de Dios y su odio al pecado. ¡Cuán detestable había de serle este cuando lo castigó hasta el límite de su culpabilidad al imputarlo a su Hijo! La santidad divina jamás apareció más atractiva y hermosa que cuando la faz del Salvador estaba más desfigurada por los gemidos de la muerte. Cuando Dios esconde de Cristo su faz sonriente y le hunde su afilado cuchillo en el corazón, Cristo adora esa perfección divina “pero Tú eres Santo, v. 3”. Dios aborrece todo pecado porque Él es Santo. Él ama todo lo que es conforme a sus leyes y aborrece todo lo que es contrario a las mismas. De ello se desprende que Él necesariamente ha de castigar el pecado. El pecado no puede escapar a su castigo porque Dios lo aborrece. A menudo Él ha perdonado a los pecadores, pero jamás perdona el pecado; el pecador sólo puede ser perdonado a causa de que otro ha llevado su castigo: Jesús (Hechos 9:22).

A causa de un pecado Dios desterró a nuestros primeros padres del Edén. Por un pecado toda la descendencia de Cam cayó bajo una maldición que todavía perdura. Moisés fue excluido de Canaán a causa de un pecado. Y por un pecado el criado de Eliseo fue castigado con lepra y Ananías y Safira fueron separados de la tierra de los vivientes. En eso tenemos pruebas de la inspiración divina de las Escrituras.

El alma no regenerada no cree realmente en la santidad de Dios (Salmo 50:21). Piensan en un Dios cortado según el patrón de sus propios corazones.

La santidad atribuida en las Escrituras a la naturaleza y carácter divinos es tal, que demuestra claramente el origen sobrenatural éstas. El carácter atribuido a los “dioses” del paganismo antiguo y moderno es todo lo contrario de la pureza que pertenece al verdadero Dios. ¡Los descendientes caídos de Adán jamás podían idear un Dios de santidad inenarrable que aborrece totalmente todo pecado! En realidad, nada pone más de manifiesto la terrible depravación del corazón humano y su enemistad con el Dios viviente que la presencia del que es infinita e inmutablemente sabio. El hombre lo llama “defectos”, “equivocaciones”, “enfermedad”, etc.  El “dios” que la inmensa mayoría de los que profesan ser cristianos “aman” es como un anciano indulgente, quien, aunque no las comparta disimula benignamente las “imprudencias” juveniles. Pero la Palabra de Dios dice: Salmos 5:5 y Salmos 7:11.

Porque Dios es Santo, es completamente imposible que acepte a las criaturas sobre la base de sus propias obras. Pero bendito sea su nombre, porque lo que su santidad exigió, lo proveyó su gracia en Cristo Jesús, Señor nuestro cada pobre pecador que se haya refugiado en él es “acepto en el amado” (Efesios 1:6).

Porque Dios es Santo, debemos acercarnos a Él con la máxima reverencia Salmo 99:5. Sí, “Al estrado”, en la postura más humilde, postrados ante él. Cuando Moisés se acercaba a la zarza ardiendo, Dios le dijo: “quita tus zapatos de tus pies” (Éxodo 3:5). A Él hay que servirle “con temor” (Salmo 2:11). Cuando más temerosos nos sintamos ante su santidad inefable, más aceptables seremos al acercarnos a Él. Porque Dios es santo, deberíamos desear ser hechos conformes a él.  Su mandamiento es: “Sed santos, porque yo soy santo” (1° Pedro 1:16).  Éste es el mejor medio para agradarle.  Así pues, por cuanto solo Dios es la fuente y manantial de la santidad, busquemos la santidad en Él; que nuestra oración diaria sea que “El Dios de paz os santifique en todo; para que vuestro espíritu y alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo” 1° Tesalonicenses 5:23.

Que tengas una semana de bendición y victoria!
Pastor Guillermo Decena Centro Familiar Cristiano Eldorado.

Prédicas en vivo los miércoles y domingos 20 horas, a través de http://cfceldorado.org/

 

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