Los relatos de la catástrofe que conmovió a Misiones y al país

Los vecinos y sobrevivientes no pueden entender la furia de la naturaleza que los dejó sin viviendas y mató a diez personas. Las muestras de solidaridad del país y del exterior fueron numerosas.

Reducidos a un montón de madera. El fuerte viento arrancó las casas de cuajo.

Reducidos a un montón de madera. El fuerte viento arrancó las casas de cuajo.

La catástrofe puso un sello indeleble para el 8 de septiembre de 2009 que se recordará en la historia de Misiones.

La catástrofe puso un sello indeleble para el 8 de septiembre de 2009 que se recordará en la historia de Misiones.

(por Sergio Padula). Solo estando en el escenario de la catástrofe se puede llegar a dimensionar el nivel de destrucción generado por el tornado. El intento de explicar con palabras, minimiza la interpretación de la realidad de lo que ocurrió a dos kilómetros y medio de Tobuna, el paraje distante a 35 kilómetros de San Pedro. Allí viven unas cien familias, todas sufrieron el fenómeno y pero varias de ellas sintieron como el cielo y la furia de la naturaleza cayeron sobre sus cabezas.

La zona es tierra arrasada y tanta destrucción material, -con casas que desaparecieron-, presagiaba que la cifra de víctimas, entre muertos y heridos, iba a ser alta. Así ocurrió, con por lo menos nueve personas fallecidas, siete de ellas niños menores de ocho años; más de 63 heridos; algunos desaparecidos y una pesadilla que a muchos acompañará de por vida.

Varios de esos colonos, que hoy no tienen nada y caminan sobre las ruinas de sus hogares, coincidieron en contar que «mientras una fuerza de no creer levantaba y rompía todo, en el cielo se veía como una bola de fuego, como si fuesen rayos y relámpagos que no paran y están todos juntos». También aseguran que fueron «como tres tormentas en una. Primero, a eso de las ocho y media de la noche cayó una granizada bien fuerte y en seco. Después vino la lluvia, y al rato se empezó a escuchar un ruido gigante que se iba acercando, como si tumbara todo y entonces se hizo un infierno que desarmó todo lo que había: personas, animales, casas, galpones, árboles, postes, alambrados, techos, chapas. Fue demasiado feo porque quedamos en la oscuridad absoluta», recordó Héctor.

Antes que amanezca ya se olía la destrucción y las pérdidas. Muchos fueron evacuados durante la noche. Varios padres y madres, a los que el viento les había arrancado a sus hijos, -algunos bebés-, de sus brazos y los habían perdido en la oscuridad, la luz del nuevo día les trajo la mala noticia: sus cuerpitos aparecieron esparcidos y algunos hasta mutilados.

En una de las chacras más castigadas, donde fallecieron dos hermanitos; donde la furia destruyó todo; donde un buey, un chancho y un caballo volaron por el aire y aparecieron muertos a unos 200 metros de lo que era el corral, pasado el mediodía de ayer comenzó un gran operativo de rastrillaje. Es que la madre que ya había perdido a dos hijos, reclamaba que un tercero, -también chiquito-, no aparecía por ningún lado. La explosión de viento se lo había sacado de las manos. El alivio llegó cuando, del cruce de información surgió que el nene había sido trasladado a Eldorado y era uno de los heridos internados en el Hospital.

En el paraje, denominado Santa Rosa, funciona la Escuela 342. Del edificio solo quedaron en pie las paredes de mampostería. El sector de madera y los techos volaron. Todo el interior de una escuela, útiles, bancos, pizarrones, ropa, cuadernos, libros, platos, tazas, todo está diseminado alrededor. El frezzer apareció a unos cien metros, y el viento hasta dobló el caño metálico del mástil. Sin dudar, si la catástrofe hubiese sido en horario escolar pocos alumnos se hubiesen salvado de la furia de la naturaleza. Las astillas del machimbre del edificio aparecieron clavadas como lanzas, a unos 300 metros, en la tierra de una chacra vecina.

Justamente en esta propiedad, también desapareció la vivienda de madera…Del techo no quedaron ni vestigios y toda la ropa, utensillos, mobiliario y artículos del hogar estaban desparramados. Un equipo de música, una plancha, solo una parte de un televisor, un reloj pulsera, una foto de una familia festejando, quedaron entre las tablas. A unos cien metros, una importante cantidad de ropa estaba trenzada entre las ramas de lo que había sido una plantación, ahora solo tallos sin siquiera la corteza. El galpón ya no tenía ni techo, ni paredes, ni siquiera las columnas. El panorama era el mismo en la chacra vecina a la escuela. Hasta la pesada cocina a leña estaba lejos muy lejos de la casa, hasta donde la llevó el tornado enloquecido, entre araucarias arrancadas de raíz.

Historias de la tragedia

Hector estaba recorriendo la casa desaparecida de su tía y contó lo que vivió en la noche del lunes: «empezó con granizo demasiado fuerte. Después vino tipo una luz y yo dije que era un avión, pero era un tornado. Nos gritamos entre los vecinos y nos tiramos debajo del piso de la casa y empezó a caer ramas por todos lados y no nos dimos cuenta de más nada. La casa de mi ti, que es esta, despareció. Todo fue a las nueve y media. Pero fue un desastre porque encontraron hasta pedazos de criaturas arriba de los árboles. Nosotros asistimos a un señor que tenía la cabeza rota y a la hija con un golpe en la cara. A las once llegamos a San Pedro para pedir que nos socorran».

Son muchos los testimonios, que periodistas, funcionarios, personal de fuerzas de seguridad y servidores públicos, vecinos y curiosos, escucharon en Santa Rosa. «Empezó a temblar todo y con mi marido y mis tres chicos corrimos de la casa y nos abrazamos a un árbol. Estaba todo endiablado y solo se escuchaba como se rompían las cosas. Perdimos todo, pero estamos vivos. A mi vecina le arrancó el hijo de los brazos y apareció parte del cuerpecito arriba del árbol pero lejos de su casa», dijo una mujer.

«Tengo dos sobrinos muertos y a nosotros nos cuidó Dios. Estaba con mi mujer y mis hijos, uno es bebito todavía. Corrimos y no sabíamos donde ir. Nos tiramos al piso abrazados. Ahí vimos como la casa explotó y se llevó todo. Si quedábamos dentro, ni los pedazos iban a encontrar», contó un hombre en la escuela de Tobuna que es utilizada como centro de evacuados.

«Yo estaba cenando con mi familia en la casa de mis padres, que viven frente a nuestra chacra. Salí para buscar algo para comer en mi casa y ahí descubrí lo que se venía. Corrí de nuevo a lo de mi papá y ahí aguantamos. De mi casa no quedó nada», contó otra víctima.

«»La tormenta mató todo», dijo un vecino»

José Domínico, el único vecino de Tobuna, una de las localidades más afectadas por el tornado que se desató entre el lunes y ayer a la madrugada, que aún conservaba teléfono en la zona, relató el fuerte impacto que tuvo la tormenta en el pueblo de no más de 3000 habitantes donde vive con su familia. Aliviado, comentó que ninguno de ellos sufrió lesiones ni daños mayores.

«La tormenta mató todo. Arrasó con lo que había y no dejó ni un animal vivo», contó. «Durante 20 minutos cayeron gotas de granizo que parecían grandes huevos de gallina», describió en un intento por graficar la intensidad que el fenómeno alcanzó en las localidades más críticas.

«Enseguida empecé a moverme y a socorrer. Hay gente que lo perdió todo», expresó en un tono de voz que denotaba su preocupación.

En las últimas horas se convirtió, por necesidad, en el asistente del médico de la zona, de apellido Suárez.

El doctor informó conmocionado que acababan de encontrar el cuerpo de una nena de ocho años.

«En el segundo rastrillaje que hicimos en el pueblo encontramos el cuerpo de esta nena. Ahora estamos intensificando las tareas en esta zona», señaló en medio del temor y la incertidumbre que generan los resultados de este tipo de operativos.

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