Especialistas nos ayudan a reflexionar sobre los vínculos de pareja, los peligros de la codependencia y sus consecuencias para la autoestima personal.
Si descreés de la autonomía personal como una pieza fundamental de la unión de pareja. Si volcás todo en la relación y cada intento de libertad personal se vive como abandono o transgresión a las reglas. Si la ansiedad te juega malas pasadas cuando el otro no está. Si vivís de reclamo en reclamo, ¡cuidado! Podés estar envuelta en una relación de dependencia emocional tóxica.
Y no es amor, es una deformación del amor. El amor necesita del respeto, de la comprensión, de la tolerancia y del acuerdo entre las partes. Y más allá de las afinidades, son dos personas diferentes, cada una con su historia y experiencia de vida.
Según el sexólogo y psiquiatra Walter Ghedin, “si el amor no es dependencia, ¿qué factor convierte a este sentimiento en una necesidad imperiosa de que el otro esté presente? La respuesta está en las carencias y los vínculos de apego. Muchas se producen durante la niñez por privaciones, violencia, abusos y también por el exceso de protección. Estas relaciones necesitan imperiosamente que el otro esté presente, no importa cómo, pero que esté. Y no solo por la presencia, sino por el miedo a estar solos, sentimiento que recibe el nombre de ‘ansiedad de separación’».
Según el licenciado en psicología Santiago Bonomi “amar y ser amado es el sentimiento más profundo y gratificante del ser humano, nos brinda felicidad, nos potencia como personas y amplía nuestros horizontes. Por el contrario, la dependencia conduce al sufrimiento y a conductas patológicas de sumisiónque tienen por objetivo evitar a toda costa la soledad y el abandono”.
Los reclamos se convierten en moneda corriente. En el relato de las personas dependientes, la frase que perdura es: “no puedo dejarlo, lo amo demasiado” o “me desespera pensar que no esté conmigo”. Esta forma de relación suele comenzar como un fuerte enganche pasional, propio de los primeros meses, hasta que se va convirtiendo en una constante; la pasión se torna necesidad imperiosa, el deseo es impulso porque el otro esté.
Según Ghedin, “las consecuencias de la dependencia amorosa comporta la presencia de celos, violencia psicológica y física, angustia, depresión, deterioro de la funciones parentales, hijos rehenes de los conflictos entre los padres, aislamiento social, postergación de los proyectos personales. La relación se estanca en un comportamiento dañino y reiterativo”.
Otra señal –explica Bononi- es que “el o la dependiente requiere de consejo permanente para tomar cualquier decisión de la vida cotidiana, necesita la aprobación urgente del otro porque carece de confianza en sí mismo y en sus propias capacidades. La ansiedad producto del temor a la separación los lleva a sostener relaciones desequilibradas y de mucho sufrimiento”.
Cabe aclarar que esta problemática es territorio exclusivo de las relaciones sexo afectivas: las madres no dejan en libertad a sus hijos y estos eligen vivir bajo sus alas; los amigos se nutren solo de lo que cada uno se brinda mutuamente y no existe otra apertura a lo social. No obstante, es en las relaciones amorosas en las que observamos los mayores grados de dependencia y las consecuencias más graves. El vinculo exige de mucha maduración y diálogo para salir de ese estancamiento.