En las provincias la energía es 80% más cara

Las tarifas eléctricas en el interior del país son 80 por ciento superiores a las que se pagan en Buenos Aires, de donde viene el mayor incremento de la demanda.

No hay una crisis terminal ni una catástrofe en puertas, pero tampoco se transita una situación normal en lo energético. Las altas temperaturas han estimulado la demanda generando cortes y problemas en la prestación del servicio. Uno de los desafíos es invertir para aumentar la oferta. Pero hay algo mucho más difícil de entender: la inequidad socio-económica y de oportunidades que genera la desigualdad en las tarifas que hay en todo el país
La oferta de electricidad está estancada hace varios años, mientras que desde la salida de la Convertibilidad la demanda subió por lo menos un 30 por ciento. Hasta el momento, la demanda adicional se pudo manejar gracias a cierto margen excedente de generación que existía para entonces y debido a las obras que se realizaron en transporte, lo que permitió subir la capacidad de transporte del sistema. En la actualidad ese margen que existía hace seis años se ha achicado mientras las máquinas existentes son más antiguas y requieren más mantenimiento.
En el corto plazo no hay mucho por hacer, más allá de fomentar el consumo racional en los hogares. Las inversiones anunciadas para aumentar la oferta estarán listas en 2008. Pero el tema crítico es hoy la demanda.
El pico de demanda subió más de 3.000 megas en los últimos años: en 2001 andaba por los 14.000 MW mientras que ahora ronda los 17.500 MW. Esto se debe al crecimiento industrial y a la mejora en el bienestar de muchos hogares. La situación económica, por ejemplo, llevó a un boom de ventas de aires acondicionados, los cuales son encendidos todos a la vez y en general a 20 grados (cuando podrían enfriar bien a 24, gastando menos luz). Cuando sube la temperatura, transpiran en las empresas eléctricas y en el Gobierno. La mayor parte de ese incremento de demanda proviene de las regiones con tarifas más atrasadas.

Desigualdad
Para zanjar el corto plazo habría que educar al consumidor en el ahorro de energía (hay algunas campañas en ese sentido) y además empezar a dar algunas señales económicas que promuevan un consumo más racional. No parece que 2007 sea el año para hacerlo por razones políticas, aunque la realidad es que las tarifas ya son mucho más altas en el interior del país.
Pero Capital y Buenos Aires tienen un efecto político y mediático que parece desalentar un ajuste como el que ya se ha hecho en el interior.
En 2001 se congelaron las tarifas, pero de allí en más el devenir de los precios de la electricidad no fue igual para todos. En los hechos, el país está partido en dos, en una situación profundamente inequitativa. Las tarifas a pocos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires son 130 por ciento más altas, como ocurre en Lobos o Luján.
En concreto, un 43 por ciento de los habitantes del país -los que viven en Buenos Aires y el Gran Buenos Aires- no tuvo aumentos de tarifas, mientras que el restante 57 por ciento paga un precio mayor por la energía que consume.
Según la Fundación para el Desarrollo Eléctrico (Fundelec), esos precios en el interior son en promedio 80 por ciento mayores, pero con algunos picos llamativos en provincias como Misiones o Chaco, donde se paga hasta un 120 por ciento más que en Buenos Aires.
A diferencia de lo que ocurre con el gas, la electricidad cuenta con más jurisdicciones eléctricas que provincias. Y esta estructura legal, hace que cada provincia pueda fijar su propia tarifa eléctrica, con sus propios impuestos y sus cargos especiales.
Así las cosas, un usuario de la Ciudad de Lobos paga más de 60 pesos por 170 kWh de consumo, cuando uno de Capital Federal paga poco más de 20 pesos, según Fundecelc.

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