Natalicio de Simón Bolívar: quién fue y qué hizo el reconocido libertador

Se dice que Simón Bolívar tenía sólo 22 años cuando se paró en el Monte Sacro para pronunciar un juramento: dedicaría su vida a la liberación de Hispanoamérica y al derrocamiento de las colonias que España mantenía en el continente. Cumpliéndose 239 años de su nacimiento, dos países llevan su nombre y al menos cinco lo recuerdan como un prócer—pero sus audacias son admiradas en muchos lados más.

Nacido el 24 de julio de 1783 en el seno de una pudiente familia criolla, la infancia de Bolívar se vio mermada por el pronto fallecimiento de sus padres. El que sería comandante de varios ejércitos tenía en ese entonces menos de diez años, por lo que se vio obligado a pasar de familia en familia hasta ser enviado finalmente a estudiar a España, una costumbre de los criollos de la época.

Expuesto a los principios de la Ilustración y adoptando rápidamente la cosmovisión romántica e idealista que envolvía a la emergente burguesía de ese entonces, Bolívar vivió de primera mano el establecimiento del Primer Imperio Francés en 1803, de mano de Napoleón Bonaparte.

Fue el reconocido general francés el que animó a Bolívar—indirectamente—a sumirse aún más en los movimientos revolucionarios de América cuando la guerra de la Independencia Española comenzó en 1808. Habiendo obligado a que dos reyes españoles abdicaran de forma sucesiva, Napoleón estaba dispuesto a tomar el control de la monarquía ibérica e instalar a su hermano, José Bonaparte (también conocido despectivamente como “Pepe Botella”), en el trono.

El conflicto terminó por causar un desastre político en el que se vieron involucrados Reino Unido, Portugal, y las fuerzas españolas leales a los reyes destituidos en un enfrentamiento conjunto contra las fuerzas napoleónicas. La desestabilidad que esto causó potenció la confianza que los revolucionarios americanos tenían en las posibilidades de su movimiento.

Una simple propuesta

Después de abandonar Europa y pasar seis meses en Estados Unidos, la noticia de la invasión francesa llegó a oídos de Bolívar cuando él estaba ya en suelo venezolano. A pesar de una admiración reservada, se observó que Bolívar mantenía un palpable disgusto por el cada vez más poderoso rol de Napoleón en el escenario internacional, y la fragilidad política ahora evidente le sirvió para entrar en contacto con las élites del nuevo continente con una idea en mente.

Su propuesta era simple: revolución. Era necesario, según él, que las colonias españolas en las Américas se independizaran y se conviertan en las amas de sus propios destinos. Venezuela ya había sido el escenario de un intento por derrocar al gobierno español liderado por el general Francisco de Miranda, pero el intento había fracasado. Bolívar estaba interesado en intentarlo de nuevo, pero gran parte del cada vez más poderoso sector burgués no se mostró tan radical como él lo hubiera deseado.

Con el rey Fernando VII de España restituido pero enfrentado a un avance francés, en 1810 se decidió reemplazar al gobierno anti-francés que regía en España por un concejo regente, el eventual responsable de la primera constitución española. En Venezuela esto provocó la creación de la Suprema Junta de Caracas, que reconocía a Fernando VII como rey pero se separaba de la regencia, avanzando así hacia una propuesta independentista.

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Bolívar, quien estuvo ausente durante la proclamación de la junta, había logrado ser reconocido como uno de sus diplomáticos y enviado a Reino Unido para negociar. Esta creciente influencia lo hizo tener un rol prominente en los sucesivos debates que terminaron con una declaración de independencia el 5 de julio de 1811. La república resultante, sin embargo, probó ser débil y contar con poco apoyo. Este sentimiento fue reforzado en 1812, cuando un terremoto azotó al nuevo país. Temerosos, muchos lo adjudicaron a un Dios enojado por la independencia, y las cosas no hicieron sino empeorar.

Entre la espada y la pared, Bolívar y sus tropas comenzaron a ceder cada vez más territorio a las fuerzas monárquicas, que aprovecharon la incertidumbre para abrirse paso y reconquistar la antigua colonia. Pero el comandante no estaba dispuesto todavía a rendirse: pidiendo asistencia a Nueva Granada, que también estaba luchando contra el ejército español, Bolívar consiguió hacer retroceder a sus rivales tanto en territorio venezolano como en la incipiente Nueva Granada, ahora parte de Colombia.

Vientos de cambio

Con las tornas cambiadas, las revitalizadas tropas republicanas lograron recuperar vastos territorios en Venezuela, llegando incluso a Caracas. La capital fue liberada en agosto de 1813 y una Segunda República pronunciada en 1814, liderada por Bolívar y Santiago Mariño, otro destacado revolucionario. La alegría no duraría tanto, sin embargo, pues la capital cambiaría de manos de nuevo en julio de 1814, devastada por la inestabilidad y los constantes levantamientos.

A pesar de haber intentado resguardar mucha de la fortuna nacional, Bolívar fracasó en sus planes y fue exiliado, terminando en Cartagena y después en Tunja, donde se reunió con el congreso de Nueva Granada. Después de ayudarlos a contener una insurrección, evento que terminó con Bogotá siendo incorporada al país, Bolívar fue nombrado comandante de su ejército. Su posición fue amenazada poco después por el avance de fuerzas enemigas en Cartagena, lo que terminó con Bolívar perdiendo su puesto y siendo exiliado nuevamente, esta vez a Jamaica.

Allí recibió la invitación de unirse a la comunidad republicana en exilio, que se había establecido en la recientemente independizada República de Haití. La historia dice que, durante esa misma noche, Bolívar fue víctima de una conspiración española con el objetivo de matarlo, pero quien estaba a cargo de ejecutarla confundió su apariencia física con la de un pagador y terminó asesinando a la persona equivocada.

La conspiración, en parte exitosa y en otra—mucho más grande—no, apuró el ritmo del libertador y lo llevó hasta Haití, en donde conoció al primer presidente del flamante país caribeño, Alexandre Pétion. Pétion, nacido de una familia pudiente pero comprometido con la liberación de los esclavos, se volvió amigo de Bolívar y acordó proveerle con armas, siempre y cuando—le hizo prometer—liberara a todos los esclavos de las zonas que Bolívar conquistara.

Con una cálida bienvenida por parte de sus colegas republicanos bajo el brazo, Bolívar fue proclamado líder supremo del grupo en exilio. Esto le infundió valentía, inspirándolo para volver a Venezuela e intentar liberarla otra vez más. Aun logrando avanzar un poco y ayudar a numerosos esclavos, su plan pronto fracasó, y el comandante terminó retornando a Haití unos pocos meses después, desprovisto de su nuevo título de comandante supremo.

Otro intento más

Pero la suerte todavía no se le había acabado a Bolívar, quien pronto aprovechó la oportunidad para declarar la necesidad de instaurar una Tercera República venezolana. Esto, unido a muchos caudillos que se negaban a reconocer un liderazgo que no sea el de Bolívar, ayudó a que el militar lograra recobrar su impulso. Para 1819, sus fuerzas estaban lo suficientemente organizadas como para reunir a un congreso en Angostura, actual Ciudad Bolívar, desde donde se declararía eventualmente la independencia también de Colombia.

Con espíritu de ganador, Bolívar continuó abriéndose paso por el continente con una conquista a Nueva Granada, cuya república para ese entonces había caído bajo manos de España. Deseando fundar un país que reuniera todos los territorios liberados bajo un poder central, el militar se dispuso a fusionar Nueva Granada y Venezuela. Esta idea fue la que más tarde resultó en la fundación de Gran Colombia, ocurrida el 17 de diciembre de 1819.

Sucesivos movimientos del líder latinoamericano resultaron en la liberación de Quito, parte del proceso de independencia del actual Ecuador, y en una cumbre con José de San Martín, en Perú. Bajo la creencia de que una federación, inspirada por el sistema usado en Estados Unidos, era imposible de implementar en América Latina, Bolívar se autoproclamó líder vitalicio de las zonas liberadas y creó un intrincado sistema para limitar su poder.

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Esto no evitó que Gran Colombia se viera envuelta en diferentes luchas entre facciones enfrentadas, lo que llevó a que Bolívar renunciase a la presidencia el 27 de abril de 1830. Exiliado en Europa, el exlíder murió en diciembre de ese año, víctima de la tuberculosis. Un año después, Gran Colombia dejaría de existir, separándose en cuatro países antecesores de los actuales Venezuela, Colombia, y Ecuador.

Con incontables monumentos erigidos en su honor, el legado de Simón Bolívar continúa inspirando sentimientos patriotas y nacionalistas en gran parte de las zonas antiguamente bajo su poder e influencia. Bolivia, anteriormente llamada incluso “República de Bolívar”, lo convirtió en una de las pocas personas con el honor de tener un país con su nombre. Venezuela, formalmente conocida como “República Bolivariana de Venezuela”, llevó este honor a nuevas alturas.

Analizado a más no poder por innumerables historiadores, las diversas opiniones sobre su legado no quitan el preferencial capítulo que logró ocupar en el trayecto de América Latina, participando activamente en su transición desde el poder aristocrático al burgués, y renovando así el destino de las repúblicas que ayudó a fundar. Más de doscientos años después de su nacimiento, su historia no muestra todavía signo alguno de acabarse.

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