El juez concedió la apelación del fiscal y la Cámara deberá resolver si Santiago Negrete vuelve a la cárcel o sigue con prisión domiciliaria

El juez de instrucción N°2 Juan Manuel Monte concedió la apelación presentada por el fiscal de Instrucción número 2, Christian Oscar Antúnez Nerenberg, al arresto domiciliario otorgado a Santiago Negrete, acusado de intento de homicidio a Manuel Sánchez. Ahora la Cámara de Apelaciones deberá determinar si Negrete continúa con prisión domiciliaria o deberá volver a la cárcel.

El juez que interviene en la causa, Juan Manuel Monte, había dictado la semana pasada la prisión preventiva del joven de 20 años acusado del brutal intento de homicidio de quien se consideraba su amigo, Manuel Sánchez, pero luego hizo lugar a un pedido de la defensa y le otorgó la prisión domiciliaria, “morigerada por cuestiones de salud”.

Luego el fiscal penal Christian Antúnez pidió que se revirtiera el beneficio argumentando que las pruebas médicas presentadas no eran concluyentes acerca de la patología que estaría sufriendo el acusado y consideró que podría continuar el proceso judicial en la cárcel y realizar su tratamiento médico en simultáneo.

Ahora el juez Monte concedió la apelación presentada por el fiscal y la Cámara de Apelaciones deberá resolver si Negrete continúa cumpliendo prisión domiciliaria o vuelve a ser trasladado a la cárcel.

 

Sed de sangre

los informes policiales y pericias que fueron revelando cómo Santiago Negrete planeó y ejecutó el intento de asesinato de Manuel Sánchez.

Los investigadores pudieron determinar que el frustrado asesino hizo un pormenorizado trabajo de inteligencia que le permitió ubicar a su víctima en horario y ubicación adecuados para llevar adelante sus planes de terminar con la vida de Manuel Sánchez, quien lo consideraba su amigo.

Averiguó donde vivía la novia de su víctima, en qué horario solía visitarla y hasta qué hora solía quedarse allí. Lo esperó a media cuadra, con la paciencia de quien tiene un objetivo claro. Cuando lo vio salir, cerca de la medianoche del lunes, lo interceptó haciendo ademanes para que se detuviera. Según relató a sus familiares, el primer instinto de Manuel fue huir, presumía que algo malo podría pasar. Pero luego reconoció a su amigo y se detuvo sin dudar.

Como muchos asesinos, Negrete apeló al sentido de solidaridad de su víctima para poder abordarlo. “Llévame a mi casa que estoy sin auto”, en realidad su vehículo funcionaba perfectamente y lo esperaba estacionado a pocas cuadras, y le pidió que lo llevara a su casa.

Subió al auto, esperó que Sánchez se colocara el cinturón de seguridad, sabía que así le resultaría más difícil escapar, y que comenzara a manejar. Apenas hicieron un par de cuadras comentando vaguedades, cuando Manuel sintió un tremendo golpe en el pómulo derecho. Era un disparo, la bala rebotó en el hueso y salió rompiendo la ventanilla.

Manuel giró la cabeza y vio, estupefacto, a Santiago Negrete encañonándolo con un arma. Enseguida sintió un segundo disparo, esta vez la bala ingresó en su maxilar derecho destrozando todo lo que encontró a su paso y dejando secuelas irreparables que acompañarán a Manuel durante toda su vida.  Después de haber recibido dos balazos en la cabeza seguía vivo y consiente. Un verdadero milagro.

El golpe del balazo lo llevó a perder el control de su vehículo que terminó chocado al costado del camino.

A pesar de su estado, Sánchez consiguió forcejear. En la desigual lucha, Negrete perdió el revolver pero no la sed de matar. Sacó un cuchillo y comenzó a apuñalar con saña a Manuel que de alguna manera consiguió defenderse de los ataques al tiempo que se liberaba del cinturón de seguridad y abría la puerta de su vehículo.

Seriamente lesionado, atónito, impactado por el sorpresivo y bestial ataque, inició una desesperada carrera en búsqueda de refugio. Se dirigió a la casa de uno de sus tíos, domiciliado no muy lejos del lugar del hecho.

Pero Negrete estaba determinado a cumplir con su único objetivo: matar a Manuel. Lo persiguió con el cuchillo en la mano, a los pocos metros lo alcanzó y persistió en el ataque.

Acertó tres cuchillazos en el cuello de Manuel, que milagrosamente no fueron mortales, y una certera estocada en uno de sus pulmones. Tal fue la violencia del ataque que el cuchillo se rompió.

Ya sin el arma de fuego y sin el arma blanca entonces, Santiago Negrete persistió en su intento de terminar con la vida de Manuel. Intentó ahorcarlo con ambas manos, mientras azotaba la cabeza de su víctima contra la vereda.

Con la misma determinación con la que el agresor pretendía matar, el agredido se aferraba el hilo de vida que le quedaba. Entonces Negrete dio una nueva muestra de saña que sorprendió a los investigadores policiales: al ver que de una de las heridas que había provocado en el cuello de su víctima emanaba sangre, empezó a hincar con un dedo el orificio con el objetivo de agrandar la hemorragia al grito de “tenés que morir”.

Sánchez hizo un último esfuerzo y tomó aire para llenar sus pulmones -el izquierdo sangraba sin parar-, y tratar de aguantar cuando ya no podía más.

En ese instante dramático y final, apareció la enfermera del milagro, quien consiguió sacar al agresor de encima de la víctima.

Negrete entonces empezó a patearlo y a pisarle el pecho, exigiendo a Sánchez que dejara de pelear por su vida.

No logró matarlo, y el resto – la resistencia de Manuel, la heroicidad de la enfermera, y por qué no, el milagro de Dios-, permitió que siguiera con vida y ahora evolucionando favorablemente.

 

 

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