General Alvear | Convertir la granja en una reserva natural privada es “un sueño que lo concretamos”, dijo la propietaria de la ecogranja La Lechuza

Desde hace un par de semanas, la Ecogranja La Lechuza de General Alvear es una reserva natural privada, que se suma al Sistema Provincial de Áreas Naturales Protegidas. Javiera Rulli y Reto Sonderegger, son dos emprendedores, propietarios de la granja quienes eligieron la provincia de Misiones para formar su hogar y criar a sus 3 hijos.

Según Rulli, «Es un sueño que veníamos pensando hace mucho tiempo y que ahora lo concretamos. Firmamos un convenio con el Ministerio de Ecología de Misiones, lo convertimos en áreas naturales protegidas. Esto es porque en más de la mitad de la granja La Lechuza, nos comprometimos a que prevalezca la selva y a recuperar la biodiversidad.»

La estrategia clave para la protección de este valioso ecosistema, según Rulli, ha sido establecer un convenio que declara la zona como área natural protegida. Este acuerdo, con una duración de 20 años, tiene como objetivo garantizar la preservación de la reserva a largo plazo. Rulli expresó su esperanza de que esta protección sea perpetua: «Esperamos que sea para siempre».

Pese a no ser oriunda de Misiones, Rulli compartió su conexión con la región: «Somos los dos de afuera. Yo soy argentina, pero me crié afuera en España y en Suecia y mi marido es suizo. Llegamos a Misiones en el 2011». Esta pareja internacional trajo consigo una valiosa combinación de experiencia en biología y agricultura orgánica.

La decisión de establecerse en Misiones tuvo un profundo propósito. Rulli detalló su viaje hacia la provincia: «Cuando nos conocimos nos fuimos a Paraguay y trabajábamos el tema de desarrollo rural, sobre todo relacionado con ecología, derechos humanos de las comunidades campesinas, contaminación, todo lo que era el avance y la soja. Ahí vivimos cosas realmente muy extremas». Luego de tres años de trabajo intenso en Paraguay, la pareja decidió establecerse en Misiones, atraída por la belleza y la rica biodiversidad de la región.

 

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La granja, que originalmente comenzó desde cero en Oberá, una localidad icónica para los inmigrantes, se encontró con desafíos iniciales. Rulli describió la propiedad que adquirieron: «Compramos una chacra de 21 hectáreas y media que tenía unas ocho hectáreas de un pinar muy densamente cultivado, muy oscuro. Luego tenía unas tres hectáreas de lo que yo pensé que era un potrero, pero era una pista de aeromodelismo». A pesar de los obstáculos, Rulli y su esposo se comprometieron a transformar la tierra, revitalizando suelos y restaurando la biodiversidad.

Con dos arroyos bordeando la propiedad y áreas de selva intacta, la Ecogranja La Lechuza ha encontrado su propósito en la conservación. La transformación en una reserva natural privada no solo marca el logro de un sueño, sino también un compromiso duradero con la preservación de los recursos naturales en Misiones.

Después de adquirir la propiedad en Oberá, Javiera Rulli y su esposo se embarcaron en un esfuerzo de regeneración del suelo y restauración ecológica. Rulli explicó: «Nosotros empezamos a hacer todo un trabajo muy intenso con técnicas de agricultura regenerativa, con agroecología. Para recuperar ese suelo empezamos a cultivar verdura, empezamos a sacar el pino y donde ahora estaba el pino, ahora hay potreros y ahí cuando empezamos a sacar el pino empezamos a plantar árboles».

El resultado fue un espectáculo impresionante de la naturaleza recuperando su espacio. Rulli compartió cómo el paisaje y la vida silvestre cambiaron: «Empezaron a volver los pájaros, las mariposas, porque antes, cuando estábamos rodeados de pino, no había, no se escuchaba nada en la estancia». Durante una década, la ecogranja se centró en la producción y comercialización de frutas y verduras orgánicas, con la estrategia de abastecer al autoconsumo local y al mercado de Oberá.

Sin embargo, el enfoque comenzó a cambiar hacia el turismo a medida que la propiedad se transformaba. Rulli relató cómo la idea surgió de manera improvisada: «Empezó como una extra. En el 2015, mi suegro construyó una casita acá de vacaciones y cuando él no estaba, la empezamos a alquilar. Entonces lo turístico se fue dando muy improvisadamente.» El turismo no solo ayudó a financiar los gastos adicionales de la granja, sino que también abrió las puertas para compartir la belleza y la revitalización del paisaje con otros.

La pandemia de COVID-19 trajo desafíos, pero también oportunidades. Rulli explicó: «Cuando vino la pandemia nosotros cerramos, pero ahí fue solamente el tema de la comercialización. Pero cuando se reabrió, esto fue un boom con gente que venía, que estaba alucinada porque realmente cuanto más recuperábamos la granja, recuperábamos un paisaje». Este proceso de transformación llevó a la construcción de cabañas y un pequeño complejo turístico, donde ahora ofrecen experiencias de agroturismo y un pequeño restaurante.

La pasión de Rulli por la conservación y la ecología se convirtió en un pilar fundamental en esta transición. Ella dijo que «Siempre he sido ecologista, desde muy joven. No fue una de las razones por las que entré a estudiar Biología. Realmente estoy muy, muy preocupada por el futuro, por el cambio climático». La declaración de la propiedad como reserva natural privada no solo cumplió un sueño personal, sino que también permitió a Rulli y a su familia contribuir a la conservación de un ecosistema valioso.

 

 

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