Estudio científico reveló cambios que produjo el etiquetado frontal en el consumo y en los productos

Un grupo de investigadores chilenos analizó las compras realizadas en la mayor cadena de supermercados de ese país durante tres años. Determinó que a partir del etiquetado frontal en ese país bajó el consumo de productos que se percibían como más saludables de lo que realmente eran. Las empresas modificaron sus productos para hacerlos más sanos y hubo variaciones de precios.

La ley de etiquetado frontal de alimentos, que obliga a los productores de alimentos a incluir advertencias visibles en casos en los que superen determinados límites de calorías, azúcares, grasas y otros elementos cuyo consumo en exceso afecta a la salud, está provocando un debate en todo el país respecto el impacto que podría tener esta regulación.

En Chile una ley casi idéntica a la sancionada en Argentina rige desde 2016, lo que dio a los investigadores más tiempo para analizar la cuestión. Entre ellos los economistas Nano Barahona, Cristóbal Otero y Sebastián Otero que en febrero de este año publicaron un paper en el que volcaron las conclusiones de un pormenorizado estudio en el que se propusieron conocer cómo cambiaron los hábitos de consumo y cómo respondieron las empresas que elaboran alimentos a esos cambios.

Focalizaron su investigación en las distintas variedades de cereales, por tratarse de una categoría bien definida con poca sustitución en otras categorías de alimentos, una variación sustancial en las etiquetas entre los productos y en la que las etiquetas de alimentos pueden ser especialmente informativas debido a las percepciones erróneas de los consumidores sobre el contenido nutricional.

Los investigadores utilizaron tres insumos básicos: encuestas realizadas a consumidores en un estadio previo a la entrada en vigencia del etiquetado frontal, datos directos de las cajas registradoras de los locales de Walmart, la cadena minorista con mayor cantidad de locales en el país trasandino y las tablas de contenido nutricional de los productos.

“Encuestamos a 1,500 consumidores y obtuvimos sus creencias sobre el contenido nutricional de los productos”, señalan los investigadores que a través de este mecanismo pudieron determinar que había entre los consumidores una percepción que subestimaba la cantidad real de calorías que aportaban los cereales y, en menor medida, de azúcar.

De análisis surgen hallazgos clave relacionados a las conductas de consumo: “los consumidores pasaron de productos etiquetados a productos sin etiquetar. Pero ese cambio se dio en mucha mayor medida en aquellos productos que los consumidores creían que eran bajos en azúcar y calorías, pero bajo la ley de etiquetado debieron incorporar alertas señalando alto contenido en alguno o ambos ítems.

Esos productos en los que la gente tenía una percepción equivocada respecto al contenido de azúcar y/o al aporte calórico, registraron una persistente caída en la demanda del orden del 40% en comparación a los productos que no fueron identificados con ningún octágono negro.

Ante esta respuesta de los compradores, las empresas reaccionaron modificando la composición de sus productos, los hicieron más saludables para quedar eximidos de los temidos octágonos negros. “Para evitar las etiquetas, muchas empresas modificaron el contenido nutricional de sus productos para que estuviera justo por debajo de los umbrales regulatorios y disminuyeron la concentración de azúcar y calorías en un 11,5% y 2,8% respectivamente”.

Desde este punto de análisis, la ley de etiquetado cumplió con su objetivo central que es aportarle a las empresas un incentivo para que sus productos sean más saludables.

Pero los investigadores también registraron una segunda respuesta de las empresas: aumentaron los precios de los productos más saludables.

Los investigadores estiman que ese incremento en los precios responde por un lado a que los productos sin octágonos negros se convirtieron en más demandados, al menos en el rubro de los cereales para desayuno, y eso empujó sus precios y, por otro lado, a que en muchos casos en los que hubo modificaciones en las composiciones de los productos para evitar el etiquetado, esos cambios fueron a expensas de aumentos en los costos de producción.

“Documentamos un aumento del 5.5% en los precios de los productos sin etiqueta en comparación con los etiquetados debido a la regulación”, señalaron.

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