Amelia Baéz: su lucha durante la dictadura militar por encontrar a los desaparecidos en Misiones

Hace 46 años iniciaba uno de los periodos más tristes en la historia de nuestro país. Amelia Báez fue una de las tantas víctimas de la última Dictadura Militar en Misiones, una vez liberada, lejos de amedrentarse dedicó su vida a la lucha por los Derechos Humanos y por encontrar a los misioneros desaparecidos o al menos dejar su historia impresa para siempre.

«Misiones no fue una isla, fue impactada fuertemente”, dijo Amelia respecto a las brutales acciones de la última Dictadura Militar en nuestra provincia. Viniendo de una familia con adscripción peronista, empezó a militar a los 15 años en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).

“Misiones también tiene su grupo de desaparecidos, de asesinados y sobrevivientes de esas detenciones arbitrarias”, recordó Amelia, abriendo el libro en su mente de tantas historias que fue recabando durante los años, para que la historia misionera sepa lo que sucedió en estas tierras.

Amelia estuvo detenida, “privada de la libertad en lo que fue 46 años atrás, el mayor centro clandestino de detención, que fue la Jefatura de la Policía de la Provincia de Misiones”. A eso, se suman otros 40 días que estuvo con detención domiciliaria en la casa de sus padres.

“Fueron lugares donde le imprimieron aberrantes torturas para que hablen, para que digan lo que ellos querían escuchar. Por eso no se los podía ver, porque estaban en condiciones deplorables”, explicó, acerca de lo que padecían los presos políticos durante el periodo más oscuro de la historia de nuestro país.

En el tercer tomo de su libro «Historias con nombres propios», Amelia dejó un lugar para contar lo que le tocó vivir durante los días que estuvo privada de la libertad. En el apartado titulado “En el lenguaje de la celeste y blanca», cuenta como fue su detención.

«La noche del 10 de septiembre de 1976, escuchamos que entran camiones en la casa de mis padres y golpeando fuertemente la puerta dijeron “Buscamos a Pelo Escobar y Sra.”. Fue mi madre ante mi mirada atónita, la que decidida tomó la parada y les abrió la puerta. Entraron abruptamente varios hombres armados a quienes con una frialdad sorprendente ella les dijo “mi hija Amelia no vive aquí, ellos viven en otro lado. Aquí -dijo señalándonos a cada uno de los presentes- están mis hijas Gloria, Marta, Rubén y mi sobrina Teresa”, yo paralizada presenciaba todo, ya que me hizo pasar por mi hermana Gloria, que en ese momento estaba en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, cursando sus estudios de Licenciatura en Trabajo Social.

Hoy a la distancia agradezco que los represores al retirarse esa noche, no quedaron en las inmediaciones de la casa de mis padres, y que mi hermana Gloria no regresó en ese momento porque seguro que la iban a detener, creyendo que era yo.

Apenas pasada la medianoche, mi padre me dice que me apronte, que me iba a llevar a otro lado ya que presentía que ellos iban a volver. Fue así que por los fondos de nuestra casa bordeamos un arroyo y caminando nos dirigimos a la casa de un tío, a quien mi padre le habló a solas y accedió a que me quedara. Ni bien se fue mi padre, mi tío empezó con una andanada de reproches por “el dolor de cabeza que les estaba dando a mis padres”, esto continuó hasta el día siguiente en que mi padre viene a buscarme para presentarme en la Dirección de Informaciones. Sinceramente yo no tenía otra red de contención que me facilitara otra alternativa.

Llegamos a la Dirección de Informaciones, ubicada en la calle Buenos Aires detrás de Jefatura de Policía de la provincia y fuimos recibidos por quien se identificó como el Oficial Juan Carlos Ríos, quien sorprendido me pidió el documento de identidad, entró en una oficina que se encontraba a la derecha y cercana a la puerta de entrada, luego salió y nos hizo pasar. Mi padre le consultó los motivos por los que me buscaban, a lo que el Capitán respondió que “en el marco de la lucha antisubversiva nos buscaban por averiguación de antecedentes y que además quería averiguar si yo tenía documentación falseada”, mi padre me miró asombrado y me preguntó “¿Y cómo es eso mi hija?”, a lo que respondí, “mentira papá ese es mi documento”. Entonces mi padre con firmeza le dijo, “mire Capitán, lo que Ud. dice no tiene asidero, mi hija no es lo que Ud. piensa ya que ella fue criada en un hogar en el que siempre se habló con el lenguaje de la celeste y blanca”.

Hoy, 35 años después, creo que también mi padre trataba además de defenderme, desacreditar tanta propaganda dictatorial que a través de las radios o la televisión nos presentaban a todos los militantes populares, como aquellos que no teníamos Dios, Patria ni Bandera y que queríamos imponer el trapo rojo como enseña.

Cortante y dando por finalizada la entrevista, el Capitán Marángello se levanta y le dice a mi padre que puede retirarse, pero que yo quedaba detenida por averiguación de antecedentes. Llamó nuevamente al oficial Ríos quien me puso las esposas frente a él y me traslada a una pieza que se encontraba por el pasillo a la izquierda. Luego me enteré por mi madre, que mi padre se arrepintió de haberme llevado a ese lugar, y llegó a tal grado de desesperación que siendo un hombre que no concurría mucho a las iglesias, empezó a recorrer esos sitios pidiendo por mi libertad.

Estuve tres noches en el lugar que hoy es conocido como el mayor de los centros clandestinos de detención que funcionaron en Misiones hace treinta y cinco años atrás. A la noche escuchaba que traían a muchas personas a quienes propinaban terribles golpizas. Tenía las muñecas muy flacas lo que permitió en una oportunidad sacarme las esposas, las que inmediatamente me las restituí por miedo a que entraran, como lo hicieron en varias oportunidades en que abrían la puerta de una patada y me apuntaban con sus armas largas, mientras me encontraba sentada en el suelo. En ese mismo momento se encontraba detenido Miki Verón, según dichos del Oficial Ríos y por eso sé que mi detención en ese lugar fue en septiembre».

 

Una vez libre, Amelia decidió no dejarse amedrentar y empezó a involucrarse con otras personas que habían pasado por su misma situación, o eran familiares de las tantas personas que sufrieron las atrocidades de la dictadura.

En 1977 varias mujeres, madres de presos políticos se acercaron a ella y le dijeron “Amelita, hemos decidido que vos nos presidas. Necesitamos estar organizadas”. Ella, claramente, le respondió que sí. Fue así que se conformó la Comisión de Familiares de Presos Políticos y Desaparecidos por razones políticas de la Provincia de Misiones, que fue presidada por Amelia.

“El miedo siempre estaba”, afirmó, pero, a pesar de eso, continuaron con su lucha. Los ideales eran más fuertes. “Empezamos este camino que nos llevó unos años después a tomar la plaza 9 de Julio como nuestro lugar de encuentro y de lucha. Por eso son conocidas como “Las madres de la Plaza 9 de Julio”, y yo, presidiéndolas y acompañándolas”, explicó Amelia.

La solidaridad era clave en ese momento, ya que en esos siete años de dictadura militar tuvieron que recorrer el país, ya que buscaban llevar a los detenidos lo más lejos posible de sus hogares para que no pudieran visitarlos.

“En cada provincia que íbamos, siempre una casa se abría para que duerman los familiares de otra provincia, era una relación de solidaridad que nos hermanó para toda la vida”, manifestó.

El golpe militar estuvo marcado por la detención y desaparición forzada de personas, que en su encierro fueron sometidas a todo tipo de torturas.

La lucha de Amelia por los Derechos Humanos perdura hasta hoy. Pero inició en esos tiempos, los más duros para interponerse frente al poder que gobernaba y ocultaba los crímenes atroces que cometieron durante más de siete años, hasta que a fines de 1983 volvió la democracia.

Una vez recuperada la democracia, se iniciaron las investigaciones sobre las atrocidades que se habían cometido impunemente durante la dictadura militar. “La memoria es frágil” indicó, y por ese motivo, es necesario militarla de forma permanente. “No solamente en marzo”, remarcó.

Respecto a la cantidad de personas detenidas y desaparecidas, Amelia dijo que “es una lista abierta”, y que si bien dicen que los asesinados serían casi 100 y hubo cerca de 600 pesos políticos, ella no podría aseverarlo, porque “pueden ser más”.

 

Misiones: Historias con nombres propios

Amelia escribió tres tomos de «Misiones: Historias con nombres propios», libros que contienen testimonios de víctimas y familiares de víctimas de la dictadura militar.  Eso surgió luego de que formara parte de la querella, el interés surgió porque se dio cuenta “que había tanta historia que no se contó en Misiones”.

Porque cuando se habla del tema, “se habla de las grandes urbes” y en Misiones “tuvimos nuestros muertos en todos los sectores”. Militantes universitarios, secundarios, del sector agrario sufrieron las torturas de la dictadura militar.

“Acá también se batalló por el boleto estudiantil en los 70, hay referentes, Miguel Ángel Sánchez dio la vida por uno de esos derechos”, afirmó Báez, quien agregó que “esa militancia fue siempre enmarcada con una fuerte formación política”.

En los juicios, dijo que tuvo la oportunidad de oír cosas aberrantes que les hacían a las víctimas. A algunas mujeres llegaron a violarlas para “disciplinarlas”.

“El tema de las violaciones en la tortura fue una herramienta de tortura para disciplinar a las mujeres que se animaban a estar en espacios públicos, de convocar, de motivar. Ese no era el lugar de la mujer, tenía que estar doméstica, en sus ámbitos más privados. Bueno, esas compañeras rompieron con eso», explicó.

Cabe destacar que, “Misiones fue una de las primeras provincias donde se condenó a los responsables por las violaciones en las torturas”, según indicó Amelia. También hubo testimonios de personas que fueron agredidas físicamente: «les golpeaban. Seis personas acá, seis acá y les hacían pasar por el medio y les dejaban en cama de los golpes que daban», afirmó.

Pero esto no sucedía únicamente con mayores de edad, ya que, según comentó, ya que “hubieron niños detenidos”.

«Durante seis meses le sacaron a la mamá esa criatura y las presas políticas que estaban en la alcaldía que estaba adentro de Jefatura, cuidaron a esa bebé. Le pasaron esa bebé, le dijeron que la habían encontrado a orillas del río con un bolso y ellas se dieron cuenta que no era cierto porque estaba muy bien cuidada la bebita, y era la hija de Ester Cabral, una militante del Movimiento Agrario que se vino a refugiar en nuestra provincia, que era de Córdoba. Y ellas le pusieron el nombre «Puchi» a esa beba», explicó.

Dictadura Militar en Mision

Su vida personal

Respecto a su vida personal, Amelia dijo haber tenido tiempo para formar su familia. “Tengo cuatro hijos, tres hijas y un varón. Tengo dos nietos, Martina de 15 y Mateo de 19”, manifestó. En lo profesional, además de los libros que escribió, integró la Comisión de Familiares de Presos Políticos y Desaparecidos por razones políticas de la Provincia de Misiones y fue subsecretaría de Derechos Humanos.

Actualmente, conforma la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos regional Misiones, es coordinadora del Centro de Derechos Humanos Pedro Peczak de la Universidad Nacional de Misiones y de la Fundación de los Derechos Humanos Germania. El nombre de esta última, indicó que se debe al nombre de una de las mujeres que lucharon por los Derechos Humanos en la Provincia.

Agregó que siempre se mantuvo “con fuertes convicciones, coherente y en la misma vereda siempre”. Agregó que sigue “batallando por los mismos derechos humanos violentados ayer, los de hoy y seguiremos por los de siempre”.

Amelia Báez - Victima Dictadura Militar
Amelia Báez , victima dictadura militar

Destacó también la importancia de involucrarse en política, a la cual considera como “la herramienta para el cambio”.

Explicó que en el pasado para restarle el precio a los jóvenes decían que “están en la pavada”, sin embargo su propia historia es prueba de lo contrario. “Yo tenía 18 años cuando impactó fuertemente la dictadura”, comentó.

“Los jóvenes son valiosos, no son el futuro, son el presente”, afirmó Amelia. Agregó que tienen que involucrarse porque “todo es político” y es gratificante cuando se consiguen las reivindicaciones.

«Yo creo que los pañuelos de madres y abuelas son un símbolo que trascendió la frontera», sostuvo, ya que los pañuelos actualmente son signos de resistencia y “donde vos tengas un pañuelo, ya estás significando alguna lucha de algún derecho que todavía no está siendo ejercido”.

 

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