Exigieron la renuncia de Kristalina Georgieva, directora del FMI

“Por qué la cabeza del FMI debe renunciar”. Así de directo es el título de uno de los editoriales (“leaders”) del último número de The Economist, que argumenta que Kristalina Georgieva, la actual directora gerente del FMI, no puede seguir al frente del organismo multilateral, ya que su rol en la elaboración de un informe del Banco Mundial, publicado en 2018, cuando era la segunda del entonces presidente de la institución, Jim Yong Kim (surcoreano de nacionalidad estadounidense), han minado su credibilidad para seguir siendo la número uno del Fondo Monetario.

 

El texto del influyente semanario británico da cuenta de algunas de las disonancias del caso y de la defensa que la funcionaria esgrimió ante el personal y el directorio del Fondo y concluye que “aunque la señora Georgieva merece simpatía, el episodio no calza bien con su actual rol en el FMI. El Fondo tiene su propio e influyente departamento de investigación y es también el custodio de los estándares de elaboración de los estadísticas macroeconómicas mundiales. La cabeza del FMI debe tener capacidad de arbitrar cuando dos de sus más grandes accionistas, EEUU y China, confrontan en una nueva era de rivalidad geopolítica”.

 

El problema, prosigue, es que Georgieva no puede cumplir más esa función. Así lo explica: “Los críticos del multilateralismo ya citan este episodio (en referencia a lo sucedido cuando Georgieva era la número 2 del Banco Mundial) como evidencia de que las instituciones multilaterales no son capaces de plantársele a China; la próxima vez que el FMI trate de arbitrar una disputa cambiaria o ayude a restructurar la deuda de un país que ha pedido créditos de China, los críticos del FMI seguramente citarán esta investigación (sobre lo que hizo Georgieva), para socavar la credibilidad de la institución”.

 

Por eso misma razón, se extiende The Economist, Georgieva, una “estimada funcionaria civil de varias instituciones internacionales, debe renunciar, en defensa del multilateralismo que su intervención en el Banco Mundial supuestamente contribuyó a defender”. Y cierra con una figura de caballería medieval. “Ahora ella debe hacer su parte por el multilateralismo y arrojarse sobre su propia espada”.

 

Esta semana Infobae explicó por qué la situación de Georgieva podrían impactar en la negociación que lleva adelante la Argentina con el FMI. Como en ese artículo dijo Héctor Torres, exrepresentante de la Argentina en el directorio del FMI, la posición de Georgieva, aunque sobreviva los cuestionamientos, es ahora incómoda, porque se le redujo el espacio para hacer consideraciones políticas ante eventuales observaciones u objeciones a un trato con un país que pueda hacer el ortodoxo staff del Fondo Monetario.

 

 

Ortodoxia reforzada con la reciente designación del brasileño Ilan Goldfjan como director del Departamento Hemisferio Occidental, del que depende la relación con la Argentina. El ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene muy buena relación con Georgieva, a partir de un primer encuentro que tuvieron en el Vaticano, auspiciado por el papa Francisco.

 

The Economist recapitula el caso, que se conoció la semana pasada, cuando WilmerHale, un estudio de Washington contratado por el propio Banco Mundial para investigar denuncias de manipulación en la confección del informe “Doing Business”, una suerte de biblia de cuán sencillo o complicado, favorable o desfavorable, se le hace a una empresa operar en cada uno de 190 países relevados, en base a una serie de datos e indicadores, dio a conocer el resultado de su pesquisa.

 

El informe carga las tintas sobre el rol que, fundamentalmente, Georgieva y Simeon Djankov, principal autor del informe y también de nacionalidad búlgara, como la hoy directora del FMI, jugaron para mejorar las calificaciones y posición de China, que del puesto 85 del ranking de competitividad o facilidad para hacer negocios que resultaba de la primera versión del informe, saltó al número 78, a instancias de presiones y recomendaciones “metodológicas” que hicieron Georgieva y Djankov. En un primer momento, buscaron mezclar los datos de China con los de Hong Kong y Macao, dos “zonas económicas especiales”, y finalmente cambiaron la metodología de modo que China mostrara mejores resultados en cuanto a la facilidad de pago de tributos y otras cuestiones impositivas.

 

The Economist recuerda que el “Doing Business” (que a raíz de este escándalo el Banco Mundial decidió la semana pasada discontinuar) se empezó a publicar en 2003 y fue ganando peso como indicador para decisiones de negocios. Tanta, que China empezó a hacer cambios regulatorios (básicamente, eliminando o acelerando procedimientos) de modo de mejorar sus calificaciones en las decenas y decenas de indicadores relevados,.

 

Alto perfil, alta presión

 

La cuestión, dice The Economist, es que con el alto perfil que ganó el “Doing Business”, también apareció una mayor presión. Hacia 2017 China seguía insatisfecha con los resultados y su primer ministro Li Keqiang, empezó a quejarse a las autoridades del Banco. La investigación de WilmerHales concluyó que el Banco alteró “impropiamente” los resultados de China y otros tres países, para evitar una caída de las posiciones de la potencia asiática, justo cuando sus reformas estaban acelerando.

 

Según la investigación, sigue la revista, los retoques a los indicadores fueron hechos a pedido del entonces presidente del Banco, Jim Yong Kim, y Georgieva, que se encargó de implementar esas cuestiones con la ayuda de Djankov, su connacional.

 

Georgieva dice que ella está “fundamentalmente” en desacuerdo con las conclusiones del informe, pero este afirma, después de haber entrevistado a decenas de funcionarios del Banco que participaron en la elaboración del “Doing Business” que se publicó finalmente en 2018, que Georgieva y su equipo exploraron cambios metodológicos de modo de conseguir mejores resultados para China. Según Georgieva, esos cambios fueron para “mejorar” el informe, pero un estudio posterior del propio Banco dice que los cambios metodológicos implementados indujeron a más errores de los que removieron.

 

Puede ser, admite The Economist, que haya sido Jim Yong Kim, el que inició la sospechada revisión. Además, admite, Georgieva tenía el “motivo superior” de hacerlo en defensa del multilateralismo, pues se trataba de contentar a China al cabo de una difícil pulseada que había tenido lugar sobre las cuotas de los diferentes países en el Banco Mundial.

 

De hecho, uno de los datos condenatorios del informe de WilmerHale es una nota que Georgieva le escribió a uno de los empleados del Banco que participó en la (re)elaboración del Doing Business, agradeciéndole por “haber hecho su parte a favor del multilateralismo”. Por eso es que el artículo concluye pidiéndole a Georgieva que ahora haga la suya, y renuncie, para salvar la reputación y la credibilidad del FMI, una de las instituciones clave del sistema multilateral diseñado por los ganadores de la segunda Guerra mundial hace ya más de 75 años.

 

El ruido en torno al caso y la presión sobre Georgieva fue ganando intensidad día a día. Paul Romer, premio Nobel de Economía 2018, que había sido economista jefe del Banco Mundial, aprovechó la oportunidad para recordar por qué se había alejado del organismo aquel año, con tal de no tener que reportar más a Georgieva, cuya integridad puso en duda. También una vocera del Tesoro de EEUU, Alexandra Lamanna, señaló que la institución, que encabeza Janet Yellen, revisaría la cuestión, ya que estaba en juego la credibilidad e integridad de los organismos internacionales.

 

Ante la publicación del demoledor editorial de The Economist, Torres comentó a Infobae que “para quedarse en el cargo Guzmán tiene que mostrase solícito con Cristina y Kristalina tendrá que hacer algo parecido con Yellen”.

 

La persona de mayor confianza de Yellen para sopesar las acciones de EEUU en los entes multilaterales y otros menesteres internacionales es David Lipton, ex número dos del FMI, de donde se alejó a poco de asumir Georgieva. Lipton había sido, en 2018 y 2019, quien monitoreó el megacrédito a la Argentina, durante el gobierno de Mauricio Macri.

 

Yellen tal vez también hable del tema mientras desayuna con su marido, el Nobel de Economía George Akerloff, que escribió con Romer, el cuestionador de Georgieva, un paper sobre el “saqueo” financiero que se suele producir en las liquidaciones bancarias. Akerloff es, además, autor, junto a otro Nobel de Economía, Robert Shiller, del libro “Phishing for fools: the Economics of Manipulation and Deception”, traducido en 2016 al español como “La Economía de la manipulación”.

 

Y de manipulación es, justamente, de lo que está ahora acusada Georgieva.


Infobae

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