En el litoral argentino tenemos un cormorán: el conocido Biguá

Esta especie de ave es muchas veces confundido con un pato. Su presencia es infaltable en ríos y arroyos, cuyas poblaciones se incrementaron localmente con la construcción de presas y la disponibilidad de árboles secos con innumerables perchas donde anidar y posarse.

 

A través de una alianza con Aves Argentinas, la centenaria organización ambientalista que impulsa su Programa Bosque Atlántico, compartimos en forma semanal algunos de los secretos sobre la biodiversidad de las especies de aves del país, y de nuestra Maravilla Natural Argentina, la Selva Misionera. Exclusivo de Misiones On Line.

 

Fotografía: Silvina Verón.

 

Hoy te presentamos al conocido biguá, que en la Argentina, Brasil y Bolivia, tiene un abanico de nombres en su extensa distribución desde el sur de los Estados Unidos hasta el Cabo de Hornos. Así, es el “yeco” en Chile, “pato cuervo” en Bolivia, “cotúa” en Venezuela, “cormorán neotropical”, “cushuri” y “patillo” en Perú. “Cuervo de mar”, “pato negro” y “pájaro chancho” también son denominaciones para esta especie.

Es un ave de la familia Phalacrocoracidae, que agrupa a los cormoranes que son mayormente de costas de mar e islas australes.

Pero el “morocho” de la familia, que tiene reflejos oliváceos, además de las costas, también frecuenta los ríos, arroyos y grandes lagunas del continente.

Puede llegar a medir entre 61 y 74 cm.  Tiene patas cortas y los cuatro dedos unidos por una membrana interdigital. El cuello y la cola son medianamente largos, que lleva bien extendidos al volar: “su cruz en vuelo extiende el biguá” dice una antigua canción inmortalizada por Cafrune.

 

Fotografía: Raúl Borgo.

 

Tiene el pico largo y delgado, que termina en un gancho, el cual le sirve para aferrar bien a los peces de los que se alimenta mediante zambullidas. Es capaz de ingerir algunos bien grandes y tragarlos enteros gracias a la flexibilidad de su buche.

Cuando nadan, llevan el cuerpo algo hundido. Bucea a unos 7 m de profundidad persiguiendo a sus presas y permaneciendo en el agua entre 20 y 40 segundos. Para levantar vuelo realizan un carreteo antes del despegue. Es una especie diurna, generalista y oportunista y abunda cuando el nivel del agua se encuentra bajo, lo que le permite capturar sus presas con mayor facilidad.

A diferencia de otras aves acuáticas no engrasan su plumaje, al no tener desarrollada la glándula uropigia, que segrega un aceite que impermeabiliza las plumas. Por ese motivo se lo suele ver extendiendo sus alas al sol, sobre algún poste para secarlas.

Esta situación la inmortalizó Mario Miguel Marateo en una de sus poesías:

Con un plumaje empapado lo diviso desde acá, secándose al sol, está,con las alas extendidas,

vestimenta desteñida, y con frío, a Don Biguá.

 

 

Fotografía: Gustavo Bruno.

Es una especie monógama. Nidifica en colonias a veces en asociación con garzas, siempre en arbustos o árboles a variada altura. Su nido es una plataforma de palitos recubierta en su interior con pajas, algas y plumas, con un diámetro entre 35 – 38 cm y 5 cm de profundidad.

Su periodo reproductivo va desde noviembre a junio, con una postura de 3 a 5 huevos, ovoides alargados, de color celeste pálido que son incubados por ambos sexos durante 30 días. Las crías nacen desnudas y son alimentadas por ambos padres hasta las once semanas, con peces regurgitados.  A los tres meses los pichones son independientes.

Tiene una vocalización particular, grave y áspera similar al gruñido de un cerdo. De ahí que se lo conoce como pájaro chancho.

 

 

 

Por Silvina Verón / Aves Argentinas 

Foto de portada: Hernán Tolosa

 

 

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