Reflexión del Pastor Guillermo Decena: Sanando la tierra VI

 

Todos los hombres que sanaron la tierra fueron personas obedientes a Dios, Noé obedeció a Dios y lo hizo pese a la burla y la actitud despreciativa de la gente, Abraham obedeció en forma extrema aún lo que parecía una locura y fue tremendamente bendecido y prosperado, Moisés liberó al pueblo de Israel con obediencia, y así como a ellos, Dios sigue usando a los que se atreven a obedecer y a creer en su Palabra.

 

 

La obediencia

 

La obediencia es fundamental para que seamos sanadores de la tierra. Cuando Dios mandó a Gedeón a derribar el altar de Baal y a cortar la imagen de Asera, fue como una prueba y es que Dios al que quiere usar le va a probar. Debemos tener en cuenta que todo prueba nuestra fe y que la fe es permanentemente sometida a prueba, a través de la obediencia y la desobediencia.

Entonces él se tomó algunas precauciones por la familia de su padre y por los hombres de la ciudad, pero de ninguna manera pasó por su cabeza la desobediencia a la orden de Dios (Jueces 6:25-27).

¡No sé si de día o de noche, si de mañana o de tarde, pero una cosa sé, obedece al Señor porque allí está escondida la bendición! (Isaías 1:2-3). Confíe en el Señor y obedezca porque todo lo que viene de Dios, Él lo dice para su bien.

 

GEDEÓN DESTRUYE EL ALTAR DE BAAL.

(Jueces 6:28-30) Muchas veces obedecer a Dios nos es tan simpático para la gente en general pero es muy agradable para Dios. Y quizás lo más sublime para los seres humanos es abominable para Dios. Pero de todos modos debemos ser valientes y proclamar la verdad de la Palabra de Dios.

Todos los hombres que sanaron la tierra fueron personas obedientes a Dios, Noé obedeció a Dios, y lo hizo a costa de la burla y la actitud despreciativa de la gente, Abraham obedeció en forma extrema aun lo que parecía una locura, ¡Dios sigue usando a los locos que se atreven a creer en Su Palabra!

(1º Samuel 15:22) Por eso los sacrificios sin obediencia llevan a frustración. La religión son ritos y muchas veces costosos, pero la comunión procede de un corazón que adora. ¡Por eso el ejemplo de Jesús es maravilloso e inspirador!

 

EL EJEMPLO DE JESÚS.

(Hebreos 5:8-9) Aunque Cristo era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció. No es que Cristo era desobediente y tuvo que aprender a obedecer a golpe de sufrimiento. Lo que sucedió fue que la entrada del Hijo de Dios en este mundo como hombre implicó que experimente cosas que de ninguna manera hubiese experimentado si hubiera permanecido en el cielo. Cada mañana, Cristo tenía que poner oído a las instrucciones de su Padre. Cristo aprendió la obediencia experimentalmente como el Hijo que está siempre sujeto a la voluntad de su Padre.

Solamente así, habiendo sido perfeccionado, Jesús vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen. Cristo jamás hubiera llegado a ser nuestro perfecto Salvador si se hubiera quedado en el cielo, pero por medio de su encarnación, muerte, sepultura, resurrección y ascensión, completó la obra que era necesaria para salvarnos de nuestros pecados.

De manera que por ser llamado por Dios, por ser tomado de entre los hombres y por cumplir con los requisitos para ser sacerdote, el Señor Jesucristo es un perfecto sacerdote, no según el antiguo orden de Aarón, sino según un nuevo orden, el de Melquisedec.

 

(Filipenses 2:6-8) Cada sección de este pasaje describe la humillación del Hijo de Dios en forma humana. No estaba solamente dispuesto a dejar la gloria celestial, sino que se despojó a sí mismo. No conforme con eso, tomó la forma de esclavo. Más bajo no podía descender. La profundidad de su humillación voluntaria se hace patente por el hecho que se hizo obediente hasta la muerte. Esto es asombroso, estuvo listo a obedecer aún si para eso tuviera que perder la vida. ¡Qué extraordinario! Pero eso no es todo. Por obedecer inclusive estuvo dispuesto a morir de la manera más indigna que se pueda imaginar. La muerte de cruz. Esta forma de morir estaba reservada para los peores malhechores. Pero la obediencia del Hijo de Dios a la voluntad de su Padre fue tal que estuvo dispuesto a sufrir esta vergonzosa muerte.

Jesús siempre hizo la voluntad del Padre (Lucas 22:42). Jesús sabía que “el que me envió está conmigo. No me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada” (Juan 8:29).

De hecho, Jesús dijo: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y que acabe su obra” (Marcos 10:45).

 

LA VIDA DEL APÓSTOL PABLO, OBEDECER U OBEDECER.

Saulo, antes de convertirse en el apóstol Pablo, devastaba la iglesia, consentía en la muerte de muchos cristianos. Saulo estaba a punto de transformarse en una llama de fuego para Jesucristo, por la misericordia de Dios (Hechos 8:1-3).

¿Por qué Saulo persiguió a la iglesia y no a los apóstoles? Quizás había un poco de miedo en él sobre el relacionamiento de ellos con Dios. Él había oído muchos de los milagros poderosos que se habían hecho en su nombre.

 

(Hechos 9:1-5) “Dar coces contra el aguijón” era una expresión proverbial de la época, basada en la imagen de un buey que da patadas contra la misma aguijada con que el boyero lo estimula. Las palabras del Señor al apóstol Pablo al momento de su conversión (Hechos 9 y 26:9-18) indican que Pablo no estaba en contra sólo de la forma de pensar de unas personas sino que estaba totalmente en contra de Jesucristo. No estaba persiguiendo solamente a los seguidores, sino que perseguía a Cristo mismo.

Lo que hacía el apóstol Pablo o Saulo de Tarso, antes de su conversión, en vez de conducirlo a la presencia de Dios lo alejaba por un camino donde le aguardaba su propia destrucción. Pero, para fortuna suya, el aguijón causó el dolor necesario para hacerlo entrar en razón convirtiéndose en apóstol del evangelio a los gentiles.

Es triste ver a personas dar “coces contra el aguijón”, que pretendiendo destruir a los cristianos se hacen perseguidores de Cristo. La palabra de Dios es el “aguijón” y los que se oponen a ella son, como dice el salmista, los asaetadores (Salmos 11:2).

Pero también es una falta de entendimiento del mismo cristiano que al no obedecer nos hacemos daño. ¡La Palabra de Dios es como un aguijón que va marcando la vida del cristiano! Sino obedecemos terminamos lastimados (Hebreos 10:19-23).

La Palabra de Dios es un aguijón que causa dolor, el dolor de revelar tu corazón, para mostrarte el estado de tu alma sin Cristo (Hebreos 4:12). Ella es el bisturí con que Dios opera el milagro de hacer de ti una nueva criatura que sirva a Sus planes y propósitos. Como cuando te enterrabas en la mano una astilla de madera y sólo podía ser retirada con una espina del árbol de limón. Es la espina que sirve para sacar aquello encarnado que causa el dolor de una vida apartada de la voluntad de Dios.

¡Dios ha prometido poderosas y maravillosas recompensas para quienes con fortaleza, dominio propio y sencillez de corazón perseveran en creer y obedecer Su Palabra!

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