¿Qué inquietud se generó en la intimidad de Boca por la repetida mala conducta?

La autocrítica interna de Arruabarrena por ahora no alcanza; «Si empezamos con 11, hay que terminar con 11», advierte Angelici.

Boca campeón vigente del torneo de 30 equipos y de la Copa Argentina; River encallado desde la obtención de la Libertadores. Pero pese a todo, ganó River. Cosas del fútbol. Existe una constante entre los dos lados de ese espejo invertido que excede a cualquier imprevisto de verano y a cualquier resultado, un dato que ya asomaba entonces y que ahora resulta simplemente inocultable: la dificultad del equipo de Rodofo Arruabarrena para terminar el partido con once jugadores.

No importa si es un amistoso, un superclásico por una copa internacional, o si es una fecha de mitad de calendario por el torneo local: Boca entra en la cancha, y no se sabe cómo sale. Pero esta vez, con las expulsiones de Jonathan Silva, Gino Peruzzi y el capitán Daniel Díaz en el José María Minella, que se sumaron a las de Alexis Rolín y Lisandro Magallán en el 2-4 ante Racing del debut en el torneo de verano, parece haber saltado un fusible en el club.

El llamado de atención por el nuevo récord de dos partidos y cinco expulsados no tardó en llegar desde la conducción del club. «Estos partidos tienen que ser una fiesta. Si empezamos con 11, hay que terminar con 11», dijo el presidente Daniel Angelici, que minutos antes del partido contra River se había sacado fotos en un palco con su colega Rodolfo D’Onofrio para aplacar la tensión en el aire.

Más sanguíneo, Arruabarrena mostró también su preocupación y su enojo por la estadística. «Estoy recaliente», dijo. Ambos coincidieron en que no se trata sólo del impacto eventual de una tarjeta roja en un resultado. «Es que la imagen que damos no es la que el club merece», graficó el director técnico.

Un dato llamativo es que las reiteradas expulsiones durante el ciclo de Arruabarrena no necesariamente tienen que ver con los títulos o la performance en una campaña, al menos en el plano local: las diez tarjetas rojas y las 76 amarillas del último torneo, por ejemplo, no impidieron que Boca sumara más puntos que los otros 29 equipos y fuera campeón.

El otro gran desacople que salta a la vista es la distancia entre las expulsiones que se acumulan y el mensaje constante que los propios jugadores, el técnico y los dirigentes del club intentan dar cada vez que se habla del tema. Desde el debut de Arruabarrena, el 31 de agosto de 2014, cuando Boca derrotó 3 a 1 a Vélez pero terminó con diez jugadores por la expulsión del volante Gonzalo Castellani, a cada tarjeta roja suele suceder una autocrítica, una catarsis. Pero por bien intencionada que suene, el detalle por resolver es que a cada autocrítica, a su vez, le sigue otra expulsión.

Hace un año, en Mar del Plata, Boca festejaba el fin de una maldición, porque desde hacía ocho partidos no lograba vencer a River. Un verano y varios torneos y copas después, en el mismo escenario, el conjunto de Arruabarrena parece haber reemplazado un karma por otro.

Como síntoma del panorama está el caso de Agustín Orion: referente del equipo, fue expulsado por primera vez en su carrera en el último torneo; fue en la segunda fecha, ante Temperley, por agresión a un rival, y pocas semanas después recibió cuatro fechas de suspensión por una violenta infracción contra San Martín, de San Juan (fractura expuesta a Carlos Bueno), y dos fechas más por otra frente a Unión. «Esto se viene repitiendo. Lo hablamos, pero se reitera. Somos los bicampeones del fútbol argentino y no podemos dar esta imagen. Tenemos que cambiarla», declaró el arquero.

Sebastián Battaglia, pieza clave de los ciclos en los que Boca además de ganar títulos se quedaba con distinciones por su fair play, estuvo entre los 32 mil espectadores. Y vio lo mismo que todos. «No sé si el nerviosismo que mostró Boca tiene relación con un estado de alteración que genera River desde los enfrentamientos del año pasado. Sí queda claro que Boca necesita trabajar este aspecto porque llama la atención la cantidad de expulsiones que sufre el equipo, y supongo que el cuerpo técnico estará estudiando qué hacer para que no se produzcan estas situaciones».

¿Falta de disciplina? ¿Problemas de vestuario? ¿Nerviosismo propio de los clásicos? Sobran hipótesis y diagnósticos; falta un antídoto. A menos de dos semanas del arranque del torneo, Boca deberá apurar un conjuro efectivo.

(Cancha llena)

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