Se puede, y es necesario volver a empezar

Escribe Soledad Jouliá, Lic. en Comunicación y Coach

 

“Vale la pena volver a empezar”, me dijo Fredy Pérez uno de los creadores de la Fundación Pequeños Milagros quien junto a su señora Natalia Acuña llevan adelante en Misiones una patriada por los niños de la calle hace, aproximadamente, ocho años.

Fredy es uno de los tantos ejemplos de superación incansable. Pasó en su vida diferentes situaciones extremas, una de ellas fue haber sido atropellado por siete vagones de un tren que lo arrastró 10 metros sobre las vías. El accidente provocó la fractura de tres costillas derechas, dos costillas izquierdas, y la perforación instantánea de un pulmón. El esternón se rompió, y desde las clavículas hasta la cintura se quedó prácticamente “sin carne”, el cráneo se partió, y las piernas fueron las más lastimadas. A pesar del impacto, Fredy comenta que jamás se desmayó, intentó pararse, pero ya nunca más lo logró. Hoy cuenta su historia desde una silla de ruedas, un límite que para él no es límite ya que su entusiasmo y voluntad siguen intactas.

Tuve la suerte de poder conocerlo personalmente, y desde entonces resuena en mí la pregunta ¿a pesar de todo, se puede volver a empezar? Claro que sí, se puede, y al igual que Fredy todos podemos volver a empezar. Tener el coraje de recuperar las fuerzas, las ganas y las esperanzas de poder avanzar. De eso se trata aprender a crecer, ser responsables de lo que nos pasa, y evolucionar.

Nuestra vida, personal, laboral, social son un maravilloso campo de experiencias donde permanentemente podemos aprender de aquello que elegimos  transitar. “Tener la capacidad para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformados por ellas” es lo que se conoce como RESILIENCIA.

La resiliencia es parte de un proceso evolutivo que debería ser promovido desde la niñez. Todas las personas podemos frustrarnos completamente, darnos por vencidos ante un error o volver a intentar. El problema es que volver a empezar supone muchas veces arriesgarnos a salir de nuestra zona de letargo, de ese espacio en que el dolor o el fracaso prácticamente se nos han hecho carne. Algunos, hasta tememos perder nuestra identidad. Si no soy “el accidentado”, “el enfermo”, “el abatido”, “el perdedor”, “el desempleado”, “el enojado con la vida y el país”… si no soy el que siempre se equivoca, entonces ¿quién soy?.

Es más fácil quejarnos de todo lo malo, lo doloroso y lo difícil que hacernos responsables de lo que a cada uno le toca, y nos toca CAMBIAR. Es más cómodo decir que este país no va a mejorar, que buscar el modo de hacer que las cosas cambien desde mi lugar. Es más simple criticar a los empresarios y “oligarcas” que ser un emprendedor capaz de animarse y jugarse al cien por cien aportando aquello que cada uno sabe hacer.

Comprometerse con uno mismo, comprometerse en lo pequeño, comprometerse en primer lugar con aquello que pienso acerca de lo que hoy me pasa, resulta aún más imperioso y fundamental. La mente es nuestro primer espacio de convivencia, el lugar desde el cual creamos nuestra posibilidad o imposibilidad.

Si cada uno se hiciera responsable de cuidar cómo está pensando y en qué está poniendo toda su energía, quizás, lo que nos sucede podría comenzar a cambiar. Hoy más que nunca necesitamos personas capaces de superarse; niños, jóvenes y adultos convencidos de que no sólo es posible si no que, sobre todo, es necesario VOLVER A EMPEZAR.

Más información sobre la Fundación Pequeños Milagros: facebook.com/fundacionpequenosmilagros +54 3764 458044 /[email protected] /

 

 

 

 

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