La ciencia habla: ¿cómo obtener una relación duradera?

El amor es uno de esos conceptos que todo el mundo cree sentir, pero pocos pueden describir más allá de los clichés que predominan en la cultura popular. Las mariposas en el estómago, las sensaciones de complementariedad, pertenencia y todos esos lugares comunes que se utilizan para darle forma a algo que, por definición, es etéreo.

En un esfuerzo por ayudarnos a entender, la ciencia ha dedicado tiempo y recursos al tratar de descifrar las incógnitas del amor. De hecho, un estudio reciente encontró la clave para obtener una relación duradera.

Los psicólogos de la Universidad de Washington, John Gottman y Robert Levenson, montaron en las instalaciones del campus un “Laboratorio del amor”, en el que estudiaron la interacción de varios recién casados para tratar de descubrir qué es lo que hace que una relación funcione. Con sensores y electrodos, en el laboratorio monitorearon a las parejas para conocer su reacción física —presión arterial, pulso, sudor, etc.— ante diferentes temas sobre su relación. A partir de la información recabada, Gottman dividió a su grupo de estudio en dos y los llamó “Maestros” y “Desastres”.

Seis años después de la investigación, volvieron a buscar a las parejas del estudio para saber cuál era su estado marital. Tras ese lapso, las parejas de Maestros seguían juntos, mientras que los Desastres pasaban por una severa crisis en sus matrimonios o, bien, ya se habían divorciado.

Uno de los hallazgos del estudio es que, aunque en las entrevistas realizadas los Desastres se comportaban serenos, en su interior estaban completamente desquiciados, con presión arterial alta, glándulas sudoríficas agitadas y pulsaciones rápidas. Gottman encontró que mientras más activos eran los matrimonios en ese sentido, más rápido se deterioraba su relación. No importaba el tema, las parejas de Desastres siempre estaban a la defensiva y listos para rebatir cualquier estímulo, aun cuando se encontraran hablando de trivialidades.

En cambio, los Maestros demostraron poca excitación fisiológica. Mantenían la calma todo el tiempo, misma que se traducía en un comportamiento cálido y afectuoso, incluso al momento de pelear. Eran matrimonios que lograron crear un ambiente confiable, seguro, cómodo e íntimo para su interacción.

Aunque interesante, la investigación de Gottman y Levenson resulta un tanto obvia. Es hasta cierto punto lógico imaginar que las parejas que levantan un muro entre ellas y que le provocan animadversión física a su cónyuge, tarde o temprano terminarán separadas; mientras que las que se desenvuelven en un ambiente de mayor confianza subsisten por más tiempo. Lo que realmente queremos saber es, ¿cómo lo lograron? Al profundizar en la investigación dentro su Laboratorio del amor, Gottman encontró una clave.

En una segunda etapa, el equipo adecuó el laboratorio en una especie de Bed & Breakfast para estudiar el comportamiento de 130 parejas recién casadas, quienes pasaron un día completo allí.

Después de observar a los esposos, Gottman encontró que sus integrantes hacían intentos todo el tiempo por conectar entre sí. Ponían temas sobre la mesa y esperaban obtener una respuesta por parte de su cónyuge, una señal de apoyo o simple interés. Por ejemplo, un amante de las aves que mira a una especie por la ventana y lo comenta con su esposa. Si lo dijo es porque lo quería compartir con ella, porque él le dio importancia. En este caso su cónyuge tiene dos opciones: darle consideración también o ignorar el comentario.

La investigación concluyó que estos intentos por conectar tuvieron profundos efectos en el bienestar marital. De las parejas que se divorciaron antes del periodo de seis años, solo el 33% puso atención a los intereses de sus compañeros durante el estudio, mientras que las que siguieron casadas el 87% respondió favorablemente a los intentos.

Con solo observar estas interacciones, Gottman asegura que puede predecir con un 94% de efectividad si una relación —sin importar su orientación sexual, raza o nivel socioeconómico— permanecerá unida o se separará en el futuro cercano.

Todo se redujo a la generosidad y empatía y, aunque ya lo supiéramos, no está mal que nos lo recuerden.

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