Agua de la tierra árida

Desde que asomó por el balcón de la plaza de San Pedro, Francisco se convirtió en un eje central de la política argentina. Los opositores se relamían por la posibilidad de contar con un aliado en contra del Gobierno, pensando que Francisco era aquel Bergoglio que mantenía una tirante relación con el kirchnerismo. En el oficialismo respiraron aliviados recién cuando las primeras señales enviadas desde Roma fueron conciliadoras. Las expectativas, de uno y otro lado fueron excesivas. Bergoglio no es más Bergoglio y como Papa no parece interesado en inmiscuirse en el barro de la política cotidiana.

 

 

Aunque sus escritos progresistas bien podrían ser confundidos con algún discurso kirchnerista, aunque distinguió a la presidenta Cristina Fernández como una huésped destacada, Francisco no se sumó a la militancia. Pero tampoco a las huestes opositoras.

 

 

Para muchos, la relación cordial del primer Papa argentino con el Gobierno, es una afrenta intolerable. Obviamente no sólo se encuentran en los partidos de la oposición, sino en la misma Iglesia.

 

 

En esa clave debe leerse el conflicto por la supuesta falsedad del mensaje enviado por el aniversario de la Revolución de Mayo que, desnudó una maraña de desinteligencias o mala intención. El escandalete que pretendió ensuciar al Gobierno también manchó a la impoluta diplomacia vaticana y hasta al propio Papa que tuvo que salir a aclarar que efectivamente había mandado el escrito. Es insólito que un sacerdote como Guillermo Karcher  -también argentino y secretario de Protocolo y Ceremoniero del Papa- asuma el rol de vocero y utilice un lenguaje más apropiado para las disputas barriales que para la diplomacia de un Estado: “Es un collage de mala leche”, definió a la carta puesta en duda.

 

 

Francisco, en cambio, se comunicó directamente con el embajador argentino en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero y ratificó la autenticidad de la misiva. En el diálogo, lamentó que muchos “quisieron sacar agua de la tierra árida para generar conflictos, sin tener el rigor de informar con la verdad”.

 

 

Es cierto, y nada sorprendente. La misma actitud habían asumido medios y dirigentes antikirchneristas ante el último mensaje de la Conferencia Episcopal titulada “Felices los que trabajan por la Paz”. Lo único que se leyó y se reprodujo hasta el agotamiento fue una línea: “La Argentina está enferma de violencia”. Frase atribuida exclusivamente a la responsabilidad del Gobierno.

 

 

La reflexión de los obispos, deja, en cambio, muchos más mensajes y una sentencia: “El amor vence al odio”. Después de describir la inseguridad que afecta al país, indican que “la creciente ola de delitos ha ganado espacio en los diversos medios de comunicación, que no siempre informan con objetividad y respeto a la privacidad y al dolor” y “con frecuencia en nuestro país se promueve una dialéctica que alienta las divisiones y la agresividad”.

 

 

“Conviene ampliar la mirada y reconocer que también son violencia las situaciones de exclusión social, de privación de oportunidades, de hambre y de marginación, de precariedad laboral, de empobrecimiento estructural de muchos, que contrasta con la insultante ostentación de riqueza de parte de otros”, señalan. Y cuestionan, citando al Papa, que se ha desarrollado una globalización de la indiferencia, con una creciente tendencia al individualismo y egoísmo.

 

 

Aunque la lectura unidireccional apuntó al Gobierno, los obispos advirtieron que “no nos ayuda culpar a los demás” y que “cada uno está llamado a sanar sus propias violencias”. Lo mismo dicen sobre la corrupción, pública y privada, a la que definen como cáncer social.

 

 

Los obispos tuvieron que salir a aclarar que el documento no apuntaba al Gobierno y mucho menos en exclusividad, sino a la sociedad toda y a la dirigencia política. “Urge en la Argentina recuperar el compromiso con la verdad, en todas sus dimensiones. Sin ese paso estamos condenados al desencuentro y a una falsa apariencia de diálogo. No hay aquí distinción entre creyentes y quienes no lo son. Todos estamos llamados a la tarea de educarnos para la paz”. El texto, extenso, como puede apreciarse, es mucho más profundo que una frase recortada.

 

 

El gobernador Maurice Closs y el vicegobernador Hugo Passalacqua mantuvieron sendos encuentros con Francisco. El titular del Ejecutivo el 6 de noviembre del año pasado y Passalacqua el 13 de mayo, en su residencia de Santa Marta. El vice contó que Francisco resaltó “la importancia de la docilidad a las señales que nos da Dios y las que nos da el pueblo desde su fe. No hay que desoír esas voces; ni la de Dios ni la del pueblo. Esa debe ser nuestra actitud”.

 

 

“Su doctrina va más allá de los mandamientos. Prefiere el camino largo, en el que quizás uno no va a ver los resultados, que es el de la transmisión de valores para las futuras generaciones”, relató Passalacqua, quien fue invitado a esta reunión como miembro activo de la comunidad Laica de la Compañía de Jesús, según confió el presidente de la Legislatura, Carlos Rovira, con quien, en un sugestivo gesto, compartió la tradicional conferencia post sesión de los jueves.

 

 

Closs amplió el concepto de los obispos sobre el compromiso con la verdad y advirtió que las verdades son relativas, depende de quien las exprese. Como primer paso, dijo, “reconozco que faltan  cosas por hacer, pero también pido con humildad que se reconozca que se hizo mucho”.

 

 

Closs aprovechó la cercanía con un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo para hacer un recorrido por la historia del país, cargado de antinomias por la incapacidad de valorar las cosas que están bien hechas, las que están mal, lo que se hizo y lo que falta.

 

 

Puso como ejemplo la puesta en valor del viejo hotel Cataratas, a metros de los maravillosos saltos. Fue pensado durante la presidencia del radical Hipólito Yrigoyen e inaugurado en 1922, incluso antes de la creación de Parques Nacionales. El edificio de estilo inglés con 24 habitaciones que daban a largas galerías, con terrazas que servían de miradores hacia la selva, funcionó hasta 1976, cuando fue desactivado por la dictadura militar. Recién en 1986, durante los primeros años de Alfonsín en el Gobierno, se intentó reactivarlo, como vivienda para los guardaparques, hasta que quedó definitivamente abandonado en 2001, en el estallido de la crisis. Recién ahora fue recuperado. El edificio puede ser un relato del país, sin el dramatismo de las miles de vidas perdidas en el camino, especialmente durante las horas más sangrientas cuando mandaban los militares.

 

 

Hicimos mucho más que en otras épocas y este edificio es el ejemplo. Seguro que falta inversión en el parque, en hospitales, en escuelas, autovías, que falta, seguro que sí. Pero se hicieron muchas cosas como esta histórica puesta en valor de este hotel. Nos ponemos muy contentos de poder tener estos datos reales de la economía, la producción, del trabajo, del turismo, los servicios, igualdad de oportunidades”, expresó.

 

 

“Mucho más vamos a lograr de la construcción de verdades relativas vamos sumando, si cada uno pregunta qué puede hacer y no qué puede recibir”, culminó.

 

 

La puesta en valor del edificio del hotel no fue el único motivo del encuentro en Cataratas. También se licitó la construcción de la nueva torre de control del aeropuerto internacional de Iguazú, como pasaje esencial para el crecimiento del turismo, una de las principales actividades económicas de la provincia. El Estado nacional invertirá 24 millones de pesos para elevar la categoría del aeropuerto y mejorar su estructura, ya que es, después de Ezeiza, el que más turistas recibe.

 

 

La adopción del turismo como política de Estado rinde sus frutos. En esta década aumentaron de 140 a 278 los establecimientos hoteleros, incluido uno que acaba de presentarse y las plazas de hospedaje aumentaron 99 por ciento, de 8.831 a 16.809. La inversión tuvo su respuesta con 1,2 millones de turistas por año en las últimas tres o cuatro temporadas, mientras que históricamente el parque no recibí más de 250 mil por año.

 

 

No es sencillo adoptar la propuesta de sumar en lugar de reclamar. Son pocos en la oposición los que se animan a coincidir con algo que surja del oficialismo, sea en el país o en Misiones y se esmeran en mostrarse más duros que el otro con el Gobierno.

 

 

El sector privado, lleno miradas corporativas, salvo honrosas excepciones, poco hace para sumar si no es a su contabilidad. Aunque ponen a la inflación como una preocupación, remarcan precios para maximizar sus ganancias. Los comerciantes posadeños, por ejemplo, admitieron que en abril sus ventas aumentaron siete por ciento y pronosticaron un nuevo aumento para este mes. Pero insisten en declararse en “emergencia” y exigen al Estado una rebaja impositiva. En cambio, cuando la economía crecía a tasas chinas, nunca cuestionaron las políticas oficiales, que justamente apuntaron a incrementar el consumo a través del derrame de recursos públicos en sectores que estaban fuera del sistema.

 

 

La preocupación de las corporaciones económicas tiene sus voceros en innumerables consultoras y aspirantes a la conducción política. Y se resume prácticamente en una: privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.

 

 

Hace poco lo expresó el massista Felipe Solá, cuando dijo que la gente, por temor a ser despedida, «a lo mejor hasta está dispuesta a que le bajen un poco el salario”. Ahora coincidió José Manuel De la Sota, quien quiere ser el candidato del PJ no kirchnerista: “Lo primero que hago es llamar al sector empresarial y al sector sindical, sincerar la economía y terminar con los reajustes salariales», advirtió el mandatario provincial.

 

 

Bajo esas condiciones, reclamaría un «pacto social por 180 días, con congelamiento de precios y salario”, que, admitió, no es la solución para la inflación, pero es una de sus principales propuestas para lograr “la unidad nacional”. En estas ecuaciones, siempre pierde el que está más abajo en la cadena, el trabajador o el que ni siquiera tiene un empleo formal.

 

 

Muchos de quienes acceden a los subsidios lo hacen precisamente por estar en informalidad laboral, es decir, trabajan en negro. La responsabilidad no es exclusiva del Estado, sino de los propios empresarios que ahorran dinero con diversos artilugios para potenciar su renta. Los que se quejan de la crisis de las instituciones, al mismo tiempo ponen el grito en el cielo cuando tienen que cumplir con obligaciones impositivas o previsionales.

 

 

Pese a todo, la economía se mantiene en ritmo aceptables y el empleo se mantiene más o menos en las mismas condiciones del año pasado. No es una noticia negativa teniendo en cuenta un contexto de crisis internacional que afecta a los principales países del mundo y Argentina no fue la excepción.

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