“El alma se conmociona con la pérdida de libertad”

Alejandro Rodríguez, fue preso político y será uno de los testigos en el juicio que se iniciará el miércoles por los delitos de lesa humanidad cometidos en la Jefatura de la Policía. “Es una experiencia desconcertante porque la pérdida de la libertad no puede ser dimensionada”. “El  alma se conmociona en la pérdida de libertad”, relató Rodríguez lo que fue para el estar preso bajo la dictadura. 

 

El fue trasladado a varias cárceles del país, donde fue torturado y fue distanciado de su familia desde el año 1976 hasta el 1982.

 

Quizás es un mínimo retrato de sus vivencias, pero constituyen una parte importante en la memoria histórica de Misiones.

¿Qué sentimientos  te produjo el hecho de estar detenido. Cuál fue tu reacción cuando te tomaron preso?

En realidad no te puedo definir, creo que me sentí anonadado. Fue sin duda una experiencia desconcertante porque la pérdida de la libertad no puede ser dimensionada, ni resumirse en palabras, es una conmoción muy grande,  el alma se conmociona con la pérdida de libertad. Produce un estado de impotencia y angustia, que no tienen comparación. Pero fue un aprendizaje al mismo tiempo.

 

¿En qué cárcel, estuviste o no sabías donde te tenían?

 

Estuve detenido en varias cárceles del país, primero estaba en el sector de Investigaciones de la Jefatura que está por la calle Tucumán, de acá de Posadas.  Después me llevaron a un campo de concentración que no sé bien hoy donde exactamente era.  Siempre estuve con mi compañera de ese momento Josefa, pero desconocía que nos llevaban a las mismas cárceles. Además nos llevaron a las cárceles de Candelaria, Resistencia, Santa Fe, Buenos Aires y la Plata. Estuvimos más de una vez en esas cárceles, no te podría precisar cuánto pero una o dos veces fuimos y volvimos.

Lo más anecdótico y contradictorio es que después supimos con Josefa que nos llevaban juntos a las cárceles. Pero no nos veíamos. Igual que mis hijas, fueron con la familia de mi señora mientras estábamos detenidos. Gracias a que un comisario era conocido de mi suegro, le comentó y se las dejó. Cuando nosotros salimos pudimos verlas.

 

¿Eran militantes?

 

Yo era militante de la Juventud Peronista, fui el fundador de la Juventud Peronista en Puerto Esperanza. Cuando vine a estudiar acá empecé a militar y la conocí a Josefa militando,  todo lo que sentí cuando la conocí está retratado en el poema “Te quiero Elisa” en el libro “Misiones Historia con nombres propios”. Nosotros sabíamos que íbamos a ir presos, que nos iban secuestrar, a torturar, que iban a raptar a nuestras familias, a nuestras esposas, a nuestra familia. Pero nuestro ideal era mucho mayor. El objetivo de la transformación social trascendía el objetivo de tener una familia. Y no era que no amábamos a nuestra familia, porque la amábamos., pero la revolución absorbía todo.

 

¿Cómo fue el presidio, la tortura, qué es lo que recordás, qué extrañabas?

 

Lo que más puedo decir que extrañé, no sólo era el hecho de ver a mi mujer, la tersura de su piel, sus caricias, sino la voz. Lo más chocante era no escuchar por tanto tiempo la voz de una mujer. Ellos planteaban la destrucción de la persona, tanto física, intelectual, emocional. Era sistemático. Desde la comida que según la cárcel, nos alimentaban mejor o peor. Hasta las torturas físicas, la inmersión, la picana, o que nos colgaran de manos o de pies.  En Buenos Aires, por ejemplo nos servían manjares pero en raciones pequeñísimas, y era inconcebible que nos sirvieran caviar y era muy pequeñito.

El hecho de estar en una habitación de 1,70 por 1,70 era realmente muy terrible, estaba encerrado y todo lo que sucedía estaba afuera, el amor estaba afuera, la libertad estaba afuera, la vida seguía afuera.

Una vez hinché tanto por verla a mi mujer que en un Consejo de Guerra me permitieron verla pero fue dos segundos. La extrañaba tanto, el verla nada más, escuchar su voz, sentir su presencia.

En un momento, de tanto tiempo de no ver el verde, de extrañar tanto el sol, empecé a tener problemas psiquiátricos,  por el desarraigo, y no hablaba. No podía hablar.

Recién cuando perdieron las Malvinas los tratos comenzaron a mejorar, la comida, teníamos deportes.

Con las mujeres se ensañaron mucho más, las violaban en masa, y muchas de ellas que fueron capturadas muy  jóvenes tuvieron su primera experiencia sexual allí, porque las violaban y no uno sólo sino muchos. Le ponían las armas en la zona vaginal, y esa zona es muy delicada. Creo yo que por el patriarcado no soportaban que las mujeres se enfrentaran a ese poder.

Al último tiempo nos dejaban que nos visiten nuestras nenas, pero no podíamos tocarlas. Y vos no sabes lo que se siente ver a alguien a quien querés pero no poder tocarlas, el contacto…

 

 

¿Cuando saliste, que sentiste en ese momento?

 

En el 82 estaba en La Plata y empezaron a salir varios de mis compañeros, un día que me tocaba el diario a mí, estaba leyendo que salía una compañera y me acerco a la reja y empiezo a gritar: ¡Sale María! Y uno me responde y vos también, y yo le respondo ¿que voy a salir?. ‘Vos también salís’. Y volví a buscar el periódico que estaba todo desparramado y empiezo a leer la lista de los que salían y encontré mi nombre. Fue tan raro el hecho de salir y volver. Una mezcla tan grande y tan compleja de emociones.

 

¿Cómo fue reinsertarse en la libertad, cómo fue para vos regresar?

 

Ese día fuimos a la casa de mi hermano, y pasamos año nuevo ahí. Después nos volvimos a Esperanza, como salimos en plena dictadura nos trataban de terroristas. La iglesia Luterana Alemana colaboró con nosotros. Mi primer trabajo fue una motosierra y empecé a trabajar en el monte como obrero, yo siempre fui obrero. Trabajaba para Alto Paraná.

 

¿Y qué pasó con tu compañera?

Nos separamos. A todos nos afectó mucho la dictadura, todos fuimos víctimas, yo no estaba preparado para asumir mi rol de padre cuando volví, mis hijas ya eran grandes y el desarraigo de nosotros, como hacerles entender a ellas que éramos sus padres y que las queríamos. Era muy difícil. Y además Josefa también sufrió la cárcel, la tortura.  Igual guardo un recuerdo muy lindo de ella, muy positivo, es una gran mujer.

 

 

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