Carta del obispo de Posadas para hoy domingo

La humildad no es una virtud que pueda asumirse por nuestra sola voluntad. La gracia y el amor de Dios es la causa de nuestra salvación que nos libera de los falsos ídolos generados por nuestros pecados de soberbia. La humildad para los cristianos se fundamenta en la misma humildad de Cristo, que siendo verdaderamente Dios y hombre con su rebajamiento nos salva, y nos invita a un discipulado de servicio a nuestros hermanos por amor. 

Quiero subrayar la catequesis que el mismo Señor realiza a los Apóstoles sobre “la Humildad y el Servicio”, constituyéndose en un componente esencial de todo discípulado: “Y surgió una discusión sobre quien debía ser considerado como el más grande. Jesús les dijo: los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna como un servidor. Porque ¿Quién es mas grande, el que esta a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que esta en la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve” (Lc. 22,24-27).

 

Esta enseñanza del Señor, se profundiza en el lavado de los pies de los discípulos en la última cena (Jn.13, 14 ss.). Y no duda, Él, que es Dios y hombre, en anonadarse hasta morir por nuestra redención (Flp 2, 6).

 

San Agustín sobre este tema de la humildad de Jesucristo y del discipulado va a decir que: “esta humildad es la de los hijos de Dios, “la de la caridad”. Hay que seguir el camino de la humildad “nueva” para practicar el mandamiento nuevo de la caridad. Los que se revistan de humildad en sus relaciones mutuas, buscan los intereses de los otros y se ponen en el último lugar.

 

2- La Humildad y la Conversión Personal:

 

En este tiempo cuaresmal será importante que tengamos especialmente en cuenta que para “volver a Dios”, para convertirnos de corazón y realizar un buen examen de conciencia, deberemos orar y pedir introducirnos en la virtud de la humildad. La humildad nos permitirá sincerarnos con nosotros mismos, y plenificarnos desde nuestra propia realidad. Es importante recordar aquello que nos enseña la filosofía: “que la plenitud de la existencia se da desde los límites de la propia esencia”. Por el contrario la soberbia como pecado capital nos confunde, y lleva a querer quitar el lugar a Dios y ser como dioses: “la serpiente dijo a la mujer: No, no morirán, Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses conocedores del bien y del mal” (Gen, 3, 4-5).

 

Lamentablemente nuestra cultura está cargada de un falso humanismo que ignora la condición de creaturidad y la existencia de Dios, falseando la misma realidad humana. Debemos recordar la iluminación del Papa Benedicto XVI en la sesión inaugural de Aparecida cuando nos decía: “¿Qué es la realidad? ¿Qué es lo real? ¿Son “realidad” solo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está necesariamente el gran error de las tendencias dominantes en los últimos siglos, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas, falsificando el concepto de realidad con la amputación de “la realidad fundante” y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad, y en consecuencia, solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas”.

 

 

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.                                                       Mons. Juan Rubén Martínez

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas