Pese a las restricciones los jóvenes siguen tomando bebidas alcohólicas

En Posadas, Oberá y Apóstoles hay controles en la vía pública, pero el municipio no influye en el consumo de alcohol de menores dentro de los locales bailables. En las principales ciudades de la provincia, los adolescentes y jóvenes, siguen bebiendo sin control y sin límite. Y aunque algunos municipios han intentado revertir esta realidad con diversas ordenanzas, la implementación de las normas presenta serios «baches», porque en la práctica los controles no se realizan o los boliches y kioscos logran burlarlos.

La situación es de larga data, lo cual tiende a ser más preocupante, dado que tampoco se cumple la denominada Ley Galeano -que prohíbe la venta de bebidas a menores de 18 años- sancionada en el año 1993. En la práctica, las leyes, ordenanzas y decretos quedan plasmados como un bosquejo de lo que «debería ser» cuando el problema va más allá.

En Posadas y Oberá está en vigencia una reglamentación similar que contempla inspecciones en los negocios, para constatar que cumplan con la restricción horaria para la venta de alcohol. La medida disminuyó la presencia de jóvenes alcoholizados en la vía pública pero no tiene injerencia en fiestas privadas y boliches, donde es imposible regular la ingesta.

En Eldorado, la policía asegura que los espectáculos nocturnos de jóvenes ebrios son cosa de todos los fines de semana y luego del festejo deben «acompañar» a los menores a sus hogares.

En Puerto Iguazú únicamente rigen sanciones para aquellos comercios que no exhiban los carteles con la leyenda «Prohibida la venta de bebidas alcohólicas a menores de 18 años».

En Apóstoles, el comando radioeléctrico y la policía de tránsito realizan controles los viernes y sábados para certificar que el cierre sea a las 6 en punto y los kioscos, pubs y estaciones de servicio no vendan alcohol entre las 6 y las 8. Pero el problema sigue siendo otro. El mayor libertinaje se da puertas adentro de los locales bailables, donde no se pregunta la edad de los bailarines para vender el vino espumante.


Ojos que no ven


Desde hace cuatro meses rige en Posadas el código de nocturnidad, que contempla restricciones en el expendio de alcohol y establece horarios para su comercialización. El decreto 1.320 que pretendió reducir la ingesta en los jóvenes, en realidad provocó un efecto migratorio. El hábito no disminuyó en la proporción esperada, sino que se desplazó a otros espacios, que mejoraron su convocatoria.

«Poné tu mejor cara y nadie te jode». La frase le corresponde a Eliana, de 14 años, quien junto a sus amigas todos los sábados concurre a Power y sin mayores inconvenientes logra entrar. El DNI no es obstáculo. La estética corporal se impone.

La contrapartida de la clausura de los pequeños negocios por vender alcohol en horarios prohibidos -que alcanzaron a unos 50- son los complejos bailables que permiten el ingreso a los menores.

Respecto a este tema, el secretario de Gobierno de la comuna posadeña, Octavio Loyola, deslindó responsabilidades. «Que ingresen menores a un boliche y consuman bebidas alcohólicas no es competencia de la Municipalidad, eso está establecido en el código de procedimiento de la policía. Faltan medidas provinciales y complementarias», sostuvo.

A su turno, el concejal Guido Barreyro, reconoció «sabíamos que no iba a haber recambios en ese aspecto, pero queremos que empiecen a tomar en menor cantidad, en los lugares cerrados las bebidas cuestan más caro y tienen que beber en grupos».


Efecto etílico


El Código de Nocturnidad implementado en Posadas no alcanzó a frenar la venta de alcohol en horario nocturno e incluso a menores de edad en la ciudad. En los últimos tiempos se registraron varios hechos violentos, en los que estuvieron involucrados adolescentes que se hallaban en estado de ebriedad, de acuerdo con los reportes de la Jefatura de Policía.

El más grave ocurrió el 10 de abril pasado en horas de la madrugada, cuando un chico de 17 años agredió a una joven que caminaba junto a su novia y un amigo por la calle Jujuy, en pleno microcentro posadeño. El menor huyó, pero fue alcanzado por Lorenzo Miguel Blanco, de 20 años, quien tenía intenciones de pedirle explicaciones. Pero no hubo palabras, el menor se dio vuelta y le asestó un puntazo en la zona abdominal y escapó hacia su casa.

Blanco fue trasladado de urgencia al Hospital «Ramón Madariaga», donde fue intervenido quirúrgicamente y logró salvar su vida. Fuentes policiales dijeron que los ataques de patotas alcoholizadas son una constante, especialmente en algunos barrios.

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