Prosigue investigación de docente desaparecido

Se realizó ayer la tercera ronda de testimonios del Juicio por la Verdad que investiga el secuestro y desaparición del ingeniero Alfredo González, docente de la UNAM, durante la dictadura. Los testimonios continúan hoy en el Juzgado Federal.

El comerciante Moisés Hassan, uno de los testigos del juicio que investiga la desaparición del académico.

El comerciante Moisés Hassan, uno de los testigos del juicio que investiga la desaparición del académico.

«El estaba muy mal, con moscas verdes en la cara y la nariz, ahí supe que no iba a aguantar mucho más, la última vez que lo vi estaba gimiendo», afirmó un ex preso político de la dictadura, ayer a la mañana en la Cámara Federal de Apelaciones de Posadas, en la tercera ronda testimonial del Juicio por la Verdad abierto para investigar el secuestro y la desaparición del ingeniero químico Alfredo González, ex decano de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y docente de la UNAM durante la represión ilegal de la dictadura militar.El ex preso político misionero, residente en Asunción, Paraguay, y sobre cuya identidad se pidió reserva por razones de seguridad, fue uno de los dos testigos convocados ayer, junto al comerciante posadeño Moisés Hassan, amigo personal del académico desaparecido, quién además era padrino de uno de sus hijos.Alfredo González estuvo detenido en dos ocasiones. Primero, en la misma noche del golpe de 1976, y pasó seis meses entre Candelaria y Resistencia. La segunda, fue en 1978 y es la que investiga el tribunal en el expediente 1-531-04 que se abrió tras la denuncia presentada por su hermana, María Amelia González.negrita/Picanas y toallas mojadas/negrita Los testimonios de ayer coincideron en que es probable que González haya sido llevado a la muerte a un lugar conocido como la «casita de los mártires», en cercanías del aeropuerto y del arroyo homónimo. Ahí, incluso, podrían estar sus restos y el de muchos otros presos políticos.El misionero radicado en Paraguay señaló al tribunal presidido por la jueza federal subrogante, Analía Cáceres, que pudo reconocer al ingeniero González entre la docena de detenidos con que compartió en una ocasión un baño en un arroyo que bien pudo ser el Mártires. Allí, dijo el testigo, fue que vio a González con heridas purulentas y sangrantes en muy mal estado físico.Según el testigo, los presos estaban encadenados juntos y el ingeniero de la UNAM se encontraba en uno de los extremos de esa misma cadena “que si uno estiraba se daba cuenta que arrastraba también a los otros”. El hombre había conocido al químico desaparecido cuando éste trabajaba en la fábrica de detergente que tenía su hermano en la localidad de Alem. Según dijo, a él no lo “chuparon” sino que se presentó espontáneamente a la comisaría local luego que su esposa le avisó que lo estaban buscando.El testigo contó que fue brutalmente torturado durante los casi cien días que duró su cautiverio. Las sesiones de picana eléctrica y los azotes en la espalda con toallas mojadas eran, según dijo, los castigos favoritos de sus verdugos.El testimonio del comerciante Hassan reafirmó la teoría de que González falleció durante una de las brutales sesiones de torturas, tal como ya sostuvo en la ronda testimonial anterior el correntino Mario Alfredo Marturet, de la Comisión de Derechos Humanos de su provincia, y compañero de González en la Democracia Cristiana.Tanto Marturet como Hassan basaron sus dichos en un testimonio del entonces obispo Jorge Kemerer. El primero había dicho al juez Ramón Chávez que fue el religioso quien se lo contó al diputado Víctor Marchesini, y Hassan dijo ayer a la jueza Cáceres que el obispo le había dicho que eso se lo había revelado un ministro del gobierno de facto de la Provincia.Hassan responsabilizó como uno de los probables “autores intelectuales” del asesinato de su amigo, al ingeniero Colombo, un docente de la UNAM, que en una reunión en la Gobernación había señalado a González como el cabecilla “de un grupo de zurditos” de la facultad.El comerciante apuntó también a un sargento del escuadrón local de la Gendarmería Nacional, Manuel Acosta, a quien, según dijo, escuchó decir en una ocasión cuando un avión sobrevolaba el lugar donde se encontraban: “ahí lo llevan al ingenierito, a tirarlo en el Chaco paraguayo”.Según Hassan, Acosta, habría comandado el grupo de tareas que irrumpió en la casa del académico el 4 de marzo de 1978, desvalijando el lugar y llevándose al docente universitario con la clara intención de torturarlo y asesinarlo.Acosta, dijo Hassan, fue quien supuestamente encontró el automóvil del ingeniero, “totalmente destruido, con los acientos rasgados”. Hassan dijo que Acosta revistaba a las órdenes del comandante de Gendarmería González Gallardo, “al que se puede ver hoy caminando tranquilamente por la Costanera”.

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