Damián Oviedo vio a su madre por última vez el 21 de septiembre del año pasado. De 20 años, oriundo de Llavallol, Damián le dijo antes de dejar la casa familiar que pasaría la tarde con su novia en el parque Finky, un predio de la zona de Turdera, para festejar el Día de la Primavera. Durante tres días, la mujer no supo nada más de él. Preguntó entre amigos, buscó: nada. El 24 de septiembre recibió un mensaje de chat de Facebook en su computadora. Era Damián.
¿En dónde estás?», le preguntó. «Laburando, vendiendo droga para comprarme las zapas», le respondió Damián. «Te mato yo, boludo», le replicó su madre. «Y bueno ma, otra no quedaba», fue la respuesta: «Perdón ma, te amo, necesito plata. Te amo, sabés. Recién me sueltan el miércoles. Si voy a casa te doy plata. No te preocupes. Perdón, te amo. Chau, mamá».
La mujer comenzó a tipear desesperadamente tras el último mensaje: «Dami, no me hagas esto, estoy mal, ¿en dónde estás?», le dijo de inmediato. Los chats se sucederían sin recibir respuesta. Fue en vano: su hijo ya se había despedido. Un día después, Damián sería encontrado muerto entre basura a la vera del Riachuelo, a la altura de Villa Centenario, Lomas de Zamora. Estaba envuelto en dos capas, primero por una frazada, luego por bolsas de consorcio, todo atado con cinta adhesiva; tenía un tiro en la cabeza. Su padre lo reconocería días después en la Morgue Judicial de la jurisdicción gracias a los tatuajes que Damián tenía; por ejemplo, una rosa en su cuello, con la palabra «familia».
Hoy, cuatro meses después, la Justicia tiene una respuesta para la familia de Oviedo, un posible culpable, un posible autor intelectual: Jonathan Palomeque, alias «Jona», alias «Fideo», también oriundo de Llavallol, detenido en noviembre pasado por orden de los fiscales Viviana Giorgi y Jorge López y el juez de garantías José Luis Suárez. Con apenas 23 años, «Jona» está acusado de ser uno de los capos narco más ambiciosos del conurbano, el jefe maximo de una organización de gran escala junto a su hermano menor, Brian, que ya estaba preso por robo cuando Jonathan fue detenido.
Con un perfil comparable al de jefes sanguinarios como el peruano César Morán, uno de los mayores señores del paco la Villa 31 bis, «Jona» había expandido sus operaciones más allá de Llavallol para instalar bunkers en zonas como Malvinas Argentinas, la villa Betarram de Adrogué, Villa Fiorito, Rafael Castillo e Ingeniero Budge. Tres homicidios coronan la lista de acusaciones en su contra compilada por los fiscales Giorgi y López. Palomeque está señalado como su autor intelectual, de ser el jefe que los ordenó: las víctimas eran traidores de su organización, presuntos dealers que se quedaron con un vuelto, que se tomaron droga que no correspondía. Entre esos muertos a tiros, bajo la misma hipótesis, está Damián Oviedo.
De acuerdo a varios testimonios recogidos por la fiscal Giorgi, Damián había comenzado a consumir cocaína a fines de 2015, comprándole a dealers de su barrio y desarrollando una adicción; esos dealers que le vendían responderían a Palomeque. El joven había perdido su trabajo poco antes de morir; quienes lo conocían hablan de un gusto por la ropa deportiva y las buenas zapatillas. Su idea, revelaron varias conversaciones, era ganar plata rápida para llevarla en los pies. Los dealers de Palomeque, de acuerdo a la causa de la fiscal Giorgi, podían ganar hasta mil pesos por día de venta. Muchos de ellos eran adictos: si consumían, debían trabajar gratis para cubrir su consumo. Si no lo hacían, la represalia era la muerte.
La fiscal Giorgi, luego de decenas de escuchas telefónicas, conversaciones registradas y cinco testimonios reservados, pudo reconstruir la muerte de Damián. El relato es uno solo: según Giorgi, el joven fue baleado sin piedad horas después de chatear con su mamá en im bunker atribuido al clan Palomeque en la zona de Ingeniero Budge, ubicado detrás de una casa con frente color violeta sobre la calle Lafontaine.
Ningún pibe nace transa
Oviedo había sido convencido pocos días antes para vender para la banda por una amiga suya, una vecina de 18 años que reportaba presuntamente a Wanda Acevedo, imputada en la causa contra los Palomeque como la principal reclutadora de transas para que operen en los kioskos del clan.
Oviedo llegó al bunker de Ingeniero Budge el 21 de septiembre, de acuerdo a varios relatos, junto a su vecina que lo convenció en un remise dispuesto por la banda de «Jona». No era difícil convertirse en un transa del clan, por otra parte. Un testimonio en la causa apunta: «No hacía falta tener contactos con nadie, iban y le decían a Jonathan o a alguno que está con él que quería vender. La droga te la daban, porque todos saben que si te quedabas con la droga o la recaudación venía un ajuste de cuentas atrás». El negocio era una primera vez para Damián; al menos, según la causa, nunca había vendido droga en su vida. El extenso pedido de prisión preventiva de la fiscal Giorgi para el clan Palomeque, un documento de casi 500 páginas, no menciona ningún antecedente penal en su contra.
(Infobae)