El enamoramiento en tiempos de las apps

Estamos en vías de automatizar todo. En el futuro, cada actividad que realizamos irá encontrando una pseudoacción que la reemplace y en la que los simples mortales cada vez tengamos menos intervención.

Cuando alcancen la edad adolescente, a los pequeños niños de hoy quizás les parezcan vetustas algunas conductas que empleaban sus padres unos años atrás. Por ejemplo, cuando los varones queríamos seducir a una dama que nos resultaba atractiva, teníamos dos opciones y nada más que dos: La primera se ejercía en soledad, sin ayuda de nadie, y para ello había que tener valentía y una pizca de audacia.
Para seguir con la otra alternativa era necesario un impulso externo, alguien que nos franqueara datos sobre la beneficiada de nuestro coqueteo. Si lográbamos juntar coraje para enfrentar el desafío tenorio, los hombres teníamos que generar un clima en el cual se pudiese “romper el hielo”y lograr bajar la guardia de la señorita abordada para entablar una conversación.
Para llegar a ese vínculo con la dama existían innumerables técnicas, a cuál más osada e ingeniosa. Desde chistes ingenuos pero aptos para arrancar una primera sonrisa tierna de la pretendida señorita hasta apelar un recurso tan grosero como propinarle deliberadamente un puntapié en el tobillo a la dama en cuestión… para iniciar la plática.
Suena raro, incorrecto, pero yo lo he visto. La patada no será como la de un futbolista rústico sino que debe ejecutarse con sutileza evitando romper un hueso ni provocar lesión a la doncella. De otra manera, lógicamente quedaríamos sin chances de conquista desde el principio.
Sea cual fuere la manera de aproximación, requiere de confianza para entrar en esa conversación tan deseada para que se intenten los primeros intercambios de información con la muchacha, conocer sus gustos musicales y el signo del zodíaco al cual pertenece. Para ello, existía un arsenal de maniobras básicas de acercamiento.
Es importante resaltar que estas estratagemas de conquista requieren un minucioso trabajo. La del flirteo es una labor ardua y paciente que puede llevar desde horas hasta semanas. Por supuesto, el tiempo invertido valdrá la pena. Por lo menos antes era así.
En el trabajo del seductor había emoción, exaltación, nervios, entusiasmo, temor… un cóctel intenso donde podía pasar cualquier cosa. En definitiva, estaban a flor de piel las sensaciones y en cada “movida” se arriesgaba todo.
Pero el mundo va hacia la automatización, la despersonalización. Hoy, aplicaciones tales como Tinder, Meetic y Skout ayudan a obtener ligue a una generación que al parecer prefiere ir a lo seguro, no perder el tiempo ni exponerse al azar de cortejo amoroso.
Las nuevas tecnologías estarían cambiando la forma de conocernos, relacionarnos, enamorarnos. La cita no será el fruto de la habilidad personal para la conquista ni de un juego caliente de miradas sugestivas, sino más bien el resultado eficaz de una correspondencia entre individuos cargados en una base de datos geolocalizada.
Las apps y no un amigo o amiga serán las que no sugerirán con quién coquetear o con quién tenemos mayor probabilidad de tener sexo. Se promocionan como una mejora en las “técnicas de dating” y les ayudan a borrar el rastro a los infieles. Encuentran por ti a la persona más compatible y que se halle dentro de la zona en que te ubicas. Dan tips para medir tu destreza en el lecho amoroso y hasta han inventado ¡el “beso dactilar”!
Varias de ellas avisan los cambios de estado civil y pondrán “soltero o soltera sin compromiso” para colocar al usuario en carrera. El flechazo ya no sonará más en tu corazón, mas bien vibrará en tu smartphone.

Algunas aplicaciones más atrevidas prometerán sonidos binaurales que estimulan el deseo sexual luego de unos minutos de escucharlos y otras indicarán qué decir y qué hacer en tu cita romántica.
En definitiva, la nueva tendencia tecnológica no encuentra la persona que más se adapte a ti sino que aplicará toda su ciencia digital para encontrarte a ti mismo pero en el cuero de otra persona. Es el repetido juego de las similitudes. Le diremos “nunca más” a la arriesgada diversión de las diferencias. Habrá menos sazón, pero más eficiencia.
Son tiempos de apresuramiento, hay que asegurar el éxito y sobre todo garantizarnos una buena cantidad de chats y mails antes de sentir el calor húmedo de la mano trémula de ella entrelazada con la tuya, antes de que una imprudente mirada a los ojos confirme lo que tu app nunca logrará decodificar.

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