Ojos sobre el mar en Olga

 

La casona cultural de Villa Urquiza comenzó su despedida del verano posadeño, y lo hizo a puro ruido.

 

Cuando el mar se convierte en ondas sonoras, la distorsión se adueña del paisaje y logra que los ojos se amiguen con el ruido.

 

La paracultura, esa eterna huérfana posadeña, cada tanto encuentra quien la cobije. Hay que reconocer que son pocos los que se atreven a brindar cuatro paredes y un enchufe para que tres mutantes descarguen su arsenal de distorsión, y Olga, esa bocanada de aire fresco en este verano caliente como pocos, se los dio. De la misma manera que por esa casona de Neuquen casi López Torres pasaron una buena cantidad de artistas independientes, Ojos Sobre el Mar brindó un show macizo, contundente y muy diferente a lo acostumbrado por las orejas posadeñas.

 

OSM ya tiene un par de años en búsqueda de la distorsión perfecta, pero sólo en los últimos tiempos, reconocen, encontraron el rumbo. Con su primera formación, al ruido domesticado le sumaban voz, pero no cualquier voz. Cristina Solís, polifacética artista como pocas, había encontrado una nueva manera de canalizar su bestia interior, y junto a Pol, Dieguish y Pruno conformaron un combo de rock en el que acople y distorsión se suman a una batería omnipresente y avasalladora.

 

Ya sin el aporte vocal, el ruido se volvió más ruido aún, y esa domesticación se volvió tan pura que parecería no existir. Canciones que funcionan como colchones por momentos rellenos de plumas y al instante siguiente perforados por espinas. Canciones enredadas que apuntan al trance. Sin muchos esquemas más que las ansias de experimentar, las cuatro y seis cuerdas se multiplican mientras los pedales son pisoteados con cuidado pero sin respeto, mientras la batería empuja con la precisión de una locomotora desbocada por rieles oxidados.

 

Post rock, así le ha denominado la industria musical a este tipo de rock despojado pero macizo. Alto volumen para contener una energía concentrada en un sólo objetivo, dotar al ruido de una capa de brillantez. Espacios sonoros por momentos densos como el barro ñaú y por otros etéreo como el viento provocado por el parpadear de ojos.

 

Cuando el rock se toca mirándose a los pies y las cabezas se agitan como olas en enloquecido vaivén, los ojos que parecen mirar a la nada de repente comprenden que también pueden escuchar. Esos son los Ojos Sobre el Mar.

 

 

 

OLGA SE VA


Como no cobra entradas ni vende ni compra nada,  Olga logró su cometido veraniego, refrescar  espíritus necesitados de una nueva propuesta sin haber sido molestada por los guardianes de la ley, y los vecinos, lejos de molestarse por los sempiternos “ruidos molestos”, colaboraron para que al menos durante un mes la coqueta y bien cuidada Villa Urquiza respirara arte popular. Exposiciones de fotos, artistas plásticos, proyecciones de cortos y películas y rock, mucho rock. Este sábado será la despedida de Olga, y promete tirar la casa y varias cosas más por la ventana.

 

Las actividades programadas para esta última semana puede ser chequeada en facebook: olga posadas

 

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